Casi todos mis lectores habrán oído hablar alguna vez de la revisión por pares como uno de los pilares de los avances de la Ciencia. Pero no es oro todo lo que reluce en ese concepto. Cada vez más, las revistas (y particularmente las relacionadas con lo bio) tienen que retirar determinados artículos porque, tras su publicación, alguien detecta errores graves en el mismo o no ha podido reproducir los resultados que en el artículo se presentan como verdaderos. Lo cual quiere decir que los autores habían metido un gol, consciente o inconscientemente, tanto a los que revisaron el artículo, para ver si era publicable o no, como al propio editor de la revista. Esa constancia proporciona una imagen bastante pobre de la fiabilidad de unos y otro en el desempeño de su trabajo. Hay que decir, en descargo de los primeros, que las revistas no pagan a los investigadores por realizar revisiones de sus pares, con lo que, en muchos casos, puede que los revisores se quiten de encima el artículo sin considerar todos los detalles ni, por supuesto, tratar de reproducir los experimentos o cálculos.
Internet está lleno de ejemplos de este tipo de problemas (por ejemplo, aquí). En algunos casos se trata de flagrantes fraudes que, sin embargo, no nos sorprenden a los que hemos estado dentro del sistema. Tramposos hay en todo el mundo pero es que, además, hay otras razones, como la progresión geométrica del número de artículos que se publican o el creciente empuje de la máxima "publica o muere" que tanto agobia a los jóvenes investigadores. Y entre los últimos ejemplos de estas malas prácticas o errores de bulto que han pasado desapercibidos a los revisores, hay uno que ha llamado mi atención. Publicado en el Chemical Engineering News (CEN) a principios de agosto, de la mano de Deirdre Lockwood, no se trata de un fraude porque los investigadores han reconocido su error, pero las circunstancias y la temática del artículo tienen jugosas consecuencias (al menos para mi).
Resulta que un grupo de la Universidad de Oregon retiró recientemente un artículo publicado en 2015 en la revista Environmental Science and Technology en el que establecía altos niveles de contaminación por Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAHs, su acrónimo en inglés) en las proximidades de una explotación en la que se extrae gas natural mediante esa técnica denominada fracking, que tan mala prensa tiene, particularmente en Europa. Los PAHs constituyen una cohorte de sustancias químicas, algunas altamente cancerígenas. Casi simultáneamente a la retirada, ya en 2016 y en la misma revista, el grupo publicó un nuevo artículo en el que explicaba que los datos del artículo anterior eran erróneos y que la verdadera exposición de los vecinos en las proximidades de la instalación de fracking a los mencionados PAHs, era del orden de 275 veces inferior a la originalmente publicada, con lo que la peligrosidad para esos vecinos pasaba de importante a prácticamente nula, de acuerdo con los estándares de la EPA, la agencia medioambiental americana.
El origen del fallo, reconocido por ellos mismos en el segundo artículo, es que, en sus cálculos, utilizaron mal la famosa constante de los gases R, al elegir su valor en unas unidades que eran inconsistentes con las unidades de otras magnitudes empleadas en sus ecuaciones. O, lo que es lo mismo, mezclaron en sus cálculos peras con manzanas. También reconocen en el segundo artículo que, originalmente, había errores en el manejo de las hojas Excel empleadas para llegar a los resultados finales. Increíble pero cierto. Error que ya venían arrastrando desde antes, porque también tuvieron que retirar, por idénticos motivos, otro artículo en el que medían concentraciones de PAHs en el aire y en el agua del Golfo de México, despues de la explosión e incendio de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon.
El mal uso de las unidades por parte de mis estudiantes me ha traído de cabeza a lo largo de mi ya finiquitada carrera académica. Tengo que decir, en su descargo, que la laxa aplicación del Sistema Internacional de Unidades hace que se produzca un maremagnum de las mismas, del que a veces es muy complicado salir. Y no menos complicados son los vericuetos a los que, a veces, nos conducen las hojas de cálculo si no se tiene cuidado. Yo siempre he hecho, y he procurado mandar hacer, los cálculos a mano, como fase previa a "encomendar" a las hojas Excel que trabajen por nosotros.
Pero hay una segunda reflexión que al menos yo me he hecho. Si los autores hubieron realizado bien los cálculos, obteniendo los resultados que han obtenido en el segundo artículo, ¿los habría publicado la revista?, ¿hubieran merecido el impacto mediático que, al menos en la zona de esas explotaciones gasísticas, han merecido?. Estoy seguro de que los revisores no hubieran considerando importante publicar un artículo que establece que no pasa nada de nada. Es incluso probable que los propios autores no hubieran considerado la posibilidad de publicarlos.
Y, finalmente, una postdata a nivel local. Ya me gustaría a mi ver medidas similares con sensores colocados en diferentes puntos de Getaria o cualquier otra localidad en la que abunden las parrillas de pescado al aire libre. Creo que más de un responsable de Medio Ambiente local, provincial o autonómico se iba a llevar una sorpresa.
Internet está lleno de ejemplos de este tipo de problemas (por ejemplo, aquí). En algunos casos se trata de flagrantes fraudes que, sin embargo, no nos sorprenden a los que hemos estado dentro del sistema. Tramposos hay en todo el mundo pero es que, además, hay otras razones, como la progresión geométrica del número de artículos que se publican o el creciente empuje de la máxima "publica o muere" que tanto agobia a los jóvenes investigadores. Y entre los últimos ejemplos de estas malas prácticas o errores de bulto que han pasado desapercibidos a los revisores, hay uno que ha llamado mi atención. Publicado en el Chemical Engineering News (CEN) a principios de agosto, de la mano de Deirdre Lockwood, no se trata de un fraude porque los investigadores han reconocido su error, pero las circunstancias y la temática del artículo tienen jugosas consecuencias (al menos para mi).
Resulta que un grupo de la Universidad de Oregon retiró recientemente un artículo publicado en 2015 en la revista Environmental Science and Technology en el que establecía altos niveles de contaminación por Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAHs, su acrónimo en inglés) en las proximidades de una explotación en la que se extrae gas natural mediante esa técnica denominada fracking, que tan mala prensa tiene, particularmente en Europa. Los PAHs constituyen una cohorte de sustancias químicas, algunas altamente cancerígenas. Casi simultáneamente a la retirada, ya en 2016 y en la misma revista, el grupo publicó un nuevo artículo en el que explicaba que los datos del artículo anterior eran erróneos y que la verdadera exposición de los vecinos en las proximidades de la instalación de fracking a los mencionados PAHs, era del orden de 275 veces inferior a la originalmente publicada, con lo que la peligrosidad para esos vecinos pasaba de importante a prácticamente nula, de acuerdo con los estándares de la EPA, la agencia medioambiental americana.
El origen del fallo, reconocido por ellos mismos en el segundo artículo, es que, en sus cálculos, utilizaron mal la famosa constante de los gases R, al elegir su valor en unas unidades que eran inconsistentes con las unidades de otras magnitudes empleadas en sus ecuaciones. O, lo que es lo mismo, mezclaron en sus cálculos peras con manzanas. También reconocen en el segundo artículo que, originalmente, había errores en el manejo de las hojas Excel empleadas para llegar a los resultados finales. Increíble pero cierto. Error que ya venían arrastrando desde antes, porque también tuvieron que retirar, por idénticos motivos, otro artículo en el que medían concentraciones de PAHs en el aire y en el agua del Golfo de México, despues de la explosión e incendio de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon.
El mal uso de las unidades por parte de mis estudiantes me ha traído de cabeza a lo largo de mi ya finiquitada carrera académica. Tengo que decir, en su descargo, que la laxa aplicación del Sistema Internacional de Unidades hace que se produzca un maremagnum de las mismas, del que a veces es muy complicado salir. Y no menos complicados son los vericuetos a los que, a veces, nos conducen las hojas de cálculo si no se tiene cuidado. Yo siempre he hecho, y he procurado mandar hacer, los cálculos a mano, como fase previa a "encomendar" a las hojas Excel que trabajen por nosotros.
Pero hay una segunda reflexión que al menos yo me he hecho. Si los autores hubieron realizado bien los cálculos, obteniendo los resultados que han obtenido en el segundo artículo, ¿los habría publicado la revista?, ¿hubieran merecido el impacto mediático que, al menos en la zona de esas explotaciones gasísticas, han merecido?. Estoy seguro de que los revisores no hubieran considerando importante publicar un artículo que establece que no pasa nada de nada. Es incluso probable que los propios autores no hubieran considerado la posibilidad de publicarlos.
Y, finalmente, una postdata a nivel local. Ya me gustaría a mi ver medidas similares con sensores colocados en diferentes puntos de Getaria o cualquier otra localidad en la que abunden las parrillas de pescado al aire libre. Creo que más de un responsable de Medio Ambiente local, provincial o autonómico se iba a llevar una sorpresa.
Dos cosas -al menos- he recordado al leer este post...Una, he recordado a mi madre, profesora de matemáticas y física de Enseñanza Media, diciendo "falta el apellido", cuando un alumno ponía de resultado sólo la cifra, sin la unidad...Y la otra, a una charla estupenda que escuché hace poco en Naukas, de Sergio Palacios, en que exponía este mismo problema: http://eltercerprecog.blogspot.cl/2016/09/volando-voy-y-casi-no-vengo-porque-en_31.html
ResponderEliminarSí, puedes tener razón en cuanto a si el artículo hubiese sido o no publicado, con datos tan poco o nada escandalosos, pero lo que no sabremos, es si a causa del primer artículo, las cosas se han hecho con más cuidado después de su publicación.
Como siempre, Búho, interesante llamado de atención.
La tabla de valores, copiada de algún libro, tiene "faltas de ortografía" en la forma de expresar las unidades. Después del signo / debería haber un paréntesis que englobara todo el denominador, y las dos magnitudes del denominador separadas por un signo de multiplicar. Es decir, por ejemplo en la segunda expresión, J/(mol·K), y así en todas. La precisión en la forma de expresar magnituds y unidades es una de mis manías, si se puede decir así.
ResponderEliminarUn saludo.
Tiene razón en Prof. Mans. Seleccioné esa figura porque era la de más resolución de las pocas Tablas sobre valores de R que encontré usando Google. La notación empleada no es, ciertamenta, la recomendada por la IUPAC pero la he visto utilizar en algunos textos.
ResponderEliminarVoy a ver si encuentro otra más acorde a lo establecido.
Lo de las unidades... si recuerdo bien se perdió nada menos que una sonda a Marte porque en algún momento se mezclaron cálculos en el SI y en el tradicional anglosajón, o al menos esa fue la explicación oficial. Sin embargo, son errores visibles.
ResponderEliminarLos cálculos con ordenador, en cambio... Mi experiencia con hojas de cálculo es que están muy bien para recoger y ordenar datos, pero confiarles una cuenta complicada tiene bastante de acto de fe. He visto un poco de todo como resultado. Y depurar una hoja de cálculo, o tan solo detectar posibles errores no es tan fácil como prestar atención a las unidades.
Si generalizamos un poco más... ¿cuantos errores flagrantes hay en cálculos en los que el ordenador se usa como una "caja negra" sin más?. No es que proponga volver a hacer las cosas a mano, pero me atrevería a decir que se tiene demasiada confianza en los cálculos "con ordenador". Aunque en realidad se hayan hecho de cualquier manera, con programas poco apropiados y muchas veces sin comprobación alguna. Como lo ha "hecho el ordenador"...