En mis reiteradas diatribas sobre la homeopatía, he mencionado varias veces a Boiron, la multinacional de origen francés, líder en la preparación de esos timos a base de azúcar que son los preparados homeopáticos. Ayer, día 28, un colega de la Universidad de Zaragoza me alertaba de un comunicado de la misma en el que se anunciaba la creación de la Cátedra Boiron, para mejorar "el conocimiento que sobre la homeopatía tienen los profesionales sanitarios y la sociedad en general". La reacción no se ha hecho esperar y, hoy mismo, en la investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad del Pais Vasco del Profesor Francisco Ayala, el galardonado le hacía unas declaraciones (merece la pena leerse el link que os he puesto, es cortito) a Luis Alfonso Gámez, periodista científico en El Correo, con el compartí programa en los recientes Cursos de Verano de Donosti, que dejan bien claro lo que piensa al respecto un biólogo de talla mundial. He aprovechado la coyuntura para añadir a mis favoritos el Blog de Luis Alfonso (Magonia) porque mantiene desde hace tiempo una arisca batalla contra la irracionalidad imperante.Y no voy a extenderme mucho más, que bastante cabreo tengo con el hecho de que la Universidad que me crió a sus pechos como químico, se haya rendido a la pasta del gabacho. Menos mal que, para compensar, a la misma hora que se celebraba la ceremonia de Ayala en Leioa, yo estaba deleitándome en una ceremonia similar en la Universidad de La Rioja, que hoy investía como Doctor Honoris Causa a mi querido profesor de Química Orgánica en mis tiempos de estudiante zaragozano y buen amigo, José Barluenga. Su discurso de ingreso en el Claustro de la Universidad riojana, con su peculiar y convincente estilo pedagógico, ha dejado bien claro los esfuerzos que los químicos del mundo realizan para mejorar múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, incluida la salud. Y no como Boiron, que poco esfuerzo necesita para innovar cómo se menea el azúcar de sus preparados.
Como todos los procesos en los que hay que elegir entre muchas opciones, la adjudicación de los Premios Nobel tiene, muchas veces, resultados que sorprenden a los que no conocemos sus entresijos. En lo que concierne a este año, no deja de ser sorprendente que, por un lado, se conceda el Premio Nobel de Medicina a un señor (Robert G. Edwards), nacido hace ya 85 años, por un descubrimiento con el que la gente lleva un cuarto de siglo solucionando sus problemas de infertilidad, mientras que, por otro lado, se de el Nobel de Física a dos investigadores de origen ruso, aunque trabajan en Manchester, uno de los cuales tiene sólo 36 añitos de nada. Y, además, por el descubrimiento de un material en el que se tienen depositadas muchas esperanzas pero que, hoy por hoy, la mayoría de sus potenciales posibilidades a escala práctica y accesible al personal están por demostrar. No parece, por tanto, que los criterios de los jurados sean comparables. Pero como decía un buen amigo mío, dejadme elaborar un baremo y, como resultado, selecciono a quien querais. En todo caso, el Nobel de Física me va a servir como excusa para una entrada.
En un día tan lejano como el 4 de mayo de 2006, colgaba yo otra entrada en la que os hacía ver las diferencias entre un tipo de carbón similar al que extraen los mineros (pero mucho más puro), al que se denomina grafito, y el diamante. Con grafito se hacen muchas cosas pero es conocido popularmente por constituir las minas de los lápices. Con el diamante también se hacen muchas cosas pero, también popularmente, se liga su nombre con la imagen de mujeres ricas o de alta alcurnia. Aclarábamos también en aquella entrada el origen geológico y las razones estructurales de tales diferencias. El grafito es la acumulación, o apilamiento en capas, de redes de dos dimensiones, constituidas por hexágonos integrados por átomos de carbono unidos por enlaces covalentes (como la que se ve en la figura) de arriba, en la que podeis picar para verla mejor. Las diferentes capas se mantienen unidas por simples fuerzas físicas que no implican enlaces químicos entre los átomos que las constituyen. En el diamante, por el contrario, hay uniones covalentes entre esas capas propagándose así el conjunto en todas las direcciones del espacio en forma de redes tridimensionales.
Cuando esas láminas bidimensionales de la figura de arriba se enrollan en forma de tubos tenemos los famosos nanotubos de carbono. Si se cierran en forma de esferas, tenemos los fulerenos. Por tanto, esas redes bidimensionales son la madre de los fulerenos, de los natubos y del grafito (y, por extensión, la madre de todos las minas de lápiz). Cuando consideramos esas capas aisladamente tenemos lo que, ya hace algún tiempo, recibió el nombre de grafeno. Y gracias a este grafeno André K. Geim (el más viejo de la pareja de rusos) y Konstantin Novoselov (el imberbe) se van a repartir los diez millones de coronas suecas del Nobel.
El que el grafito fuera una acumulación de redes bidimensionales de grafeno sin muchas fuerzas que las mantuvieran juntas, ya se conocía desde hace tiempo. Pero en lo que se había fallado es en aislarlas individualmente, por más que se intentara por procedimientos más o menos sofisticados. La tarea no era fácil, porque una capa de ese tipo tiene, tal y como se ve en la mencionada figura, el espesor correspondiente a un minúsculo átomo de carbono, lo que viene a ser aproximadamente tres veces inferior a un nanómetro. Y en esa ardua tarea andaba mucha gente, hasta que a estos dos ciudadanos les dio por jugar en sus ratos libres (particularmente los viernes a la tarde, según han confesado) con las humildes minas de los lápices.
El link que aquí os pongo os llevará a un número de marzo de 2008 de la revista Scientific American en el que, en una serie de diapositivas, se explica cómo pueden obtenerse láminas de grafeno de un cierto tamaño, mediante el pedestre procedimiento de machacar minas de lápiz y jugar con ellas, pegándolas y despegándolas con una simple cinta adhesiva tipo Cello o Scotch. Todo ello llevado a cabo, eso si, con mucho miramiento, no hay más que ver los gorros que llevan los investigadores.
Una vez que consiguieron minúsculas cantidades del mencionado material, los privilegiados que podían disponer de ellas se encontraron con que el grafeno era de una extraordinaria dureza, químicamente estable incluso por encima de la temperatura ambiente y capaz de conducir la electricidad a velocidades mucho más altas que cualquier otra sustancia conocida. En base a sus propiedades, como decía arriba, los ingenieros de los mejores laboratorios del mundo están explorando las posibilidades de fabricar con grafeno productos como nanocomposites ultratenaces, pantallas inteligentes, transistores ultrarrápidos o nuevas generaciones de ordenadores. Y los físicos teóricos andan encantados con el grafeno porque les permite chequear modelos y teorías para las que antes necesitaban los resultados de carísimos experimentos de astrofísica o desarrollados en laboratorios de partículas de alta energía.
El descubrimiento del grafeno no es sólo peculiar por haber empleado cosas tan humildes como una cinta adhesiva o los ratos libres del friday afternoon. André G. Geim es también un tipo muy especial. En el año 2000 le dieron el Premio Ig Nobel, divertido Nobel alternativo del que ya os hablé en una entrada el año pasado, por un experimento en el que usaba imanes para conseguir que las ranas levitasen. Al año siguiente, en una revista bien conocida como Physica B, el mismo Geim publicó un artículo titulado “Detection of earth rotation with a diamagnetically levitating gyroscope”. El segundo firmante del artículo era H.A.M.S. ter Tisha, un nombre que parece holandés (en aquella época Geim estaba en el país de los tulipanes) pero que, en realidad, encubría a su hámster de nombre Tisha.
P.D. para una gozosa buena nueva. Jorge Ruiz ha hecho caso de nuestras lamentaciones y ha vuelto a publicar lamargaritaseagita. Así que, ahí a la derecha, seguirá figurando entre mis Blogs favoritos.
Sigo el hilo de la última entrada, que tenía que ver con los tribuletes, tras la que algunos comentarios me sitúan en el bando de los ingenuos en lo relativo a lo que se cuece en los medios. Nada más lejos de la realidad, pero que cada cual piense lo que quiera. En lo que a mi respecta, sigo comprando periódicos pero, sinceramente, cada vez los leo menos. Solo las estampas, que decía la abuelita de mi comadrona. Quizás sea ese desapego creciente el causante de mi sorpresa ante un soplo que me ha pasado una de las gargantas profundas de este Blog y sobre lo que yo no había leído u oído en ningún otro sitio hasta entonces.
La noticia se refiere a un sucedido que tuvo lugar durante el mismo puente en el que los Surfin Kaos martirizaban mis tímpanos. Ese lunes, el 11 de octubre de 2010, un representante de Los Verdes alemanes (quizás los Verdes más relevantes, porque incluso han tocado pelo en el Gobierno teutón) impartió una conferencia invitada en el marco de la tercera reunión anual del colectivo denominado ESWET, una asociación que agrupa a los empresarios europeos que suministran tecnología para el manejo integral de residuos. Ese evento tuvo lugar en Bruselas, bajo el patrocinio de la Presidencia belga de la Comunidad Europea. El ponente, que responde al nombre de Michael Weltzin, fue presentado como Asesor Científico del Grupo Parlamentario Alianza 90/Los Verdes en el Bundestag o Parlamento alemán. Su conferencia se titulaba "Saving resources and protecting the climate. Waste policy concepts of Alliance 90/The Greens in Germany" en la que, básicamente, trataba de explicar la filosofía medioambiental de Los Verdes alemanes de cara a 2020. El texto completo lo podeis bajar de la web de la ESWT picando aquí. Es un documento pdf con todas las transparencias que usó Weltzin en el evento. Está en inglés pero creo que casi todo el mundo puede entenderlo.
Para el que no quiera perder mucho tiempo leyendo el pdf, trataré de hacer un resumen, con todos los matices personales que ello introducirá. Tras definir conceptos clásicos de Residuos Sólidos Urbanos, el especialista aborda la historia de la regulación del tratamiento de los mismos, la situación actual en los diferentes países de la UE, los beneficios que el tratamiento de residuos pueden generar, tanto ambiental como económicamente, para, finalmente, plantear lo que hay que hacer de cara a futuro para seguir progresando en esta pelea contra la basura que nos invade. Tras unas transparencias sobre los plásticos y los bioplásticos que no comparto en absoluto (pero eso es otra historia), el asunto se pone al rojo vivo cuando empieza a valorar y comparar las diferentes alternativas para el tratamiento de residuos. Y ahí está la noticia.
Predice poco o ningún futuro para ciertas estrategias que, todavía en este siglo, han sido o siguen siendo propugnadas por muchos "verdes" que tenemos próximos, como los vertederos con recuperación de metano (mucho peor gas invernadero que el CO2) o el MBT o tratamiento mecánico biológico, que supone la separación mecánica de los residuos urbanos en dos partes bien diferenciadas: por un lado, lo biodegradable o putrescible (básicamente comida, restos de podas y similiares) que se somete posteriormente a un proceso biológico y, por otro lado, todo lo demas. De esta segunda fracción se intenta separar, posteriormente, todo lo reciclable (papel, cartón, plásticos, vidrio, etc.).
Frente a esas alternativas, Los Verdes consideran como una opción muy valorable la incineración (¡toma primicia!). Es verdad que la noticia no es del todo nueva, porque ya en 2005, un documento proveniente del Ministerio de Medio ambiente alemán, gestionado por los propios Verdes, se interrogaba sobre si la incineración era un riesgo potencial o no. Pero aquel no dejaba de ser un documento técnico, elaborado por los expertos de un Ministerio. Ahora, la implicación del Grupo en esta estrategia es mucho más nítida y me sorprende que no haya tenido el reflejo mediático que otras insignes chorradas sobre estos temas han tenido y suelen tener.
Bienvenido sea el cambio. Como no podía ser de otra manera, el Grupo justifica el mismo arrogándose el mérito de haber conseguido cerrar las plantas incineradoras operativas en los años ochenta, con insuficiente control sobre las emisiones de productos peligrosos (especialmente dioxinas), algo que habían denunciado ellos y algún colaborador de este Blog. No puedo dejar de citar al respecto que ya en 1997, la Diputación Foral de Gipuzkoa cerró una incineradora en Arrasate con tecnología obsoleta a ese respecto. Los Verdes alemanes e arrogan también el mérito de haber conseguido que esa campaña haya dado lugar, en los noventa, a la aparición de tecnologías de incineración más limpias que, dicho sea de paso, algunos siguen sin querer reconocer. Y donde yo vivo hay muchos ejemplos al respecto en todos los colectivos (incluídos los dentistas).
Así que avisados quedais si tampoco estábais enterados. El Blog del Búho casi siempre está a la última. O eso creo.....
P.D. Me duele tener que hacerlo pero voy a eliminar de aquí a unas semanas el link a lamargaritaseagita de mi colega Jorge Ruiz quien, en un quiebro dialéctico, le ha cambiado el nombre por lamargaritaseagota y ha dejado de publicar sus divertidas y bien documentadas entradas sobre Tecnología de Alimentos y sus implicaciones en la cocina actual. Espero que sea una desaparición pasajera, solo producto de la agitada vida que Orges lleva. Un día de éstos, en mi sabático, me escapo a verte, colega.
Pocas de las ya casi 280 entradas de este Blog han tenido que ver con algo que no huela a Química. Algún aviso sobre cambios en el Blog, alguna nostálgica referencia a los Macs de las catacumbas y poco más. Pero como ya he dicho alguna otra vez, un Blog no deja de ser una especie de diario del que lo escribe y, en esa tesitura, se han colado al tresbolillo muchas intimidades del Búho, ocasiones en las que me he llevado más de una reprimenda de mi santa. La entrada de hoy, que quede claro desde los inicios, no tiene nada que ver con la Química, sino con mi ya larga pelea contra el ruido. Un tipo de contaminación olvidada, que los diversos concejales progres que ha tenido el Calvo que nos gobierna pretenden meter reiteradamente en mi domicilio, por aquello de que vivo en una céntrica Plaza que se presta a organizar todo tipo de festejos "culturales" (o "kulturales" en versión autóctona).
El caso es que el puente del Pilar fue una de esas ocasiones en las que, de nuevo, las huestes de Odón la emprendieron con el chunda chunda en una carpa instalada bajo mi nido. Ya deben dar por descontada la existencia de un comando autónomo bien organizado que, en cuanto se pasan de tiempo o nivel de ruido, empezamos a llamar como desaforados a la Guardia Municipal (GM). Y allí anduvimos peleando el mencionado puente. El miércoles 14 una ciudadana se quejó al Diario Vasco (DV), en sus Cartas al Director, de la irrupción de la Guardia Municipal donostiarra en dicha carpa, durante el concierto de un grupo que atendía al elegante nombre de Surfin Kaos, para avisarles de que fueran parando porque se habían pasado de tiempo y decibelios. Se sorprendía la ciudadana de que quisiéramos ser Ciudad Europea de la Cultura 2016 cuando no sabíamos ni aguantar un concierto.
El Búho, que anda un poco desocupado esta temporada, decidió contraatacar y mando una réplica al mismo DV en términos que os reproduzco:
RUIDO Y CULTURA
Los eventos que menciona M. Sáez en Cartas al Director del 14 de octubre se refieren a la carpa instalada entre el KM y Correos durante el puente pasado. La empresa Astesa empezó a montarla a las 7.15 de la mañana del jueves y en la madrugada del 13 había actividades de desalojo. A cualquier ciudadano que quiera hacer obras en su casa no le permiten esos horarios, por razones obvias.
Algunas actividades de la carpa no ocasionaron molestias al vecindario pero el concierto al que la Sra Saez hace mención (y otras) incumplieron reiteradamente horarios y decibelios, cosa que la Guardia Municipal reconocía a quien quisiera llamarles. Pero, según ellos, no tienen competencias más que para notificar el incumplimiento. Es como si uno aparcara en doble fila reiteradamente y la GM se limitara notificarlo a quien corresponda sin proceder inmediatamente con una multa o una grúa.
No se si un concierto de Surfin Kaos es kultura (aqui me cambiaron la k por una c) o no. Otras actividades culturales se llevan a cabo en recintos cerrados, sin ruido que invada la esfera privada que es un domicilio. Con el agravante de que los eventos citados concitaron menos espectadores que ciudadanos insomnes, despreciando además las normas cívicas que el Ayuntamiento les había impuesto. Lo que dice además muy poco de los patrocinadores, el antiguo CAT y el KUTXA Kultur Zirkuitoa, que no parecen controlar con quien se gastan los cuartos. De cueros ajenos largas correas….
Lo que figura en rojo es lo que un intrépido plumilla del Grupo Vocento cortó de mi escrito. A pesar de ceñirme escrupulosamente al número de líneas mecanografiadas que se exigen al remitir un escrito de este tipo. Es cierto que en la sección se especifica que el DV se reserva el derecho de publicar lo que le venga en gana, pero los lectores de este Blog, seres perspicaces donde los haya, se habrán ya dado cuenta de que las tijeras han andado muy diligentes en todos aquellos párrafos en los que, curiosamente, aparecen Empresas e Instituciones. Además de verificar que, tras la poda, mi delicada y preclara prosa se transforma en un texto casi sin sentido.
Escaldado estoy del experimento. He llamado al DV para preguntar si tienen Defensor del Lector y me han dicho que nones. Esto es lo que tiene vivir en provincias. Así que ajo y agua para el Búho. Por ahora... Que argumentos no me faltan. Mientras redactaba este post, mi colega Antxon Santamaría me ha mandado un mensaje de apoyo, en el que me insta a trasladar al Observatorio de Derechos Humanos, del que nuestro Odón alardea, el hecho de que, entre los más refinados métodos de tortura empleados en Guantánamo, se encuentra el de someter a los reclusos a ruidos sin cuento durante las veinticuatro horas. Y me adjunta este link.
Como en la mayoría de los casos en los que una idea basada en el conocimiento científico, pasa a formar parte de nuestras vidas en forma de algo que, genéricamente, llamamos aplicación, el camino a recorrer es, en general, muy largo y, a veces, angustioso. Ahí está el caso de la aprobación de determinadas moléculas químicas como medicamentos, o la de otras que puedan utilizarse como pesticidas no dañinos para el medio ambiente. Cuestión sobre la que volveré un día de éstos, que tengo ya bastante información al respecto. Pues, en menor medida, ese ha sido también el caso del chicle que no se pega, al que ya hice referencia en un par de ocasiones en este Blog (ver este link y este otro, entradas publicadas con un año de diferencia y la última hace ya año y medio).
Pero ahora parece que si es la buena. Si visitais la página web de la empresa Revolymer, encontrareis allí un encabezado publicitario en el que ya se anuncia la versión comercial del cojochicle, con una figura similar a la que ilustra esta entrada. Su nombre es Rev7, ya cuenta con el placet de las entidades regulatorias en Estados Unidos y parece que están a punto de conseguirlo en Europa, según declaraciones de Terence Cosgrove (el jefe del asunto) de la Universidad de Bristol a la revista Chemistry World de la Royal Society of Chemistry inglesa.
Pasado este tiempo, conocemos el secreto de la formulación con algo más de detalle del que se daba en las dos entradas que he mencionado anteriormente. Como ya contaba allí, el problema de las gomas de mascar que se pegan es que están constituidas, generalmente, por copolímeros de estireno y butadieno o de etileno y acetato de vinilo. Lo de menos es el nombre para los que no estais en esta pomada de los polímeros. Lo importante es que uno y otro copolímero son sustancias que, además de pegarse con facilidad a las superficies, son bastante hidrofóbicas (es decir, repelen el agua) con lo que es difícil tratar de eliminarlos mediante el clásico método de una máquina barredora que usa agua y jabón.
La idea de los de Revolymer, como ya adelantábamos en la anterior entrada, es emplear un polímero anfifílico, un polímero que tiene en su cadena parte hidrófobas del tipo de las anteriores pero también partes hidrofílicas a las que gusta el agua. Hoy ya sabemos, cosa que no pasaba en tiempos de mi última entrada al respecto, que la goma del Rev7 es un copolímero de los que nosotros llamamos de injerto. Se trata de una cadena de poliisopreno, el mismo material base de muchos neumáticos, cadena de la que cuelgan ramas de polióxido de etileno, un polímero que, en estado puro, es soluble en agua, biodegradable y biocompatible.
Esta inteligente estructura tiene muchos efectos adecuados al objetivo de impedir que muchas calles estén como mi Plaza del Buen Pastor, pasto de la odiada tienda de chuches de mi portal. En primer lugar, esa goma se adhiere menos fuertemente a la mayoría de las superficies. En segundo lugar, las ramas de polióxido de etileno permiten absorber y retener agua, condición clave para que las ramas de polióxido puedan irse degradando hasta resultar una especie de polvo en menos de 6 meses. Por otro lado, al ser el polióxido biodegradable, el impacto ambiental de los millones y millones de chicles será menor. Y, finalmente, muchas de las moléculas empleadas en los jabones líquidos como surfactantes forman complejos con el polióxido de etileno, lo que facilita el poder eliminar la goma con el uso de detergentes convencionales en muchos tipos de superficies, incluida la ropa o las alfombras.
Pero sigo estando igual que estaba en la entrada de febrero de 2008. Sin una muestra a la que hincar el diente en el laboratorio. Así que casi repito el final de esa entrada. Si alguien viajando por el mundo (tengo lectores muy viajados y viajeros) encuentra en algún aeropuerto el famoso Rev7 que me compre una cajita. Prometo pagarla generosamente.
Espero que Rev7 cumpla con las expectativas, la goma se vaya implantando y los de Revolymer se acaben forrando cuando alguna multinacional del chicle se quede con el negocio. Me encantaría que una idea basada en ciencia básica de polímeros y desarrollada con lo que, en principio, fué una pequeña empresa de spin-off, acabe resolviendo parte del mugriento problema de los chicles.
Las entradas de este Blog están clasificadas por categorías. Visto el título que encabeza ésta, y dada mi afición a las cosas gastronómicas, parecería lógico que estuviera encuadrada en la categoría que he denominado Química y Gastronomía y que recoge, entre otras nimiedades, mis pinitos químico-gastronómicos de los últimos años. Pinitos que tienden a su fin por mi ya provecta edad, por mi adhesión a la teoría de Einstein que establece el aburrimiento como el estado más elevado de excelencia intelectual y porque, para esos fines, ya tenemos ahora en Euskadi un referente (el Basque Culinary Center) que iluminará nuestros restaurantes y sus manteles. Así que esto no va de Química y Gastronomía, como pudiera esperarse, sino de leyendas urbanas, que en este Blog se engloban en la categoría Patrañas.
Nuestro buen amigo C. regenta un bazar de cosas electrónicas cerca de nuestro nido. Es nuestro referente (éste ya consolidado, no como el BCC) para cambiar unas pilas, elegir unos auriculares que aguanten mis audiciones nocturnas, antes de caer en los brazos de Morfeo y maltratarlos, o para comprar un telefóno. Este viernes hemos ido a comprarnos un inalámbrico porque el anterior ha pasado a mejor vida. C. nos ha mostrado los que considera mejores modelos y, al final, nos ha recomendado uno, entre cuyas cualidades diferenciadoras está una que él considera muy importante y que tiene que ver con la menor energía de radiofrecuencia emitida por este modelo con respecto a los precedentes. Y para reforzar su argumento, nuestro buen amigo nos contó que unos miembros de Greenpeace (no tengo la prueba fehaciente, pero C. es un vendedor honesto que no se permitiría una fantasmada) les habían mostrado, en unas jornadas, un vídeo en el que se cocía un huevo entre dos teléfonos móviles trás unas cuantas horas de exposición. La conclusión es obvia, ¡a saber que puede pasar con nuestro cerebro al cabo de unos cuantos años de utilización de nuestros inalámbricos!.
No le dije nada a C. porque estoy empezando a considerar seriamente que no merece la pena perder amigos sinceros, con los que uno se lleva bien, sobre la base de polemizar sobre la Quimifobia, la homeopatía o los fertilizantes naturales. Pero en el Blog lo tengo que contar y si por casualidad me lee, como es un tío listo, seguro que entiende mis silencios y mis argumentos.
En Internet hay una vasta bibliografía sobre el tema. Una de mis páginas de referencia sobre leyendas urbanas, que ya he mencionado otras veces, establece, como origen de la diseminación de este bulo, la publicación de una noticia al respecto en la web de un inglés llamado Charles Ivermee en el año 2000, un tiempo en el que había gran preocupación sobre el daño que las ondas de telefonía móvil y similares podían causar en los humanos. Es curioso que el tal Ivermee parece haber declarado, posteriormente, que si publicó la noticia fué porque la mencionada preocupación por las ondas de radiofrecuencia le parecía una chorrada manifiesta, así que la publicación en su web pretendía ser una forma de desacreditar esas ideas. El hijo de la Gran Bretaña no debió ser muy convincente en sus argumentos porque si algo consiguió fué justo el efecto contrario.
No voy a daros datos técnicos muy prolijos, pero hay cálculos sencillos que permiten derivar que un huevo mantenido entre dos teléfonos móviles trabajando a tope (o sea, reproduciendo algún tono salvaje de esos que ahora se estilan), durante una hora, no conseguirían elevar la temperatura del huevo más allá de 10-12º y eso suponiendo que toda la energía se transmitiera al huevo, lo que es literalmente imposible porque parte se pierde en el ambiente, el huevo tiene cáscara, etc.
Pero como una imagen vale más que mil cálculos, os voy a colgar un vídeo de unas jornadas de divulgación de la Ciencia llevadas a cabo por una Universidad australiana. Está en inglés pero, básicamente, consiste en una experiencia en la que durante una hora se pone un huevo entre dos móviles funcionando, otro se coloca próximo a una especie de módem inalámbrico que emite con una frecuencia (y energía) diez veces mayor que la de los móviles y un tercero de control se sitúa en condiciones de cercanía a los artilugios similares a las personas que siguen el experimento en la sala. Transcurrida la hora, los tres huevos se cascan igual y dejan caer el mismo conjunto viscoelástico de clara y yema.
Lo que tienen (tenemos, porque me adhiero a ellos con ganas) que trabajar los escépticos para deshacer patrañas.