lunes, 28 de febrero de 2022

Alcohol: riesgos y un cierto escepticismo de viejo

Estas últimas semanas, ha habido una cierta polémica en los medios cuando el Parlamento Europeo tenía que votar un informe encargado sobre el cáncer en el que, en uno de sus párrafos, abogaba por imponer una serie de medidas drásticas para ir intentando que las bebidas alcohólicas quedarán proscritas de nuestras vidas. Finalmente, y tras una propuesta del Grupo Popular Europeo, el informe acaba matizando que solo una ingesta abusiva o dañina es perjudicial. Previamente el Comité Europeo de Empresas del Vino (CEEV, parte interesada donde las haya) sostuvo en su labor de lobby que la propuesta original era “engañosa y está basada en un único estudio duramente criticado por la comunidad científica debido a sus fallos de metodología y análisis”. El mencionado estudio es el famoso meta análisis publicado en la revista The Lancet en 2018 y que generó unos encendidos debates en los medios y las redes sociales. En esa época no quise entrar al trapo, aunque me sirvió para aclarar un poco mi lista de Twitter.

Ya desde el principio del artículo, en el apartado interpretación de resultados, los autores entienden que "el riesgo de mortalidad por todas las causas, y de cánceres en particular, aumenta con el aumento de los niveles de consumo, y el nivel de consumo que minimiza la pérdida de salud es cero. Estos resultados sugieren que las políticas de control del alcohol podrían necesitar ser revisadas en todo el mundo, reorientándose en los esfuerzos para reducir el consumo general a nivel de población".

Como ya he dicho, el artículo es un meta análisis, lo que significa que en él se analizaba una amplia información contenida en otros artículos, fuentes estadísticas y datos gubernamentales de muchos países. Con ella se estudiaba la influencia del alcohol en un total de veintitres enfermedades diferentes, analizando el riesgo de consumirlo en cantidades que ellos evaluaban en forma de lo que denominaban standard drink, equivalente a beber una cantidad de una bebida alcohólica que contenga 10 gramos de alcohol puro y que, a partir de ahora, yo llamaré Unidad de alcohol puro. De forma y manera que una botella de 750 mililitros de un vino con 13,5% de alcohol contiene algo más de ocho de esas unidades, una botella de vodka 24 y una cerveza de 330 mililitros, con un bastante habitual 5,5% de alcohol, suponen un poco menos de 1,5 unidades de alcohol puro.

Los resultados globales del estudio se traducen en la Figura 5 del mismo, que yo he utilizado como ilustración de esta entrada y que podéis ver mejor clicando en ella. Se representa ahí el llamado riesgo relativo frente al número de unidades de alcohol puro consumidas diariamente. El riesgo relativo es el cociente entre el número de personas bebedoras de alcohol que pueden sufrir una cierta enfermedad y el número de personas que pueden sufrirla siendo abstemios. O dicho de otra forma, un riesgo relativo de 2 quiere decir que los bebedores tienen el doble de posibilidades que los abstemios de sufrir una de esas 23 enfermedades.

Para explicar algo más los datos, en un resumen realizado por la propia revista The Lancet, se puede leer que "Al comparar los que no toman bebida alguna con los que ingieren una Unidad de alcohol al día, el riesgo de desarrollar uno de los 23 problemas de salud relacionados con el alcohol fue un 0,5% mayor en los que bebían, lo que significa que 918 de cada 100.000 personas de 15 a 95 años que bebieron una unidad de alcohol al día desarrollarían una afección, pero 914 de cada 100.000 personas que no beben la desarrollarían igualmente". Es decir, matizo yo, una diferencia de 4 personas por cada 100.000. El riesgo relativo, resultado de dividir 918 entre 914 es prácticamente 1 (1,004).

Usando esa misma fuente indicada arriba, el número de personas que desarrollarían un problema de salud bebiendo dos unidades de alcohol diarias serían 977 personas por cada 100.000, 63 más que los abstemios (914), con un riesgo relativo de 1,07 (977/914). En el caso de las cinco unidades diarias de alcohol nos iríamos a 1252 por cada 100000 frente a los 914 por 100000 de los abstemios, un 37% más y un riesgo relativo de 1,37 (1252/914). Finalmente para tener un riesgo relativo de 2, habría que irse casi a las 9 unidades de alcohol, más de una botella diaria de vino.

En el estudio queda también claro que, en enfermedades como las cardíacas isquémicas o la diabetes, el riesgo relativo es inferior a uno (es decir, los bebedores tendrían menos probabilidades que los abstemios de sufrir ese tipo de enfermedades) hasta valores de tres o cuatro unidades de alcohol diarias, lo que indicaría un cierto efecto protector de beber en ese tipo de dolencias. Cosa que no pasa en la mayoría de las enfermedades ligadas al cáncer. El que esté interesado en esos resultados puede consultar la figura 4 del trabajo original mencionado al principio.

Y esto es lo que hay y que cada uno eche sus cuentas y haga su análisis de riesgos. Conducir un coche tiene riesgos clarísimos de sufrir percances (incluida la muerte) y muchos conducimos todos los días y no solo por necesidad. El Búho ha tenido varios casos cercanos de abuso de bebidas alcohólicas con resultados desastrosos y, por tanto, lo considera a menudo cuando tiene una copa de vino en la mano. Tampoco quiero decir con este análisis que haya que recomendar el beber sobre la base de que puedan prevenirse ciertas enfermedades. Pero uno está ya en edad de no creerse todo lo que le cuentan, sobre todo si tiene posibilidad de leer las fuentes con un poco de atención y sacar sus propias conclusiones.

No quiero terminar sin apuntar que hoy hace 16 años comencé a escribir este Blog.

domingo, 20 de febrero de 2022

Microplásticos y tarjetas de crédito


Hace ya años que no veo informativos de la TV por una serie de razones que no vienen al caso. Eso hace que no me entere de algunas de las cosas que publicitan. Como pasó la pasada semana, con una noticia relativa a un estudio del CSIC en el que se analizaban los posibles peligros en nuestra flora intestinal de los microplásticos que ingerimos en nuestra dieta. Un amigo, Javier Ansorena, ocasional autor en este Blog y fiel seguidor, me alertó de que en el Telediario de TVE, ilustrando la noticia, se habló de que nos metemos al coleto TODAS LAS SEMANAS una cantidad de microplásticos que equivale al peso de una tarjeta de crédito (cinco gramos más o menos). Algo que es un poco viejuno y de lo que ya hablamos en este Blog hace casi tres años. Pero que ahora vuelve a aflorar merced al estudio arriba mencionado.

Firmado por una serie de investigadores del Instituto en Ciencias de los Alimentos, CIAL, un Centro Mixto entre el CSIC y la Autónoma de Madrid, su objetivo declarado es "evaluar los riesgos potenciales de los microplásticos a nivel digestivo", para lo que se simuló el paso de una dosis de polietilentereftalato (PET, el plástico de las botellas de agua) a través del tracto gastrointestinal. Los autores utilizaron para esa simulación estudios in vitro y una especie de reactores que "recrean las diferentes regiones del tracto digestivo en condiciones fisiológicas". Debe quedar claro, por tanto, que no se usan humanos, excepto para extraer de las heces de dos voluntarios los microorganismos a los que se somete a una dosis de microplásticos a base de PET.

No pretendo analizar el artículo en cuestión, que para eso ha sido sometido a una revisión por pares antes de su publicación y yo tengo poco de par en estas cosas de los bichos intestinales. Solo diré que, de lo que se pueda concluir de esos ensayos a lo que ocurre en mi tracto gastrointestinal, hay buen trecho. Y, sobre todo, que tengo un problema serio con la dosis de PET elegida para realizar los ensayos en cuestión, a la vista de la más reciente (y para mi fiable) bibliografía. Los autores seleccionan esa dosis tomando como base lo establecido en un artículo publicado en octubre de 2020.

Dicho artículo está firmado por cuatro investigadores de las australianas Universidades de Newcastle y Macquary. Un quinto autor es Simon Attwood que, desde hace años, ha sido el Director de la filial en Singapur del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, la que conocíamos antes como Adena en España), una de las más importantes ONGs del mundo, con un claro activismo contra los plásticos. De hecho, en los agradecimientos del artículo, se dice expresamente que el proyecto fue encargado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) - Singapur, que proporcionó financiación parcial para la investigación. Resultados similares pero con mucho menos detalle se presentaron antes en un folleto elaborado por WWF en el que, en uno de los titulares resaltados desde el principio, aparecía algo que desde entonces se ha difundido en muchos medios y redes sociales: nos comemos el equivalente al plástico de una tarjeta de crédito (5 gramos) cada semana. Y esa misma mítica cifra vuelve a aparecer en el artículo de octubre de 2020 arriba mencionado y es la que ha usado el Grupo del CSIC/UAM en sus simulaciones.

Son varias las entradas que he publicado en este Blog sobre microplásticos, que se pueden ver escribiendo esa palabra, con acento, en el buscador de arriba a la izquierda. En las publicadas en el verano de 2019 hice referencia a la figura del Profesor Albert A. Koelmans de la Universidad de Wageningen en Holanda, quien además de haber publicado muchas contribuciones científicas sobre el tema, coordinó un informe publicado en 2019, encargado por la Unión Europea a la denominada SAPEA (Science Advice Policy from European Academies), en el que se abordaban los aspectos estrictamente científicos del tema que nos ocupa, de cara a la toma de decisiones políticas para paliar el problema. Pues bien, ese mismo Koelmans es el autor de un nuevo trabajo publicado en marzo de 2021, en el que, entre otras cosas, se trata de evaluar la masa de microplásticos ingerida per cápita y día por niños y adultos.

Los resultados de ese trabajo están muy lejos de la pretensión de que nos podamos comer una tarjeta de crédito semanalmente (lo que supondría unos 700 miligramos por persona y día) que, todo hay que decirlo, es la cantidad que ingeriríamos en el peor de los escenarios posibles considerados por el grupo financiado por la WWF. La incertidumbre en este tipo de evaluaciones es muy alta, dada su dificultad. Para daros una idea, la conclusión de Koelmans y colaboradores, en el caso de los niños, es que pueden ingerir (por persona y día) desde 7.5 miligramos hasta menos de una millonésima de miligramo, con un valor medio estimado de 0.0002 miligramos. Incluso seleccionando en estos datos el peor escenario de los posibles (7.5 miligramos por persona y día) eso es casi cien veces menos que los 700 que corresponderían a la tarjeta semanal. O, lo que es lo mismo, no comeríamos una tarjeta por semana sino una tarjeta cada dos años.

Y no debemos olvidar que tanto en el artículo financiado por la WWF como en el de Koelmans y colaboradores, estamos hablando del peor de los escenarios y con una gran incertidumbre en la ingesta real. Por ejemplo, en el caso del trabajo de Koelmans si, en lugar del peor escenario posible, cogiéramos la media del valor estimado para la ingesta en niños (0.0002 miligramos por persona y día), necesitaríamos toda una vida de 68 años para ingerir una cantidad de microplásticos que pesen como la tarjeta de marras.

Voy a pensar que a los investigadores del CSIC se les había escapado el reciente artículo de Koelmans antes de aparecer la nota de prensa que anunciaba el suyo. Pero incluso en este caso, recurrir al icono de la tarjeta de crédito como reclamo para publicitar su artículo, cuando ellos saben que ese no es el dato más representativo del estudio de la WWF que ellos usan, me parece un ejemplo más de la creciente tendencia entre científicos y Universidades de usar un alarmismo sin fundamento para promocionarse en los medios y redes.