Un blog es una versión actual, virtual, de un diario o un cuaderno de bitácora. Se supone que algo personal y casi íntimo del que lo escribe. Pero con la irrupción de estas tecnologías, la intimidad se diluye o, al menos, se transforma. Porque ¿qué queda hoy en día más oculto, un diario de papel o uno electrónico?. Este último se diluye en el magma de los millones y millones de páginas electrónicas que un buscador otea y en el pozo sin fondo de los millones y millones de otros blogs en los que, pirados como yo, pierden el tiempo, quizás con la secreta intención de que alguien les lea o quizás, y por aquí deben andar mis tiros, como último recurso a una especie de aburrimiento infinito que poco a poco te cala como una enredadera.
Las entradas acumuladas son un chivato de las tendencias del autor, un escaparate de las vergüenzas que uno atesora, ya sean conceptuales o personales y, en el fondo, una bomba de relojería que otros pudieran explotar en tu contra. Pero, pelillos a la mar, si uno se mete ya en este lío, esas manías personales pueden servir a veces como pretexto para hilar un tema en el que uno no había pensado a priori. Y la entrada de hoy es un ejemplo.
Empezaremos por un vicio inconfesable. Cuando ando deprimido, una de mis herramientas terapéuticas es oir música al máximo volumen que mi Santa me deje. Antes morir sordo que visitar a un psiquiatra. En la familia tengo dos que velan por la salud mental de sus congéneres (y parece que bien), pero yo soy un familiar, no un congénere y eso introduce otras variables algo incontrolables. Así que, en situaciones un poco límite, elijo una de las piezas que mi chica llama pachangueras (infundios, siempre es música clásica de lo más reputada) y, armado de una batuta de director profesional, me pongo a dirigir como si tuviera una orquesta real a pie de peana.
Mis páginas favoritas para dirigir son muchas y variadas. Desde un pasodoble español como El Gato Montes a la Obertura de Cándido de Bernstein o el Pájaro de Fuego de Stravinsky (ahora mismo tengo el Waltz de la Suite Masquerade de Khachaturian). Esas preferencias cambian con el tiempo pero desde que tengo uso de razón musical hay una pieza que no ha caído en el ranking: Las Danzas Polovtsianas del Principe Igor de Alexander Borodin. Quizás porque cada vez que la escucho me traslado al quiosco del pueblo en el que viví mis años infantiles, acompañando a mi padre a escuchar, y fue muchas veces, la modesta pero valiosa versión que de la citada pieza hacían la Banda y el Coro de Hernani, que mi progenitor había contribuido a crear (y hasta a mantener).
Y, ¿a qué viene esto en un Blog de Química?. Pues a que Borodin, hoy conocido por cualquier amante de la música clásica fue, sobre todo, un profesor e investigador en Química. El mismo llegó a denominarse como "músico de domingo" (un dominguero, vamos), a pesar de que hoy en día forme parte de la cúspide de la música rusa del siglo XIX, los llamados “Cinco Rusos”: Balakirev, Rimsky-Korsakov, Mussorgsky, Cui y el propio Borodin.
Mientras que como músico ha pasado a la posteridad, el resultado final de su vida como químico es bastante triste. A pesar de que hizo sustanciales contribuciones a la Química, la mayor parte de ellas han quedado relegadas al olvido o, en algunos casos, incluso suplantadas por otros investigadores posteriores. Borodin fue el primer investigador en preparar compuestos aromáticos con flúor, descubrió la famosa condensación aldólica y desarrolló cuidadosos métodos para medir el contenido en urea de la orina.
Cuando hace ya tiempo empecé a leer cosas sobre la biografía de Borodin descubrí en él una serie de características personales que sumadas a mi devoción por sus Danzas, le han hecho uno de mis personajes favoritos. Creo que traduciendo una frase de sus propias Memorias se va a entender el por qué de mi comunión con él. Dice Borodin:
Como compositor siempre he querido permanecer en el anonimato y he solido avergonzarme de mi actividad musical....Para otros es su principal actividad, la razón de su vida. Para mí es una relajación, un pasatiempo que me distrae de mi principal afán: enseñar. Me gusta mi profesión de profesor y la actividad científica que desarrollo. Me encantan las actividades académicas y mis estudiantes, chicos y chicas, porque dirigir el trabajo de gente joven te ayuda a estar en contacto estrecho con ellos.
Leyendo esas líneas me siento cual alma gemela del ruso. Y quizás hay un matiz que, leído en el siglo XXI, resulta casi imperceptible: chicos y chicas. Borodin fue un activo defensor de los derechos de las mujeres, a las que incorporaba a su laboratorio en iguales condiciones que los hombres, llegando a ser uno de los fundadores de la Escuela de Medicina para Mujeres en San Petersburgo. En mi ya casi finiquitada carrera académica, siempre me he sentido más cómodo rodeado de mujeres que de hombres. Y no me ha ido mal......
Las entradas acumuladas son un chivato de las tendencias del autor, un escaparate de las vergüenzas que uno atesora, ya sean conceptuales o personales y, en el fondo, una bomba de relojería que otros pudieran explotar en tu contra. Pero, pelillos a la mar, si uno se mete ya en este lío, esas manías personales pueden servir a veces como pretexto para hilar un tema en el que uno no había pensado a priori. Y la entrada de hoy es un ejemplo.
Empezaremos por un vicio inconfesable. Cuando ando deprimido, una de mis herramientas terapéuticas es oir música al máximo volumen que mi Santa me deje. Antes morir sordo que visitar a un psiquiatra. En la familia tengo dos que velan por la salud mental de sus congéneres (y parece que bien), pero yo soy un familiar, no un congénere y eso introduce otras variables algo incontrolables. Así que, en situaciones un poco límite, elijo una de las piezas que mi chica llama pachangueras (infundios, siempre es música clásica de lo más reputada) y, armado de una batuta de director profesional, me pongo a dirigir como si tuviera una orquesta real a pie de peana.
Mis páginas favoritas para dirigir son muchas y variadas. Desde un pasodoble español como El Gato Montes a la Obertura de Cándido de Bernstein o el Pájaro de Fuego de Stravinsky (ahora mismo tengo el Waltz de la Suite Masquerade de Khachaturian). Esas preferencias cambian con el tiempo pero desde que tengo uso de razón musical hay una pieza que no ha caído en el ranking: Las Danzas Polovtsianas del Principe Igor de Alexander Borodin. Quizás porque cada vez que la escucho me traslado al quiosco del pueblo en el que viví mis años infantiles, acompañando a mi padre a escuchar, y fue muchas veces, la modesta pero valiosa versión que de la citada pieza hacían la Banda y el Coro de Hernani, que mi progenitor había contribuido a crear (y hasta a mantener).
Y, ¿a qué viene esto en un Blog de Química?. Pues a que Borodin, hoy conocido por cualquier amante de la música clásica fue, sobre todo, un profesor e investigador en Química. El mismo llegó a denominarse como "músico de domingo" (un dominguero, vamos), a pesar de que hoy en día forme parte de la cúspide de la música rusa del siglo XIX, los llamados “Cinco Rusos”: Balakirev, Rimsky-Korsakov, Mussorgsky, Cui y el propio Borodin.
Mientras que como músico ha pasado a la posteridad, el resultado final de su vida como químico es bastante triste. A pesar de que hizo sustanciales contribuciones a la Química, la mayor parte de ellas han quedado relegadas al olvido o, en algunos casos, incluso suplantadas por otros investigadores posteriores. Borodin fue el primer investigador en preparar compuestos aromáticos con flúor, descubrió la famosa condensación aldólica y desarrolló cuidadosos métodos para medir el contenido en urea de la orina.
Cuando hace ya tiempo empecé a leer cosas sobre la biografía de Borodin descubrí en él una serie de características personales que sumadas a mi devoción por sus Danzas, le han hecho uno de mis personajes favoritos. Creo que traduciendo una frase de sus propias Memorias se va a entender el por qué de mi comunión con él. Dice Borodin:
Como compositor siempre he querido permanecer en el anonimato y he solido avergonzarme de mi actividad musical....Para otros es su principal actividad, la razón de su vida. Para mí es una relajación, un pasatiempo que me distrae de mi principal afán: enseñar. Me gusta mi profesión de profesor y la actividad científica que desarrollo. Me encantan las actividades académicas y mis estudiantes, chicos y chicas, porque dirigir el trabajo de gente joven te ayuda a estar en contacto estrecho con ellos.
Leyendo esas líneas me siento cual alma gemela del ruso. Y quizás hay un matiz que, leído en el siglo XXI, resulta casi imperceptible: chicos y chicas. Borodin fue un activo defensor de los derechos de las mujeres, a las que incorporaba a su laboratorio en iguales condiciones que los hombres, llegando a ser uno de los fundadores de la Escuela de Medicina para Mujeres en San Petersburgo. En mi ya casi finiquitada carrera académica, siempre me he sentido más cómodo rodeado de mujeres que de hombres. Y no me ha ido mal......
Me ha encantado todo. Imaginarte dirigiendo una orquesta imaginaria y la historia de Borodin.
ResponderEliminarOtra de mis lagunas de conocimiento es la música clásica. Tendrás que instruirme.
Gracias Molí. Cada uno tiene sus lagunas. La mía es el cine. Así que podemos cambiar cromos.
ResponderEliminarBúho, me has sorprendido...porque resulta que nuestros gustos musicales se parecen, lo mismo eso de escucharla a todo volumen en algunos momentos especiales...y mi admiración por esos autores que, con las mismas siete notas, han creado esas melodías maravillosas y tan diferentes unas de otras.
ResponderEliminarPero lo de Borodin y la química, no tenía idea, y esto sí que fue sorpresa! Gracias.
"Chicos y chicas"... En los tiempos que corren es un tema delicado. Hay quien diría que haces un comentario galante y quien diría que machista. Y eso tirando por lo bajo.
ResponderEliminarPero ya soy mayor. Y lo que piensen las élites que ahora molan me da igual. Y como el carro (blog) es mío, el que quiera que se baje. Que espero no sea tu caso.
ResponderEliminarYo creo que tu y yo sabemos, Gabriela, que somos almas gemelas en la larga distancia entre el Norte de España y el Sur de Chile. Lástima estar tan lejos...
ResponderEliminarLástima estar tan lejos....es verdad, mira...tú estás cerca de todo, pero yo estoy lejos de todo...cayéndome del mapa...arrinconada contra Los Andes...pero preciosa geografía!
ResponderEliminarPues vaya... lo mío si que es imperdonable. Desde hace mucho mucho...me gusta la música de Borodin, y resulta que me pasé 5 años y medio dedicados a las aldólicas (sí, justo en el piso de arriba, lo confieso, soy una "chica Palomo") ¡y no tenía ni idea de la relación! ¡Qué cosas!
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ResponderEliminarTambién soy lo bastante mayor y no, no es mi caso.
Gracias una vez más (diría que nunca sobran) por
tu blog, necesario, agradable y bastantes cosas
positivas más.
Para la unknown del piso de arriba: ya hablaremos de Borodin.
ResponderEliminarMe ha encantado. Yo también estoy d vacaciones pero no puedo dejar de leer a este Buho que me aporta tanto, así como me gusta mucho Borodin,....Música y Química, una magnífica combinación.
ResponderEliminarMe gusta mucho la música clásica, y los compositores eslavos tienen una fuerza brutal. Yo cuando necesito desconectar o un chute de energía pongo a Dvorak a todo volumen....
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