Todos los que estamos en el rollo de la Química sabemos que el mercurio es una causa perdida, mal que nos pese a muchos de los que, desde niños, hemos sentido fascinación por el comportamiento peculiar de ese extraño líquido. Se acumulan las normativas, muchas de ellas ya en vigor, que implican su incontestable desaparición pero, como en el caso de los fumadores activos, la cosa tiene su doble vuelta y algunos, como este escribano, se resisten a que enterremos a este elemento como un apestado, sin reconocerle algunos de los innumerables servicios que ha venido prestando a la comunidad, como es el caso de la mercromina, de la que mis lectores ya saben que sigo siendo un fiel devoto, frente a betadines y otras alternativas.
El caso es que estos últimos tiempos ando de dentistas. Tras una prolongada trifulca con el Boss de la Clínica Dental que cuida mis piños, una de mis cuatro muelas de juicio ha caído en el fragor de la batalla. Durante años me he resistido a su extracción, pero la muy ladina empezó hace unos meses a moverse y ello ha dado al sacamuelas argumentos suficientes como para llevarme al huerto. Mi muelita se resistió a dejarme, a pesar de su aparente mala adhesión, pero las profesionales artes de una joven dentista del equipo, cuya sola presencia mitiga el trance, acabo definitivamente con ella.
Aprovechando que el Urumea es un río que pasa por las proximidades de la Clínica Dental, el Dentista Jefe decidió que, dada mi ya provecta edad, convenía un plan Renove del resto de mi piñada. Y en ese plan se incluía el levantamiento de un par de amalgamas de mercurio que llevan conmigo muchos años, obturando unas caries, sin causar el más mínimo problema. Plan al que no he podido negarme, este caso sin resistencia, tanto por razones de "renovación de materiales" como por el hecho estético de que se me ven al sonreir y salen en muchas fotos, que luego hay que andar retocando con el Photoshop. Así que este jueves, la primera de ellas ha sido sustituida por un relleno a base de un polímero, que ya veremos qué resultado da, que me conozco bien el percal y no todo es de color de rosa en los polímeros para dientes. Precisamente, por esa razón, hay muchos dentistas que siguen colocando amalgamas.
Pero he estado a punto de llamar a un notario para dejar constancia que eran sólo esas las razones que me empujaban de nuevo al sillón de los antiguos tormentos (hoy la santa Química y sus anestésicos lo han dejado en algo molesto pero no doloroso). Porque no quiero que se me confunda con esa corriente de amalgamofobia que parece irse extendiendo. En los últimos tiempos, he oído unas cuantas historias de personas que, por prescripción facultativa, se hacen extraer todas las amalgamas que lleven sobre la base de que les han vendido que son las causantes de múltiples males, que van desde cánceres de hígado y riñón a todo tipo de problemas alérgicos o dermatológicos.
En el fondo, se repite una historia que ya hizo furor en su día en los USA donde, en muchos casos, era constatable que se trataba de una forma con la que desaprensivos dentistas incrementaban sus nóminas. Si alguien está interesado en el devenir de esa historia, puede picar en este enlace a una de mis webs favoritas. Mi sensación es que allí el planteamiento de los antiamalgamas ha ido variando en los últimos años y ahora pueden encontrarse muchos sitios en internet en los que se llega a abogar en contra de las amalgamas porque los que las llevamos enviamos mercurio a la atmósfera en cada una de nuestras expiraciones. Algo que demuestra que no saben mucho de presiones de vapor y temas quimico-físicos relacionados.
Pero para terminar de darme el guión para una entrada, esta misma mañana, mi colega, el Prof. Leiza, hernaniarra al que todavía no han quitado el carnet (cosa que no pasa conmigo), me ha pasado un correo que demuestra cómo se puede tergiversar un tema. Sobre la base de un anuncio tenebroso como el que veis a la derecha (podeis picar sobre él para verlo en detalle,) el autor del email redacta despues un texto casi apocalíptico de lo que puede ocurrir si una bombilla de bajo consumo se rompe y el mercurio de su interior se escapa. Ya sabeis que estas bombillas son ahora inevitables, al haber cesado la producción de las incandescentes de toda la vida.
Pero no hay como ir a las fuentes para poder desenmascarar este tipo de mensajes alarmistas. Si uno navega en la página web del Department for Environment, Food and Rural Affairs inglés, al que se hace referencia en el mensaje, uno puede encontrar esta extensa página dedicada al asunto. Por si andais un poco perezosos para leerla o si sois de los que no andais sobrados en inglés y luego me echais la bronca por poner estos links en lenguajes "no cristianos", os diré que la página contesta a varias FAQs o preguntas habituales sobre el tema en el siguiente tono:
Las bombillas de bajo consumo no suponen un riesgo para la salud humana. Efectivamente contienen mercurio limitado a 5 mg por bombilla, aunque lo usual es que contengan entre 3 y 4 mg. Esa cantidad está calculada para que se vaya consumiendo durante el periodo de vida media de la bombilla. Incluso aunque se rompa, la pequeña cantidad que pudiera escaparse no puede causar daño alguno.
En realidad, durante su uso, estamos limitando la emisión de mercurio a la atmósfera puesto que, al ser bombillas muy eficientes, estamos limitando el consumo de energía y, por tanto, hacemos menos necesaria su producción en centrales que, como las térmicas, son una de las mayores fuentes (hasta el 31%) de emisión de mercurio a la atmósfera (no los pobres portadores de amalgamas, este comentario es mío).
Las bombillas de bajo consumo se rompen más dificilmente que las convencionales, haciendo menos probable que el mercurio salga de ese recipiente que lo contiene.
Y acaba dando consejos sobre cómo desahacerse de las bombillas que ya no funcionen o con las que se rompan. Que no coinciden estrictamente, ni en el tono ni en el contenido, con los consejos del tenebroso cartel de arriba. Que ya no es tan tenebroso, si uno se lee antes los comentarios que os he resumido.
El caso es que estos últimos tiempos ando de dentistas. Tras una prolongada trifulca con el Boss de la Clínica Dental que cuida mis piños, una de mis cuatro muelas de juicio ha caído en el fragor de la batalla. Durante años me he resistido a su extracción, pero la muy ladina empezó hace unos meses a moverse y ello ha dado al sacamuelas argumentos suficientes como para llevarme al huerto. Mi muelita se resistió a dejarme, a pesar de su aparente mala adhesión, pero las profesionales artes de una joven dentista del equipo, cuya sola presencia mitiga el trance, acabo definitivamente con ella.
Aprovechando que el Urumea es un río que pasa por las proximidades de la Clínica Dental, el Dentista Jefe decidió que, dada mi ya provecta edad, convenía un plan Renove del resto de mi piñada. Y en ese plan se incluía el levantamiento de un par de amalgamas de mercurio que llevan conmigo muchos años, obturando unas caries, sin causar el más mínimo problema. Plan al que no he podido negarme, este caso sin resistencia, tanto por razones de "renovación de materiales" como por el hecho estético de que se me ven al sonreir y salen en muchas fotos, que luego hay que andar retocando con el Photoshop. Así que este jueves, la primera de ellas ha sido sustituida por un relleno a base de un polímero, que ya veremos qué resultado da, que me conozco bien el percal y no todo es de color de rosa en los polímeros para dientes. Precisamente, por esa razón, hay muchos dentistas que siguen colocando amalgamas.
Pero he estado a punto de llamar a un notario para dejar constancia que eran sólo esas las razones que me empujaban de nuevo al sillón de los antiguos tormentos (hoy la santa Química y sus anestésicos lo han dejado en algo molesto pero no doloroso). Porque no quiero que se me confunda con esa corriente de amalgamofobia que parece irse extendiendo. En los últimos tiempos, he oído unas cuantas historias de personas que, por prescripción facultativa, se hacen extraer todas las amalgamas que lleven sobre la base de que les han vendido que son las causantes de múltiples males, que van desde cánceres de hígado y riñón a todo tipo de problemas alérgicos o dermatológicos.
En el fondo, se repite una historia que ya hizo furor en su día en los USA donde, en muchos casos, era constatable que se trataba de una forma con la que desaprensivos dentistas incrementaban sus nóminas. Si alguien está interesado en el devenir de esa historia, puede picar en este enlace a una de mis webs favoritas. Mi sensación es que allí el planteamiento de los antiamalgamas ha ido variando en los últimos años y ahora pueden encontrarse muchos sitios en internet en los que se llega a abogar en contra de las amalgamas porque los que las llevamos enviamos mercurio a la atmósfera en cada una de nuestras expiraciones. Algo que demuestra que no saben mucho de presiones de vapor y temas quimico-físicos relacionados.
Pero para terminar de darme el guión para una entrada, esta misma mañana, mi colega, el Prof. Leiza, hernaniarra al que todavía no han quitado el carnet (cosa que no pasa conmigo), me ha pasado un correo que demuestra cómo se puede tergiversar un tema. Sobre la base de un anuncio tenebroso como el que veis a la derecha (podeis picar sobre él para verlo en detalle,) el autor del email redacta despues un texto casi apocalíptico de lo que puede ocurrir si una bombilla de bajo consumo se rompe y el mercurio de su interior se escapa. Ya sabeis que estas bombillas son ahora inevitables, al haber cesado la producción de las incandescentes de toda la vida.
Pero no hay como ir a las fuentes para poder desenmascarar este tipo de mensajes alarmistas. Si uno navega en la página web del Department for Environment, Food and Rural Affairs inglés, al que se hace referencia en el mensaje, uno puede encontrar esta extensa página dedicada al asunto. Por si andais un poco perezosos para leerla o si sois de los que no andais sobrados en inglés y luego me echais la bronca por poner estos links en lenguajes "no cristianos", os diré que la página contesta a varias FAQs o preguntas habituales sobre el tema en el siguiente tono:
Las bombillas de bajo consumo no suponen un riesgo para la salud humana. Efectivamente contienen mercurio limitado a 5 mg por bombilla, aunque lo usual es que contengan entre 3 y 4 mg. Esa cantidad está calculada para que se vaya consumiendo durante el periodo de vida media de la bombilla. Incluso aunque se rompa, la pequeña cantidad que pudiera escaparse no puede causar daño alguno.
En realidad, durante su uso, estamos limitando la emisión de mercurio a la atmósfera puesto que, al ser bombillas muy eficientes, estamos limitando el consumo de energía y, por tanto, hacemos menos necesaria su producción en centrales que, como las térmicas, son una de las mayores fuentes (hasta el 31%) de emisión de mercurio a la atmósfera (no los pobres portadores de amalgamas, este comentario es mío).
Las bombillas de bajo consumo se rompen más dificilmente que las convencionales, haciendo menos probable que el mercurio salga de ese recipiente que lo contiene.
Y acaba dando consejos sobre cómo desahacerse de las bombillas que ya no funcionen o con las que se rompan. Que no coinciden estrictamente, ni en el tono ni en el contenido, con los consejos del tenebroso cartel de arriba. Que ya no es tan tenebroso, si uno se lee antes los comentarios que os he resumido.
El problema ambiental de las amalgamas de mercurio, en todo caso, se encuentra en la incineración de cadáveres. Sería interesante comprobar la cantidad de mercurio que lleva cada empaste...
ResponderEliminarAproximadamente el 50% de una amalgama dental es mercurio: el resto es plata, cobre, estaño,...
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