Publica hoy el Diario Vasco que al arquitecto Rafael Moneo le han concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012. En mi Donosti, casi el 50% es anti-Moneo por su edificio del Kursaal. Yo estoy en el bando contrario, entre otras razones porque el Cubo grande del edificio alberga un Auditorio. Gracias a él, conseguimos acabar con el "monopolio" del constreñido ámbito del Teatro Victoria Eugenia, en el que, durante años, tuvimos que oir, con más vergüenza ajena que otra cosa, a las afamadas orquestas que cada año visitan la Quincena Musical Donostiarra. Empezada así la entrada parece obvio que esto no huele a Química. Y cierto es. Pero como ya he dicho alguna vez, un Blog es un diario personal y, como tal, escribo en él lo que me place. Así que si no quereis darle al Leer más... que aparece abajo, vosotros mismos...
Moneo es conocido en San Sebastián por el Kursaal, pero poca gente sabe que cuando era un joven arquitecto con ánimo de medrar, construyó una emblemática casa donostiarra, emplazada en el mismo solar en el que se había asentado, desde años antes, el legendario Frontón Urumea. El edificio, que lleva también el nombre del río que discurre a su vera (Edificio Urumea) es, además, toda una referencia en los manuales arquitectónicos. Es la casa del centro de la foto, a pocos metros del propio Kursaal, cuyo frente gris se intuye en la parte izquierda de la misma (podeis ampliarla clicando en ella). Esa casa se construyó en 1973 y, tres años despues, el Búho tuvo la suerte de que unos amigos de la familia le alquilaran un coqueto, aunque minimalista, apartamento de 40 metros cuadrados, en el que comencé a compartir techo, de forma "respetuosa" con las normas imperantes, con una preciosa criatura de 23 añitos.
Entre la última casa de la izquierda de la foto y el propio Kursaal, arranca el puente del mismo nombre sobre la desembocadura del río. Atravesando ese puente, a la derecha, empieza el Paseo Nuevo y, justo al principio, está el Restaurante Urepel, abierto en 1978 y que el día 30 de mayo se va a cerrar. Me cuesta reconocerlo en este foro público pero el cierre del Urepel ha acrecentado mi ya habitual astenia primaveral, me hace más viejo y cierra un ciclo de mi vida.
Dada la cercanía entre nuestro nido y el Restaurante, pronto se convirtió en el sitio en el que celebrar nuestras fechas señaladas. No era barato, y yo un becario más arrastrado aún que los actuales, pero mi comadrona trabajaba las 24 horas del día (sin exagerar) y me tenía bien mantenido. Tomás Almandoz, el dueño, acabó casi por adoptarnos, pues aunque debía adivinar nuestras penurias veía que no le fallábamos. Yo transmití mi entusiasmo por el biencomer del sitio a mis jóvenes colegas de la Facultad y, merced a unos cuantos durillos semanales, ahorrábamos lo necesario a lo largo del Curso para darnos un festín en primavera, algo que debimos instaurar unos cuantos en los primeros ochenta. Años más tarde, ese evento se convirtió en la comida fin de Curso de todos los poliméricos y, aún este año, hay una reserva para el día del cierre. También lo conocen bien muchos de nuestros visitantes de otras Universidades, Centros e Industrias, como lugar de celebraciones diversas. Echando ahora la vista atrás, no me sonrojo lo más mínimo al atribuirme una buena parte de la devoción de muchos colegas por el sitio.
Tomás era un tío especial, capaz de cerrar la puerta a los de la Guía Michelín, "porque querían cenar muy tarde" (así le fué con ellos, inmerecidamente) o de acoger, en horas bajas, a mi buen amigo Xavi Gutierrez, ahora "fontanero de lujo" del Restaurante Arzak y repostero de referencia en el Urepel durante muchos años, antes de pegar el salto al alto de Miracruz. Conservo como oro en paño un libro que Tomás nos regaló con reproducciones de los dibujos y acuarelas con los que entretenía su menguado tiempo libre. Ando en época de mandar todo al contenedor de papel, pero eso se queda en casa. Por mis muertos...
Moneo es conocido en San Sebastián por el Kursaal, pero poca gente sabe que cuando era un joven arquitecto con ánimo de medrar, construyó una emblemática casa donostiarra, emplazada en el mismo solar en el que se había asentado, desde años antes, el legendario Frontón Urumea. El edificio, que lleva también el nombre del río que discurre a su vera (Edificio Urumea) es, además, toda una referencia en los manuales arquitectónicos. Es la casa del centro de la foto, a pocos metros del propio Kursaal, cuyo frente gris se intuye en la parte izquierda de la misma (podeis ampliarla clicando en ella). Esa casa se construyó en 1973 y, tres años despues, el Búho tuvo la suerte de que unos amigos de la familia le alquilaran un coqueto, aunque minimalista, apartamento de 40 metros cuadrados, en el que comencé a compartir techo, de forma "respetuosa" con las normas imperantes, con una preciosa criatura de 23 añitos.
Entre la última casa de la izquierda de la foto y el propio Kursaal, arranca el puente del mismo nombre sobre la desembocadura del río. Atravesando ese puente, a la derecha, empieza el Paseo Nuevo y, justo al principio, está el Restaurante Urepel, abierto en 1978 y que el día 30 de mayo se va a cerrar. Me cuesta reconocerlo en este foro público pero el cierre del Urepel ha acrecentado mi ya habitual astenia primaveral, me hace más viejo y cierra un ciclo de mi vida.
Dada la cercanía entre nuestro nido y el Restaurante, pronto se convirtió en el sitio en el que celebrar nuestras fechas señaladas. No era barato, y yo un becario más arrastrado aún que los actuales, pero mi comadrona trabajaba las 24 horas del día (sin exagerar) y me tenía bien mantenido. Tomás Almandoz, el dueño, acabó casi por adoptarnos, pues aunque debía adivinar nuestras penurias veía que no le fallábamos. Yo transmití mi entusiasmo por el biencomer del sitio a mis jóvenes colegas de la Facultad y, merced a unos cuantos durillos semanales, ahorrábamos lo necesario a lo largo del Curso para darnos un festín en primavera, algo que debimos instaurar unos cuantos en los primeros ochenta. Años más tarde, ese evento se convirtió en la comida fin de Curso de todos los poliméricos y, aún este año, hay una reserva para el día del cierre. También lo conocen bien muchos de nuestros visitantes de otras Universidades, Centros e Industrias, como lugar de celebraciones diversas. Echando ahora la vista atrás, no me sonrojo lo más mínimo al atribuirme una buena parte de la devoción de muchos colegas por el sitio.
Tomás era un tío especial, capaz de cerrar la puerta a los de la Guía Michelín, "porque querían cenar muy tarde" (así le fué con ellos, inmerecidamente) o de acoger, en horas bajas, a mi buen amigo Xavi Gutierrez, ahora "fontanero de lujo" del Restaurante Arzak y repostero de referencia en el Urepel durante muchos años, antes de pegar el salto al alto de Miracruz. Conservo como oro en paño un libro que Tomás nos regaló con reproducciones de los dibujos y acuarelas con los que entretenía su menguado tiempo libre. Ando en época de mandar todo al contenedor de papel, pero eso se queda en casa. Por mis muertos...
Yanko:
ResponderEliminarGran tipo Tomás. Tengo un matrimonio amigo que siempre fueron clientes asiduos y que, más de una vez, a la hora de pagar les decía: Estais invitados.
La comida, ¡superior.....!,
PD: menos mal que no has sido propietario en esa casa. Hoy en día, estarías arruinado después de pagar tantas reformas como he visto hacerle a esa casa....
Pues como si lo fuera. Mientras yo viví ahí, mis padres se compraron uno de los pequeños apartamentos. Que siguen teniendo...
ResponderEliminarPues a mí también me da pena que se cierre y comparto la melancolía del Búho. En mi modesta medida, el Urepel también ha ocupado un lugar señalado en celebraciones (e incluso conspiraciones) varias asociadas a momento importantes de mi vida. En fin... los lugares son más inestables de lo que parecen, y es una pena.
ResponderEliminarEfectivamente me quedó un buen recuerdo de la cena que compartimos en ese lugar. No se que pasa pero últimamente estoy rodeado de cierres y mi ánimo está aún más bajo que el tuyo.Bueno, parece que al menos el tiempo escampa por el norte; esperemos que sea un presagio general
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminareldeldori, no voy entrar en la polémica actual entre cocineros estrellados. Me quedo con Tomás Almandoz y su filosofía de vida....
ResponderEliminarMe voy a sincerar y confieso que me he arrepentido de haber enviado el comentario.Al mencionar, el cierre de Urepel y después de nombrar la Guia Michelin, se ha producido un fallo en el mecanismo inhibidor de mi ¿cerebro?
ResponderEliminarVolviendo al tema de Moneo y sus cubos, muchos nos hicimos "anti-moneistas" no por los cubos en si y lo poco que pegaban en la zona, sino por que la mayor parte de las otras opciones, que se expusieron en San Telmo, eran mucho mejores, los cubos eran dos tristes cajas de zapatos entre obras de arte pero iban firmadas por el sacrosanto Moneo.
ResponderEliminarhey there, you have a cool blog
ResponderEliminarvisit me too at
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