Por no decir algo más fuerte, no vaya a ser que mis lectores piensen que con la edad me estoy volviendo mal hablado. Pero el caso es que, para mi, es ya casi una muletilla la frase del laureado Niels Bohr (Premio Nobel de Física en 1922, el del átomo de Bohr) que dijo en su día "Es difícil predecir, sobre todo si es sobre el futuro". Y es que, históricamente, son incontables las predicciones que se han vuelto contra su autor dejándole en ridículo, agravado muchas veces por el hecho de que el futurólogo sea además un experto en el tema. Pedro Miguel Etxenike suele poner en sus charlas unas cuantas perlas de predicciones fallidas. Una de las que más me gusta es la de un alto ejecutivo de IBM, Thomas Watson, quien, en 1943, estimaba que "el mercado mundial de los ordenadores no pasaría de las cinco unidades". O la de mi admirado William Thompson (también conocido como Lord Kelvin) quien en 1883 dijo que "pronto se demostrará que los Rayos X son un bulo sin fundamento".
En mi vida académica y en relación con los polímeros o plásticos que me han tenido entretenido hasta ahora, se han producido también predicciones que han resultado ofensivamente falsas. En los 80 se predijo que en el año 2000 los plásticos convencionales, como el polietileno o el PVC, habrían desaparecido del mercado a manos de los llamados plásticos ingenieriles o de altas prestaciones. Y ha resultado justo lo contrario, los primeros han crecido a tasas aún mayores y muchos de los últimos están solo en el recuerdo de los que ya nos hemos hecho mayores. O cuando a finales de los setenta me contaron las excelencias de los plásticos biodegradables y empecé a interesarme por los polihidroxialcanoatos. Hace unos días, el Chemical Engineering News me hacía saber que el enésimo intento industrial por producir estos materiales de forma competitiva, esta vez a través de ingeniería genética, había también fracasado.
Pero, a nivel personal, la profecía que más me marcó en mis años estudiantiles fue una que oí a un profesor ayudante en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza (y cuyo nombre no diré, que ahora es un afamado catedrático retirado). Según él, el mundo se encaminaba a un desastre humanitario sin precedentes (que se produciría, como muy tarde, en 1985) debido al desmesurado crecimiento de la población y a la falta de alimentos para sustentar ese crecimiento. Creo que aún no tenía yo veinte años y me hizo dormir mucho tiempo con sobresaltos.
Años más tarde aprendí que lo que el docente nos trasladó no eran sino las profecías de un tal Paul R. Ehrlich, un entomólogo especializado en mariposas que, en 1968, había publicado esas profecías en un libro titulado "The population bomb". Ehrlich no es sino la versión moderna de Thomas Malthus quien, a finales del siglo XVIII, hacía predicciones dantescas para la mitad del siglo XIX sobre las mismas bases de falta de recursos para alimentar tanta gente. Unas y otras profecías no se han cumplido. Antes bien, merced a "mutaciones tecnológicas", como la síntesis del amoníaco de Haber-Bosch o la revolución verde de Norman Borlaug han quedado a la altura del ridículo.
En uno y otro planteamiento subyace el mismo error, cual es el suponer que los datos de los que se disponía en su momento podían extrapolarse linealmente hasta el infinito. Ejemplos similares se dan hoy en día en muchos ámbitos. Hay, incluso, una nueva maltusiana (Lauren Hutton) que predice catástrofes alimentarias similares si no nos volvemos, todos y ya, veganos.
Por eso no se si carcajearme o cabrearme cuando en una reciente página del Diario Vasco Verano, una periodista se hacía eco de una noticia del National Geographic según la cual, "si todo sigue así, dentro de 5000 años Barcelona, Londres o Venecia serán un recuerdo, cubiertas por el imparable ascenso del agua de mar, como consecuencia del calentamiento global". Y en el "si todo sigue así" lineal vuelve a estar la clave.
Ya sé también que parece que hay un consenso generalizado, más del 97% dicen, sobre el calentamiento global y sus orígenes antropogénicos aunque, solo por incordiar un poco (que ya sabéis que me priva), una reciente encuesta de la Sociedad Meteorológica Americana sobre sus poco más de cuatro mil miembros (que son los que parece que deben saber de estas cosas) deja el consenso reducido al 67% y con matices (véase la página 8 del documento). Ya sé que es verano y algo hay que escribir pero, ¿de verdad se cree alguien que podemos estimar de forma fiable, a 5000 años vista, el comportamiento de un sistema caótico como el clima?. Yo desde luego no. Y esta vez no pienso preocuparme por la profecía ni un solo minuto de mi ya maltrecho sueño..
En mi vida académica y en relación con los polímeros o plásticos que me han tenido entretenido hasta ahora, se han producido también predicciones que han resultado ofensivamente falsas. En los 80 se predijo que en el año 2000 los plásticos convencionales, como el polietileno o el PVC, habrían desaparecido del mercado a manos de los llamados plásticos ingenieriles o de altas prestaciones. Y ha resultado justo lo contrario, los primeros han crecido a tasas aún mayores y muchos de los últimos están solo en el recuerdo de los que ya nos hemos hecho mayores. O cuando a finales de los setenta me contaron las excelencias de los plásticos biodegradables y empecé a interesarme por los polihidroxialcanoatos. Hace unos días, el Chemical Engineering News me hacía saber que el enésimo intento industrial por producir estos materiales de forma competitiva, esta vez a través de ingeniería genética, había también fracasado.
Pero, a nivel personal, la profecía que más me marcó en mis años estudiantiles fue una que oí a un profesor ayudante en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza (y cuyo nombre no diré, que ahora es un afamado catedrático retirado). Según él, el mundo se encaminaba a un desastre humanitario sin precedentes (que se produciría, como muy tarde, en 1985) debido al desmesurado crecimiento de la población y a la falta de alimentos para sustentar ese crecimiento. Creo que aún no tenía yo veinte años y me hizo dormir mucho tiempo con sobresaltos.
Años más tarde aprendí que lo que el docente nos trasladó no eran sino las profecías de un tal Paul R. Ehrlich, un entomólogo especializado en mariposas que, en 1968, había publicado esas profecías en un libro titulado "The population bomb". Ehrlich no es sino la versión moderna de Thomas Malthus quien, a finales del siglo XVIII, hacía predicciones dantescas para la mitad del siglo XIX sobre las mismas bases de falta de recursos para alimentar tanta gente. Unas y otras profecías no se han cumplido. Antes bien, merced a "mutaciones tecnológicas", como la síntesis del amoníaco de Haber-Bosch o la revolución verde de Norman Borlaug han quedado a la altura del ridículo.
En uno y otro planteamiento subyace el mismo error, cual es el suponer que los datos de los que se disponía en su momento podían extrapolarse linealmente hasta el infinito. Ejemplos similares se dan hoy en día en muchos ámbitos. Hay, incluso, una nueva maltusiana (Lauren Hutton) que predice catástrofes alimentarias similares si no nos volvemos, todos y ya, veganos.
Por eso no se si carcajearme o cabrearme cuando en una reciente página del Diario Vasco Verano, una periodista se hacía eco de una noticia del National Geographic según la cual, "si todo sigue así, dentro de 5000 años Barcelona, Londres o Venecia serán un recuerdo, cubiertas por el imparable ascenso del agua de mar, como consecuencia del calentamiento global". Y en el "si todo sigue así" lineal vuelve a estar la clave.
Ya sé también que parece que hay un consenso generalizado, más del 97% dicen, sobre el calentamiento global y sus orígenes antropogénicos aunque, solo por incordiar un poco (que ya sabéis que me priva), una reciente encuesta de la Sociedad Meteorológica Americana sobre sus poco más de cuatro mil miembros (que son los que parece que deben saber de estas cosas) deja el consenso reducido al 67% y con matices (véase la página 8 del documento). Ya sé que es verano y algo hay que escribir pero, ¿de verdad se cree alguien que podemos estimar de forma fiable, a 5000 años vista, el comportamiento de un sistema caótico como el clima?. Yo desde luego no. Y esta vez no pienso preocuparme por la profecía ni un solo minuto de mi ya maltrecho sueño..
Yo supongo que profesías como la del National Geographic tienen como fin que haya un cambio, que hagamos algo para parar el calentamiento, que los países se pongan de acuerdo,que se investigue, etc, para no llegar al resultado predicho, aunque eso de los 5 mil años...es para la risa.
ResponderEliminarLas profesías que siempre se cumplen, son las de las madres...y después dicen "¡te lo dije"! jajajaja Yo , como madre, también lo dije y una se siente triunfadora...jajajaja...
Creo que es difícil imaginar cómo será el futuro, porque la ciencia y la tecnología van tan rápido en su evolución, que nos cuesta asimilar cada adelanto, de manera que creo poco probable que alguna profesía se cumpla, sea para bien o para mal; siempre nos fallará el cálculo.
Sospecho que, en 5000 años, Barcelona, Londres y Venecia serán un recuerdo (o ni siquiera eso) haya o no cambio global.
ResponderEliminarIñigo L.
no habrán querido decir 50 años ?
ResponderEliminarTocas un punto digamos "divertido" con eso de la solidez de las predicciones que se hacen a cuenta del cambio climático. Unos cuantos colegas han salido espantados cuando se han acercado a alguna conferencia pretendidamente seria sobre el tema, movidos por el bombardeo cotidiano de noticias alarmistas y buscando una información sobre la que construir una opinión fundada. Por mi parte, llevo años coleccionando disparates de todo tipo en el empeño.
ResponderEliminarPor poner tan solo dos ejemplos, hace no demasiado un grupo de ecologistas, creo que de Greenpeace, presentaron a bombo y platillo como iba a acabar el río de mi ciudad por culpa del cambio climático... y el argumento era una colección de imágenes virtuales que habían creado con PhotoShop.
El otro lo recogí en una conferencia sobre modelos climáticos, en un ambiente más académico que imponía cierta moderación en el discurso, impartida por un experto del IPCC. En cosa de un par de horas entre charla y coloquio solo citó el CO2 en una ocasión y fue para decir algo así como que "parece existir cierta correlación entre su concentración y la temperatura global, aunque no está claro si es causa o efecto...". Y eso fue todo.