Lo que hoy os voy a contar tiene poco que ver con la Quimiofobia o la Química que suelen inspirar muchas de mis entradas. En este caso, se trata de una curiosidad que ha surgido de forma casual, tras recibir una de las muchas alertas de revistas científicas a las que estoy suscrito. En el caso que nos va a ocupar, me llegó esta semana una alerta de la llamada Scientific Reports que publica el grupo Nature. Como en el título aparecía la palabra owl (búho) decidí echarle una ojeada. Se trata de un artículo de científicos españoles, liderados por un investigador de la Estación Biológica de Doñana. Y hace referencia a placas de pizarra grabadas durante la Edad del Cobre que, generalmente, se han encontrado en yacimientos tanto españoles como portugueses, en el suroeste de la Península Ibérica.
Una de esas placas, la que ilustra esta entrada y que podéis ampliar clicando sobre ella, fue encontrada en Cerro de la Cabeza, un sitio arqueológico muy interesante situado en la provincia de Sevilla. La placa data de finales del tercer milenio antes de Cristo y pertenece a los fondos del Museo Arqueológico de Sevilla (*). Basta ver sus dos grandes ojos centrales para identificar en ella la imagen de un búho. Dado el fetichismo que tengo por estos pájaros, la maravillosa imagen y su antigüedad, no me quedó otro remedio que seguir leyendo el artículo. Busqué después la imagen en el Museo sevillano e, incluso, entré en su tienda para ver si era posible comprar algo con ella relacionado. Pero no hubo suerte.
La placa en cuestión, y otras similares, pesan en torno a un kilo y suelen tener dimensiones parecidas a la palma de la mano. La que os muestro aquí mide 20,8 cm de alto por 15,3 cm de ancho y tiene un grosor máximo de 1,5 cm. Dicen los autores que esa y otras placas que también se muestran en el artículo, recuerdan a dos tipos de búhos que aún hoy están muy presentes en la zona, el mochuelo común (Athene noctua) y el búho chico (Asio otus) que, posiblemente, fueron también los búhos más abundantes alrededor de los asentamientos humanos de ese período histórico, como el de Cerro de la Cabeza. La gente de la época tuvo que ser consciente de su presencia e, incluso, haber interactuado con ellos. El por qué en estas placas aparecen muchos búhos, pero no otros animales, podría deberse a que los búhos son los más antropomórficos de todos los animales, con los ya mencionados grandes ojos frontales en sus enhiestas cabezas. Incluso hoy en día, los búhos se representan sistemáticamente, con sus dos ojos mirando al observador.
Los autores del artículo explican que esas placas están hechas de pizarra por ser esta una de las rocas más comunes en el suroeste de Iberia, proporcionando además algo parecido a un lienzo en blanco (aunque pétreo y gris) donde grabar líneas, utilizando herramientas puntiagudas de pedernal, cuarzo o cobre. Y que la forma en la que las pizarras se exfolian facilita la elaboración de placas con aspecto de búho. Si quisiéramos hacer lo mismo con las siluetas de otros animales, y que se identificaran como tales, exigiría por parte del "artista" habilidades adicionales de tallado y el uso de herramientas más específicas. La fabricación y el diseño de estas placas era algo sencillo y no requería altas habilidades ni mano de obra intensiva, como ha podido demostrarse con experimentos de replicación de estos diseños.
Especulan los autores con que estas placas de búhos podrían haber sido ejecutados por gente joven, ya que se parecen a los búhos pintados hoy en día por estudiantes de primaria, una prueba de que los dibujos esquemáticos son universales y atemporales. Al final, proponen que esas placas de pizarra con forma de búho pudieran ser los restos de un conjunto de objetos utilizados tanto en actividades lúdicas como en ceremonias rituales. Y que el grabado de las placas puede haber sido parte del juego. La frontera entre el juego y el ritual es difusa en las sociedades antiguas y "no hay contradicción en jugar con juguetes similares a animales y, en algún momento, usarlos como ofrendas como parte de rituales comunitarios como los que se daban en las colosales tumbas megalíticas de la Edad del Cobre".
En muchos casos, como pasa en el caso que os he mostrado al principio, estas placas de pizarra muestran además un par de agujeros en la parte superior, por encima de las cejas del búho y entre ellas. Una posible interpretación de la función de esos orificios es que sirvieran como puntos de introducción de algún cordaje que permitiera colgarlas del cuello o en las paredes de las tumbas. Otra posibilidad es que permitieran insertar ahí plumas de ave, añadidas a las placas justo en el lugar donde emergen los mechones en los búhos vivos.
Comprenderéis que después de leer todas estas cosas de mis colegas búhos tenía que dejar constancia aquí de ello. Este Blog, y cada día que pasa más, no es más que un diario de un Búho un poco grande y viejo...
(*) La foto de la placa mostrada es de Isabel María Villanueva Romero.
Una de esas placas, la que ilustra esta entrada y que podéis ampliar clicando sobre ella, fue encontrada en Cerro de la Cabeza, un sitio arqueológico muy interesante situado en la provincia de Sevilla. La placa data de finales del tercer milenio antes de Cristo y pertenece a los fondos del Museo Arqueológico de Sevilla (*). Basta ver sus dos grandes ojos centrales para identificar en ella la imagen de un búho. Dado el fetichismo que tengo por estos pájaros, la maravillosa imagen y su antigüedad, no me quedó otro remedio que seguir leyendo el artículo. Busqué después la imagen en el Museo sevillano e, incluso, entré en su tienda para ver si era posible comprar algo con ella relacionado. Pero no hubo suerte.
La placa en cuestión, y otras similares, pesan en torno a un kilo y suelen tener dimensiones parecidas a la palma de la mano. La que os muestro aquí mide 20,8 cm de alto por 15,3 cm de ancho y tiene un grosor máximo de 1,5 cm. Dicen los autores que esa y otras placas que también se muestran en el artículo, recuerdan a dos tipos de búhos que aún hoy están muy presentes en la zona, el mochuelo común (Athene noctua) y el búho chico (Asio otus) que, posiblemente, fueron también los búhos más abundantes alrededor de los asentamientos humanos de ese período histórico, como el de Cerro de la Cabeza. La gente de la época tuvo que ser consciente de su presencia e, incluso, haber interactuado con ellos. El por qué en estas placas aparecen muchos búhos, pero no otros animales, podría deberse a que los búhos son los más antropomórficos de todos los animales, con los ya mencionados grandes ojos frontales en sus enhiestas cabezas. Incluso hoy en día, los búhos se representan sistemáticamente, con sus dos ojos mirando al observador.
Los autores del artículo explican que esas placas están hechas de pizarra por ser esta una de las rocas más comunes en el suroeste de Iberia, proporcionando además algo parecido a un lienzo en blanco (aunque pétreo y gris) donde grabar líneas, utilizando herramientas puntiagudas de pedernal, cuarzo o cobre. Y que la forma en la que las pizarras se exfolian facilita la elaboración de placas con aspecto de búho. Si quisiéramos hacer lo mismo con las siluetas de otros animales, y que se identificaran como tales, exigiría por parte del "artista" habilidades adicionales de tallado y el uso de herramientas más específicas. La fabricación y el diseño de estas placas era algo sencillo y no requería altas habilidades ni mano de obra intensiva, como ha podido demostrarse con experimentos de replicación de estos diseños.
Especulan los autores con que estas placas de búhos podrían haber sido ejecutados por gente joven, ya que se parecen a los búhos pintados hoy en día por estudiantes de primaria, una prueba de que los dibujos esquemáticos son universales y atemporales. Al final, proponen que esas placas de pizarra con forma de búho pudieran ser los restos de un conjunto de objetos utilizados tanto en actividades lúdicas como en ceremonias rituales. Y que el grabado de las placas puede haber sido parte del juego. La frontera entre el juego y el ritual es difusa en las sociedades antiguas y "no hay contradicción en jugar con juguetes similares a animales y, en algún momento, usarlos como ofrendas como parte de rituales comunitarios como los que se daban en las colosales tumbas megalíticas de la Edad del Cobre".
En muchos casos, como pasa en el caso que os he mostrado al principio, estas placas de pizarra muestran además un par de agujeros en la parte superior, por encima de las cejas del búho y entre ellas. Una posible interpretación de la función de esos orificios es que sirvieran como puntos de introducción de algún cordaje que permitiera colgarlas del cuello o en las paredes de las tumbas. Otra posibilidad es que permitieran insertar ahí plumas de ave, añadidas a las placas justo en el lugar donde emergen los mechones en los búhos vivos.
Comprenderéis que después de leer todas estas cosas de mis colegas búhos tenía que dejar constancia aquí de ello. Este Blog, y cada día que pasa más, no es más que un diario de un Búho un poco grande y viejo...
(*) La foto de la placa mostrada es de Isabel María Villanueva Romero.
Los orificios superiores parecen perfectos, como hechos con broca ... ¿broca de hace más de cuatro mil años?
ResponderEliminarsi fueran estos agujeros un silbato...?
ResponderEliminarQué curioso...
ResponderEliminarImaginé que este Búho tan simpaticote también podría servir como espantapájaros, y los agujeros para colgarlo de una rama, un bastón o un hilo como de colgar la ropa, por ejemplo. No tengo idea, ji, ji, pero sí que es inspirador!
Me recordó que para espantar aves en aeropuertos se probó y resultó útil un dibujo más simple, de sólo dos círculos oscuros sobre fondo claro plano (liso, recto). Y que hay algo clave en el dibujo. Por ejemplo la proporción de tamaño de los "ojos", sus distancias, posición, número...
Supongo que lateralmente esos ojos se ven poco, pero causan sorpresa al animal que pasa por delante. Luego se incomoda, esquiva la mirada de ese par de ojos definidos y fijos.
No les gusta a las aves, y creo que a los peces o otros animales tampoco. Quizás los ratones aprendan antes y no resulte?
Rizándolo más, supongo que es un efecto parecido al que se atribuye a los cangrejos que en su dorso tienen dibujado un rostro. Hay muchos! Y de los que se especula si eso les ayudó a ser menos molestados o comidos, sobrevivir, reproducirse, seleccionarse o ser más fecuentes.
Gracias Búho!
Salut i força,
Toni M.P.
Interesante!
ResponderEliminarGracias