Parece que, aunque sotto voce, todo el mundo reconoce que alguna vez se ha meado en una piscina. Yo creo que también, aunque debe hacer más de 50 años que no me meto en una, con lo que la culpa debe haber prescrito. Ya se sabe que a los búhos nos gusta poco el agua y, puestos a elegir, prefiero una ducha rápida y, sobre todo, secarme lo antes posible, que es lo que más me molesta de mojarme. Pero la cosa del pis en las piscinas ha generado abundante bibliografía científica en los últimos años, porque aunque la orina es estéril desde el punto de vista bacteriológico, su composición química (sobre todo urea), en contacto con los compuestos clorados que se usan para asegurar la salubridad de las piscinas, genera una serie de nuevos productos químicos que intranquilizan a la población (los famosos trihalometanos y otros primos, como las haloaminas o los ácidos haloacéticos).
Ninguno de ellos están en concentraciones preocupantes ni todos los días se mete uno en una piscina, excepto los profesionales y los que la usan como método terapeútico. Además, aún admitiendo que esas sustancias puedan causar problemas cuando se ingieren a concentraciones muy por encima de las que se encuentran en las piscinas, no creo que los habituales de las mismas anden echándose chupitos del agua a todas horas. Pero, como digo, la cosa preocupa y da pábulo a publicaciones científicas de lo más variado. No suelo prestar mucha atención a ellas, porque no quiero contribuir a espantar a la gente normal de la saludable (eso dicen) práctica de nadar, pero es que esta vez se me ha cruzado una noticia que me ha hecho esbozar una sonrisa y os la voy a trasladar.
El acesulfamo-K es un edulcorante artificial que, como otros (la sacarina, el aspartamo,...), fue descubierto por chiripa. En las etiquetas de las cosas en las que se emplea, sustituyendo al hoy malvado azúcar, suele aparecer como E-950, su distintivo en el código de aditivos alimentarios de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, alias EFSA. Entre los numerosos productos que hoy consumimos con ese aditivo (chicles, zumos, bebidas carbonatadas, etc.), destacan las bebidas de cola sin azúcar. Se trata de un edulcorante que es unas 200 veces más dulce que el azúcar, por lo que cantidades pequeñas en nuestra bebida de cola proporcionan sensaciones de dulzor similares al azúcar convencional. Realizada esa misión edulcorante, pasa por nuestro organismo sin ser metabolizado y se excreta rápidamente en la orina. Así que un número importante de meones de piscina lo excretan como consecuencia de que lo han ingerido previamente.
Además, el acesulfamo es una molécula extraordinariamente resistente a cambios en el pH del agua que lo contiene, a la temperatura y a los clásicos tratamientos que se suelen realizar con el agua de las piscinas. Así que acesulfamo que se vierte a una piscina, acesulfamo que permanece en ella tal cual, a no ser que sea evacuado por el contundente procedimiento de renovar el agua de la misma. Y es esta estabilidad la que ha sido empleada por un grupo de investigadores de la Universidad de Alberta en Canadá, para proponer un método fiable a la hora de evaluar cuanto miccionan los usuarios de las piscinas. El artículo se publicaba ayer mismo en la web de la revista Environmental Science and Technology Letters [DOI: 10.1021/acs.estlett.7b00043].
En el artículo se analiza el acesulfamo-K contenido en el agua de hasta 250 muestras diferentes de piscinas y jacuzzis de ciudades canadienses, utilizando para sus pesquisas una técnica instrumental conocida como HPLC−MS/MS (mejor lo dejamos en el acrónimo). Los autores han llegado a concluir que todas las muestras contenían el edulcorante en cuestión, en cantidades que pueden llegar a ser hasta 600 veces superiores a las que se detecta en el agua de grifo con el que se llenan esos reservorios. No entraremos a especular el por qué en el agua original también había edulcorante (porque eso nos llevaría a un peligroso jardín), pero lo que si está claro es que si en las piscinas hay tanto acesulfamo es porque la gente orina mientras nada. Una vez realizados determinados calibrados para convertir las cantidades de acesulfamo detectadas por la técnica en litros de orina que lo contenían, los investigadores llegan a concluir que en una piscina que contenga unos 600.000 litros de agua (una piscina relativamente pequeña, la cuarta parte del contenido de una piscina olímpica), en un plazo de unas tres semanas, se acumulan del orden de 50 litros de orina. Así que si usamos el criterio de que una micción promedio contiene un cuarto de litro de orina, hay 200 individuos/as que lo han hecho en esas tres semanas.
El artículo termina, cómo no, propugnando la necesidad de establecer pautas para pillar a los meones, sobre la base de la peligrosidad de las sustancias que se generan en las reacciones químicas de la orina con el cloro del tratamiento del agua, así como de la importancia de su procedimiento experimental para hacer un seguimiento del impacto de esas pautas en la reducción del problema. Este Búho no cree que el problema sea tan importante, aunque si indicativo de la mala educación del personal, ni que en cada municipio tengan que tener un caro HPLC−MS/MS para controlar sus piscinas.
Pero me ha quedado un post muy propio.
Ninguno de ellos están en concentraciones preocupantes ni todos los días se mete uno en una piscina, excepto los profesionales y los que la usan como método terapeútico. Además, aún admitiendo que esas sustancias puedan causar problemas cuando se ingieren a concentraciones muy por encima de las que se encuentran en las piscinas, no creo que los habituales de las mismas anden echándose chupitos del agua a todas horas. Pero, como digo, la cosa preocupa y da pábulo a publicaciones científicas de lo más variado. No suelo prestar mucha atención a ellas, porque no quiero contribuir a espantar a la gente normal de la saludable (eso dicen) práctica de nadar, pero es que esta vez se me ha cruzado una noticia que me ha hecho esbozar una sonrisa y os la voy a trasladar.
El acesulfamo-K es un edulcorante artificial que, como otros (la sacarina, el aspartamo,...), fue descubierto por chiripa. En las etiquetas de las cosas en las que se emplea, sustituyendo al hoy malvado azúcar, suele aparecer como E-950, su distintivo en el código de aditivos alimentarios de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, alias EFSA. Entre los numerosos productos que hoy consumimos con ese aditivo (chicles, zumos, bebidas carbonatadas, etc.), destacan las bebidas de cola sin azúcar. Se trata de un edulcorante que es unas 200 veces más dulce que el azúcar, por lo que cantidades pequeñas en nuestra bebida de cola proporcionan sensaciones de dulzor similares al azúcar convencional. Realizada esa misión edulcorante, pasa por nuestro organismo sin ser metabolizado y se excreta rápidamente en la orina. Así que un número importante de meones de piscina lo excretan como consecuencia de que lo han ingerido previamente.
Además, el acesulfamo es una molécula extraordinariamente resistente a cambios en el pH del agua que lo contiene, a la temperatura y a los clásicos tratamientos que se suelen realizar con el agua de las piscinas. Así que acesulfamo que se vierte a una piscina, acesulfamo que permanece en ella tal cual, a no ser que sea evacuado por el contundente procedimiento de renovar el agua de la misma. Y es esta estabilidad la que ha sido empleada por un grupo de investigadores de la Universidad de Alberta en Canadá, para proponer un método fiable a la hora de evaluar cuanto miccionan los usuarios de las piscinas. El artículo se publicaba ayer mismo en la web de la revista Environmental Science and Technology Letters [DOI: 10.1021/acs.estlett.7b00043].
En el artículo se analiza el acesulfamo-K contenido en el agua de hasta 250 muestras diferentes de piscinas y jacuzzis de ciudades canadienses, utilizando para sus pesquisas una técnica instrumental conocida como HPLC−MS/MS (mejor lo dejamos en el acrónimo). Los autores han llegado a concluir que todas las muestras contenían el edulcorante en cuestión, en cantidades que pueden llegar a ser hasta 600 veces superiores a las que se detecta en el agua de grifo con el que se llenan esos reservorios. No entraremos a especular el por qué en el agua original también había edulcorante (porque eso nos llevaría a un peligroso jardín), pero lo que si está claro es que si en las piscinas hay tanto acesulfamo es porque la gente orina mientras nada. Una vez realizados determinados calibrados para convertir las cantidades de acesulfamo detectadas por la técnica en litros de orina que lo contenían, los investigadores llegan a concluir que en una piscina que contenga unos 600.000 litros de agua (una piscina relativamente pequeña, la cuarta parte del contenido de una piscina olímpica), en un plazo de unas tres semanas, se acumulan del orden de 50 litros de orina. Así que si usamos el criterio de que una micción promedio contiene un cuarto de litro de orina, hay 200 individuos/as que lo han hecho en esas tres semanas.
El artículo termina, cómo no, propugnando la necesidad de establecer pautas para pillar a los meones, sobre la base de la peligrosidad de las sustancias que se generan en las reacciones químicas de la orina con el cloro del tratamiento del agua, así como de la importancia de su procedimiento experimental para hacer un seguimiento del impacto de esas pautas en la reducción del problema. Este Búho no cree que el problema sea tan importante, aunque si indicativo de la mala educación del personal, ni que en cada municipio tengan que tener un caro HPLC−MS/MS para controlar sus piscinas.
Pero me ha quedado un post muy propio.
También leí ayer la noticia...y me dije "Lo mejor es no ir a las piscinas"...porque no siempre la orina es estéril...a veces está recargada de E.Coli ...¡wácala!
ResponderEliminarTengo entendido que en el mundo de la competición, donde los entrenamientos son largos, se considera normal tener que orinar mientras se nada, para no interrumpir las series ...
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