Con esto de que los móviles llevan linterna, tengo serias dudas de que los infantes de hoy en día sientan la misma fascinación por las velas que yo sentía de pequeño, aún sin haber sido nunca monaguillo. Fascinación que ha pervivido hasta ahora. De hecho, sigo comprando en el súper esas velas cortas que llaman calientaplatos y, de vez en cuando, le pego fuego a una cuando estoy trabajando en mis cosas o escribiendo, como ahora, una entrada para el Blog. Me acompaña y me tranquiliza. Pero tuvieron que pasar muchos años, y gracias a internet, hasta que me diera cuenta de las razones últimas de la combustión de una vela. Ahora las tengo claras y las voy a compartir con vosotros a propósito de un tema candente que solo al final desvelaré. Que sois un poco culos de mal asiento y me consta que, a veces, no llegáis hasta el final.
El Tamiz siempre ha sido uno de mis Blogs favoritos por variadas razones que no es el caso exponer aquí. Y una de sus entradas divertidas, en 2011, tenía que ver con la resolución de las preguntas que uno se plantea cuando es un obsesivo observador de una vela. ¿Qué pinta en un vela la mecha o pábilo?. ¿Por qué la vela se consume y el pábilo no?. ¿Por qué algunas veces la punta del pábilo se carboniza y acaba cayéndose?. ¿Por qué queda cera sin consumir en las partes más externas de la vela, alejadas del pábilo?. Y así unas cuantas. Todo eso está en esta entrada de ese Blog, entrada que os recomiendo leer si el tema os interesa, porque yo sólo voy a usar parte de la información para mis intereses.
Como explica muy bien la Wikipedia, las ceras son un tipo de compuestos químicos maleables a temperatura próximas al ambiente. Maleable es sinónimo de plástico que, por si no lo sabéis, es un término que quiere decir que uno puede calentar y fundir una vela de cera (o un polímero), verter y dejar enfriar el líquido resultante en un recipiente de la forma más complicada que queráis (molde) y obtener así un nuevo sólido de forma distinta a la vela original. Y uno puede repetir el proceso cuantas veces quiera y cuantas formas de molde le de por utilizar.
Ceras hay muchas. Provenientes de los vegetales como la Carnauba, obtenida de ciertas plantas cultivadas predominantemente en Brasil y que se emplea lo mismo para encerar planchas de surf que en variados productos farmaceúticos, en cosmética, etc. Hay ceras obtenidas a partir de animales, como la cera de abeja. Otras son derivadas del petróleo, como las ceras parafinadas que se usan mucho en las velas de iglesia. Cada una tiene la composición química que le toca, derivada de su origen, con diferentes propiedades como, por ejemplo, la temperatura a la que funden y se convierten en un líquido. Pero todas ellas tiene una característica común. En su estructura tienen cadenas relativamente largas de grupos metileno (-CH2), los mismos que se repiten en mucha mayor extensión en las largas cadenas constitutivas de plásticos tan convencionales como el polietileno de las bolsas de basura y de supermercados.
Que una cera arda no es obvio. El pábilo o mecha es fundamental. Cuando le pegamos fuego al mismo, la cera más próxima funde en cuanto se alcanzan temperaturas de 60-80ºC, dependiendo del tipo de cera. El líquido así formado en las inmediaciones del pábilo, asciende por él por un fenómeno llamado capilaridad, similar a cuando ponemos un azucarillo en una copa de Armagnac para obtener lo que, en mi familia política, se conoce como "un canard", que se llevan al coleto en cuanto el azucarillo se satura del compuesto etílico. A medida que la cera asciende por el pábilo se calienta más, comienza a hervir y se transforma en vapor, estando así en condiciones para arder en presencia de llama. SI el pábilo es muy largo, la cera líquida no asciende hasta el límite y entonces es el pábilo el que arde, se carboniza y al final acaba cayendo a la cera de la vela.
Guapo, ¿verdad?. Pues eso es lo que debiera de haber leído o preguntado el personaje que aparece en este vídeo que se ha propagado por internet como un virus y que os resumo.El protagonista (más propio de Celtiberia Show que de las TICs) mantiene la teoría de que los Gobiernos y las multinacionales nos están envenenando a base de poner productos químicos en la piel de las manzanas. Como bien se explica en este post de Mikel López Iturriaga en el blog El Comidista, lo que rasca el personaje es CERA, ya sea naturalmente generada por la propia manzana (que lo hace) o adicionada por los productores de la misma, como una forma de protegerla contra agresiones medioambientales, además de contribuir a su mayor lustre. En el caso de ceras añadidas, se emplean algunas que están catalogadas como aditivos alimentarios como la propia cera de Carnauba, la de abeja u otras, todas ellas con su correspondiente número E-, respaldado por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
De entre las variadas burradas que dice el ciudadano rascamanzanas, algunas, como la que esos productos pueden generar SIDA o Ébola, ya han sido contundentemente contestadas por ese maestro del escepticismo que es el amigo Mauricio Schwarz en este contravídeo. Pero ni en él, ni en las opiniones de algunos expertos en el artículo de Iturriaga se ha hecho hincapié en dos cosas que dice nuestro personaje y que tienen que ver con procesos fisicoquímicos relacionados con la quema o calentamiento de la cera de las velas.
Una es la de que lo que él rasca no es cera (a saber qué será, desliza), por la contundente razón de que le aplica un mechero y no arde. La respuesta está en el artículo de El Tamiz que yo os he resumido. Aplicando el mechero no se consigue que en las proximidades de la llama haya vapor de cera suficiente como para que se inicie la combustión, entre otras cosas porque mueve el mechero de forma rápida sobre la cera y así no hay forma de alcanzar las temperaturas suficientes para la vaporización y posterior ignición. Y, además no hay pábilo o mecha que le ayude.
La otra afirmación tiene que ver con que el resultado de ese pase obsesivo del mechero por el producto rascado le huele a un "veneno", huele a plástico. Si habitara en una Facultad como la mía en la que casi cada día se hacen, en máquinas adecuadas, diferentes objetos fundiendo polietileno o su primo polipropileno, lo entendería enseguida. En cuanto el que realiza el procesado se pasa de temperatura, casi toda la Facultad huele a lo que él llama plástico (y eso que en las máquinas no se prenden llamas). Porque, con el concurso de una temperatura no muy elevada, esos plásticos se degradan, fundamentalmente por estar en contacto con el oxígeno del aire, generando nuevas sustancias químicas que huelen como huelen. Y eso mismo le pasa a la cera que chamusca el personaje en cuestión.
Como dice Mauricio en su vídeo el veneno no es la cera de la manzana sino la atrevida ignorancia que hoy puede propagarse por internet sin obstáculo alguno.
El Tamiz siempre ha sido uno de mis Blogs favoritos por variadas razones que no es el caso exponer aquí. Y una de sus entradas divertidas, en 2011, tenía que ver con la resolución de las preguntas que uno se plantea cuando es un obsesivo observador de una vela. ¿Qué pinta en un vela la mecha o pábilo?. ¿Por qué la vela se consume y el pábilo no?. ¿Por qué algunas veces la punta del pábilo se carboniza y acaba cayéndose?. ¿Por qué queda cera sin consumir en las partes más externas de la vela, alejadas del pábilo?. Y así unas cuantas. Todo eso está en esta entrada de ese Blog, entrada que os recomiendo leer si el tema os interesa, porque yo sólo voy a usar parte de la información para mis intereses.
Como explica muy bien la Wikipedia, las ceras son un tipo de compuestos químicos maleables a temperatura próximas al ambiente. Maleable es sinónimo de plástico que, por si no lo sabéis, es un término que quiere decir que uno puede calentar y fundir una vela de cera (o un polímero), verter y dejar enfriar el líquido resultante en un recipiente de la forma más complicada que queráis (molde) y obtener así un nuevo sólido de forma distinta a la vela original. Y uno puede repetir el proceso cuantas veces quiera y cuantas formas de molde le de por utilizar.
Ceras hay muchas. Provenientes de los vegetales como la Carnauba, obtenida de ciertas plantas cultivadas predominantemente en Brasil y que se emplea lo mismo para encerar planchas de surf que en variados productos farmaceúticos, en cosmética, etc. Hay ceras obtenidas a partir de animales, como la cera de abeja. Otras son derivadas del petróleo, como las ceras parafinadas que se usan mucho en las velas de iglesia. Cada una tiene la composición química que le toca, derivada de su origen, con diferentes propiedades como, por ejemplo, la temperatura a la que funden y se convierten en un líquido. Pero todas ellas tiene una característica común. En su estructura tienen cadenas relativamente largas de grupos metileno (-CH2), los mismos que se repiten en mucha mayor extensión en las largas cadenas constitutivas de plásticos tan convencionales como el polietileno de las bolsas de basura y de supermercados.
Que una cera arda no es obvio. El pábilo o mecha es fundamental. Cuando le pegamos fuego al mismo, la cera más próxima funde en cuanto se alcanzan temperaturas de 60-80ºC, dependiendo del tipo de cera. El líquido así formado en las inmediaciones del pábilo, asciende por él por un fenómeno llamado capilaridad, similar a cuando ponemos un azucarillo en una copa de Armagnac para obtener lo que, en mi familia política, se conoce como "un canard", que se llevan al coleto en cuanto el azucarillo se satura del compuesto etílico. A medida que la cera asciende por el pábilo se calienta más, comienza a hervir y se transforma en vapor, estando así en condiciones para arder en presencia de llama. SI el pábilo es muy largo, la cera líquida no asciende hasta el límite y entonces es el pábilo el que arde, se carboniza y al final acaba cayendo a la cera de la vela.
Guapo, ¿verdad?. Pues eso es lo que debiera de haber leído o preguntado el personaje que aparece en este vídeo que se ha propagado por internet como un virus y que os resumo.El protagonista (más propio de Celtiberia Show que de las TICs) mantiene la teoría de que los Gobiernos y las multinacionales nos están envenenando a base de poner productos químicos en la piel de las manzanas. Como bien se explica en este post de Mikel López Iturriaga en el blog El Comidista, lo que rasca el personaje es CERA, ya sea naturalmente generada por la propia manzana (que lo hace) o adicionada por los productores de la misma, como una forma de protegerla contra agresiones medioambientales, además de contribuir a su mayor lustre. En el caso de ceras añadidas, se emplean algunas que están catalogadas como aditivos alimentarios como la propia cera de Carnauba, la de abeja u otras, todas ellas con su correspondiente número E-, respaldado por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
De entre las variadas burradas que dice el ciudadano rascamanzanas, algunas, como la que esos productos pueden generar SIDA o Ébola, ya han sido contundentemente contestadas por ese maestro del escepticismo que es el amigo Mauricio Schwarz en este contravídeo. Pero ni en él, ni en las opiniones de algunos expertos en el artículo de Iturriaga se ha hecho hincapié en dos cosas que dice nuestro personaje y que tienen que ver con procesos fisicoquímicos relacionados con la quema o calentamiento de la cera de las velas.
Una es la de que lo que él rasca no es cera (a saber qué será, desliza), por la contundente razón de que le aplica un mechero y no arde. La respuesta está en el artículo de El Tamiz que yo os he resumido. Aplicando el mechero no se consigue que en las proximidades de la llama haya vapor de cera suficiente como para que se inicie la combustión, entre otras cosas porque mueve el mechero de forma rápida sobre la cera y así no hay forma de alcanzar las temperaturas suficientes para la vaporización y posterior ignición. Y, además no hay pábilo o mecha que le ayude.
La otra afirmación tiene que ver con que el resultado de ese pase obsesivo del mechero por el producto rascado le huele a un "veneno", huele a plástico. Si habitara en una Facultad como la mía en la que casi cada día se hacen, en máquinas adecuadas, diferentes objetos fundiendo polietileno o su primo polipropileno, lo entendería enseguida. En cuanto el que realiza el procesado se pasa de temperatura, casi toda la Facultad huele a lo que él llama plástico (y eso que en las máquinas no se prenden llamas). Porque, con el concurso de una temperatura no muy elevada, esos plásticos se degradan, fundamentalmente por estar en contacto con el oxígeno del aire, generando nuevas sustancias químicas que huelen como huelen. Y eso mismo le pasa a la cera que chamusca el personaje en cuestión.
Como dice Mauricio en su vídeo el veneno no es la cera de la manzana sino la atrevida ignorancia que hoy puede propagarse por internet sin obstáculo alguno.