Uno de los comentaristas habituales de este Blog es un amigo que responde al seudónimo de Flatólogo. Nos conocimos virtualmente haciendo comentarios en el delicioso Blog lamargaritaseagita que mantiene Jorge Ruiz-Carrascal sobre gastronomía y alimentos. Aunque ahora lleva parado desde finales de 2016 y muchos lo echamos de menos y esperamos que se reactive. Tanto a Flatólogo (Manuel Romera) como a Jorge, a los que considero amigos (si ellos me dejan), los he conocido después personalmente, compartiendo mesa y mantel y aprendiendo de lo que saben. Es una de las ventajas de las Redes Sociales, que conoces gente estupenda (y sabia) que, de otra manera, no hubieras conocido nunca.
El caso es que en las ocasiones en las que he hablado o me he escrito con Flatólogo, nunca se me ha ocurrido preguntarle por qué ha elegido ese seudónimo. Flatólogo quiere decir experto en flatos (o pedos, o cuescos, que diría Cela) y resulta que Manuel ejerce la Medicina pero como oftalmólogo (lo de experto en cuestiones gastronómicas es su vicio). Igual nos aclara el asunto cuando este post se publique. Viene a cuento tal escatológica entradilla porque otro amigo, el ilustre palentino Néstor Núñez, me mandaba ya hace tiempo un interesante email en el que me preguntaba cosas sobre la composición química de las flatulencias, por qué arden y otras interesantes cuestiones ligadas a sus recuerdos juveniles y sus preocupaciones actuales. Quise contestarle enseguida pero luego me lié con un par de charlas que tenía que dar y que llevaba mal preparadas. Y mas tarde me empecé a agobiar con el asunto del COVID-19, semanas antes de que el Gobierno se dignara hacer lo mismo, y no tenía el cuerpo para estas cosas. Pero ya ando algo mejor de ánimo y vamos a contarle algo de lo que preguntaba, antes de que sea muy tarde.
La composición de una flatulencia es una compleja combinación de una serie de factores que varían mucho de una persona a otra y que tienen que ver con la comida que uno ingiere, la colección de bacterias que pueblan su colon además de un largo etcétera que podríamos denominar la bioquímica de cada uno. Pero, al final, los mayores componentes de un pedo son gases que no huelen, como el nitrógeno y el oxígeno del aire, que ingerimos continuamente, u otros como el hidrógeno, el metano o el dióxido de carbono (CO2) que provienen bien de la digestión o de la actividad de las bacterias en el intestino.
Los gases que huelen (y algunos francamente mal, como es obvio) son otros, generalmente sustancias en cuya molécula hay algún átomo de azufre (metanotiol, dimetil sulfuro o ácido sulfhídrico) o nitrógeno (indol, escatol). Pueden estar en cantidades pequeñas, a veces hasta ridículas pero, como ya hablamos aquí en el caso de los perfumes o los vinos, nuestra nariz en un sensor particularmente eficaz para detectar algunas moléculas y estas están entre ellas. La mayor o menor presencia de estos gases pestilentes depende de nuestra dieta (de ahí la foto que ilustra la entrada, el brócoli contiene mucho azufre) o de nuestra salud (de hecho, hay estudios tratando de correlacionar niveles de algunos de los gases presentes en flatulencias y heces, con ciertas enfermedades del tracto intestinal).
Internet está lleno de vídeos en los que la gente prende fuego a sus pedos. Y ello se debe, sobre todo, a la presencia en los mismos del hidrógeno y del metano (altamente inflamables). Además, la cantidad de hidrógeno que se produce en nuestras digestiones en un día puede llegar a ser de varios litros, merced a la acción de ciertas bacterias sobre los carbohidratos que ingerimos. Afortunadamente para los que acercan cerillas y mecheros a su culo mientras se pean (del verbo peer, ver RAE), otras bacterias hacen reaccionar el hidrógeno con los sulfatos para producir ácido sulfhídrico (el del clásico olor a huevos podridos), mientras que unos microorganismos (las arqueas) ayudan a convertir ese hidrogeno en metano y agua al reaccionar con el anhídrido carbónico. Porque si así no fuera, y evacuáramos todo el hidrógeno producido, el porcentaje de quemados por estas prácticas sería más alto del que actualmente es.
Otra de las dudas de mi amigo palentino está relacionada con sus experiencias juveniles, según las cuales las flatulencias quemadas no olían como el pedo original. La Química también tiene explicación para ese extremo. Cuando aplicamos la cerilla o el mechero a nuestro trasero, lo que fundamentalmente quemamos es hidrógeno y metano en las clásicas reacciones de combustión de ambos, reacciones que solo producen agua en el primer caso y CO2 y agua en el segundo. Ni los gases originales ni los que se producen en esas reacciones huelen, así que el cambio tiene que provenir de la combustión de algunos gases odoríferos que, al quemarse, desaparecen como tales.
En las combustiones mas relevantes (las del hidrógeno y el metano), otro matiz es el color de la llama generada en estas divertidas (y peligrosas) prácticas. En vídeos grabados en la oscuridad usualmente se ve una llamarada azul, debida a la combustión del metano. Pero no todo el mundo produce la misma cantidad de metano en sus cañerías y muchos ni siquiera lo producen en cantidades adecuadas para el efecto, debido a la ausencia de los microorganismos que he mencionado en el párrafo anterior. En ese caso, uno puede seguir quemando pedos gracias al hidrogeno pero, en ausencia de metano, la llama producida es más bien amarilla o anaranjada.
Finalmente, Néstor me preguntaba sobre los niveles de flatulencia en veganos y carnívoros convictos y las repercusiones que eso pueda tener sobre los gases de efecto invernadero y el cambio climático. Una cuestión harto complicada sobre la que este vuestro Búho sabe poco o nada. Una revisión bibliográfica rápida en estos días de cocinamiento (como dice una amiga), me ha revelado que el tipo de investigación más habitual en estas cuestiones se centra en evaluar el impacto ambiental, en términos de producción equivalente de CO2, de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la totalidad de los procesos (uso de terreno, energía empleada, agua, etc.) implicados en la producción de dietas más o menos representativas de las posibles opciones alimenticias de los consumidores. Y parece desprenderse que la dieta vegana es la más sostenible. Aunque a mí, y creo que a Néstor, nos coge un poco mayores para un cambio radical.
Actualización (23/04, 9:17). Flatólogo ha respondido enseguida a mi requerimiento. Está en el primer comentario, aquí debajo. Y la infografía que menciona en él está aquí.
El caso es que en las ocasiones en las que he hablado o me he escrito con Flatólogo, nunca se me ha ocurrido preguntarle por qué ha elegido ese seudónimo. Flatólogo quiere decir experto en flatos (o pedos, o cuescos, que diría Cela) y resulta que Manuel ejerce la Medicina pero como oftalmólogo (lo de experto en cuestiones gastronómicas es su vicio). Igual nos aclara el asunto cuando este post se publique. Viene a cuento tal escatológica entradilla porque otro amigo, el ilustre palentino Néstor Núñez, me mandaba ya hace tiempo un interesante email en el que me preguntaba cosas sobre la composición química de las flatulencias, por qué arden y otras interesantes cuestiones ligadas a sus recuerdos juveniles y sus preocupaciones actuales. Quise contestarle enseguida pero luego me lié con un par de charlas que tenía que dar y que llevaba mal preparadas. Y mas tarde me empecé a agobiar con el asunto del COVID-19, semanas antes de que el Gobierno se dignara hacer lo mismo, y no tenía el cuerpo para estas cosas. Pero ya ando algo mejor de ánimo y vamos a contarle algo de lo que preguntaba, antes de que sea muy tarde.
La composición de una flatulencia es una compleja combinación de una serie de factores que varían mucho de una persona a otra y que tienen que ver con la comida que uno ingiere, la colección de bacterias que pueblan su colon además de un largo etcétera que podríamos denominar la bioquímica de cada uno. Pero, al final, los mayores componentes de un pedo son gases que no huelen, como el nitrógeno y el oxígeno del aire, que ingerimos continuamente, u otros como el hidrógeno, el metano o el dióxido de carbono (CO2) que provienen bien de la digestión o de la actividad de las bacterias en el intestino.
Los gases que huelen (y algunos francamente mal, como es obvio) son otros, generalmente sustancias en cuya molécula hay algún átomo de azufre (metanotiol, dimetil sulfuro o ácido sulfhídrico) o nitrógeno (indol, escatol). Pueden estar en cantidades pequeñas, a veces hasta ridículas pero, como ya hablamos aquí en el caso de los perfumes o los vinos, nuestra nariz en un sensor particularmente eficaz para detectar algunas moléculas y estas están entre ellas. La mayor o menor presencia de estos gases pestilentes depende de nuestra dieta (de ahí la foto que ilustra la entrada, el brócoli contiene mucho azufre) o de nuestra salud (de hecho, hay estudios tratando de correlacionar niveles de algunos de los gases presentes en flatulencias y heces, con ciertas enfermedades del tracto intestinal).
Internet está lleno de vídeos en los que la gente prende fuego a sus pedos. Y ello se debe, sobre todo, a la presencia en los mismos del hidrógeno y del metano (altamente inflamables). Además, la cantidad de hidrógeno que se produce en nuestras digestiones en un día puede llegar a ser de varios litros, merced a la acción de ciertas bacterias sobre los carbohidratos que ingerimos. Afortunadamente para los que acercan cerillas y mecheros a su culo mientras se pean (del verbo peer, ver RAE), otras bacterias hacen reaccionar el hidrógeno con los sulfatos para producir ácido sulfhídrico (el del clásico olor a huevos podridos), mientras que unos microorganismos (las arqueas) ayudan a convertir ese hidrogeno en metano y agua al reaccionar con el anhídrido carbónico. Porque si así no fuera, y evacuáramos todo el hidrógeno producido, el porcentaje de quemados por estas prácticas sería más alto del que actualmente es.
Otra de las dudas de mi amigo palentino está relacionada con sus experiencias juveniles, según las cuales las flatulencias quemadas no olían como el pedo original. La Química también tiene explicación para ese extremo. Cuando aplicamos la cerilla o el mechero a nuestro trasero, lo que fundamentalmente quemamos es hidrógeno y metano en las clásicas reacciones de combustión de ambos, reacciones que solo producen agua en el primer caso y CO2 y agua en el segundo. Ni los gases originales ni los que se producen en esas reacciones huelen, así que el cambio tiene que provenir de la combustión de algunos gases odoríferos que, al quemarse, desaparecen como tales.
En las combustiones mas relevantes (las del hidrógeno y el metano), otro matiz es el color de la llama generada en estas divertidas (y peligrosas) prácticas. En vídeos grabados en la oscuridad usualmente se ve una llamarada azul, debida a la combustión del metano. Pero no todo el mundo produce la misma cantidad de metano en sus cañerías y muchos ni siquiera lo producen en cantidades adecuadas para el efecto, debido a la ausencia de los microorganismos que he mencionado en el párrafo anterior. En ese caso, uno puede seguir quemando pedos gracias al hidrogeno pero, en ausencia de metano, la llama producida es más bien amarilla o anaranjada.
Finalmente, Néstor me preguntaba sobre los niveles de flatulencia en veganos y carnívoros convictos y las repercusiones que eso pueda tener sobre los gases de efecto invernadero y el cambio climático. Una cuestión harto complicada sobre la que este vuestro Búho sabe poco o nada. Una revisión bibliográfica rápida en estos días de cocinamiento (como dice una amiga), me ha revelado que el tipo de investigación más habitual en estas cuestiones se centra en evaluar el impacto ambiental, en términos de producción equivalente de CO2, de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de la totalidad de los procesos (uso de terreno, energía empleada, agua, etc.) implicados en la producción de dietas más o menos representativas de las posibles opciones alimenticias de los consumidores. Y parece desprenderse que la dieta vegana es la más sostenible. Aunque a mí, y creo que a Néstor, nos coge un poco mayores para un cambio radical.
Actualización (23/04, 9:17). Flatólogo ha respondido enseguida a mi requerimiento. Está en el primer comentario, aquí debajo. Y la infografía que menciona en él está aquí.