Es que a veces le ponen a uno el escribir una entrada tan a huevo que no puede resistirse ni unas horas. Esta si será una entradita de andar por casa, pero si no lo cuento reviento.
Este largo fin de semana he tenido una de las innumerables polémicas que jalonan mi vida en torno a la incineración. Nada nuevo bajo el sol en lo que a mi respecta. Y como siempre, acaba saliendo el tema de los colectivos anti-incineradora y, particularmente, el liderado por una serie de galenos (dentistas algunos de ellos) que se han opuesto a una incineradora que se instalaba relativamente próxima a sus selectivas mansiones.
Pero resulta que hoy vuelvo al trabajo y me encuentro con que un lector impenitente de mi Blog me manda un artículo publicado en el Los Angeles Times el pasado 26 de diciembre en el que se cuenta la atribulada situación de un funerario de un Condado de Colorado, al que los vecinos no le han dejado ampliar sus instalaciones por pretender instalar en ellas un horno crematorio (una incineradora, a fin de cuentas). Sus conciudadanos se han enterado que el mercurio de las amalgamas empleadas para obturar caries por los dentistas se vaporiza a las temperaturas del horno de cremación, pasa a la atmósfera y con la lluvia cae al suelo, con lo que acaba en corrientes y reservas acuosas y, de ahí, a los organismos que en ellas viven. Y que hay datos por ahí que dicen que en el Reino Unido el 16% de las emisiones de mercurio provienen de esa fuente. Ya se sabe que los ingleses son muy pulcros en esto de morirse y el 76% de los vivos en 2005 elegían esta opción para volver a ser polvo.
Y dado que la cremación es una alternativa también rampante en el manejo de cadáveres americanos, le han exigido al pobre funerario de Colorado que, o instala un filtro adecuado para retener el vapor de mercurio (500.000 $ la broma), o establece como ritual previo a la cremación el dejar a los cadáveres sin sus piños (desdentados, vamos). El funerario se resiste por razones obvias. La primera opción le arruina y la segunda le deja en una situación delicada ante los familiares de los fiambres, sus clientes.
De nuevo, no voy a ser yo quien se oponga a andar con cuidado con el mercurio (o incluso a hacerlo desaparecer en lo posible de nuestras vidas). Eso ya quedó claro en una de las entradas de las que más orgulloso me siento en la fase anterior del Blog. Pero en esto, como en la incineradora junto a las casas de los dentistas, alguien ha perdido el Norte.
Este largo fin de semana he tenido una de las innumerables polémicas que jalonan mi vida en torno a la incineración. Nada nuevo bajo el sol en lo que a mi respecta. Y como siempre, acaba saliendo el tema de los colectivos anti-incineradora y, particularmente, el liderado por una serie de galenos (dentistas algunos de ellos) que se han opuesto a una incineradora que se instalaba relativamente próxima a sus selectivas mansiones.
Pero resulta que hoy vuelvo al trabajo y me encuentro con que un lector impenitente de mi Blog me manda un artículo publicado en el Los Angeles Times el pasado 26 de diciembre en el que se cuenta la atribulada situación de un funerario de un Condado de Colorado, al que los vecinos no le han dejado ampliar sus instalaciones por pretender instalar en ellas un horno crematorio (una incineradora, a fin de cuentas). Sus conciudadanos se han enterado que el mercurio de las amalgamas empleadas para obturar caries por los dentistas se vaporiza a las temperaturas del horno de cremación, pasa a la atmósfera y con la lluvia cae al suelo, con lo que acaba en corrientes y reservas acuosas y, de ahí, a los organismos que en ellas viven. Y que hay datos por ahí que dicen que en el Reino Unido el 16% de las emisiones de mercurio provienen de esa fuente. Ya se sabe que los ingleses son muy pulcros en esto de morirse y el 76% de los vivos en 2005 elegían esta opción para volver a ser polvo.
Y dado que la cremación es una alternativa también rampante en el manejo de cadáveres americanos, le han exigido al pobre funerario de Colorado que, o instala un filtro adecuado para retener el vapor de mercurio (500.000 $ la broma), o establece como ritual previo a la cremación el dejar a los cadáveres sin sus piños (desdentados, vamos). El funerario se resiste por razones obvias. La primera opción le arruina y la segunda le deja en una situación delicada ante los familiares de los fiambres, sus clientes.
De nuevo, no voy a ser yo quien se oponga a andar con cuidado con el mercurio (o incluso a hacerlo desaparecer en lo posible de nuestras vidas). Eso ya quedó claro en una de las entradas de las que más orgulloso me siento en la fase anterior del Blog. Pero en esto, como en la incineradora junto a las casas de los dentistas, alguien ha perdido el Norte.
Esto del mercurio...no es ningún chiste....
ResponderEliminarEstaba leyendo que las vacunas tienen etilmercurio, y se ha asociado al aumento de casos de AUTISMO....Realmente preocupante.