Esta es otra de las ocasiones en la que a uno le ponen la entrada a huevo. En cuestion de pocos días se han acumulado una serie de eventos que hacen que la entrada se escriba sola. En las últimas semanas, varios amigos y conocidos me han preguntado por el asunto de los speedy neutrinos, como los ha bautizado uno de ellos. La marabunta mediática que se ha organizado sobre si Einstein tenía o no tenía razón se ha simplificado en titulares, de tal manera que el más común de los mortales quiere enterarse de algo, no vaya a ser que una parte importante de la tecnología en la que descansamos (GPS, láseres, resonancia magnética nuclear,..) se vaya a ir al garete por una panda bastante numerosa de físicos circunspectos a caballo entre Suiza e Italia.
El Búho ha salido del atolladero preguntón como ha podido pero, desde el miércoles, lo tengo solucionado. Remito a todo el mundo a la estupenda conferencia que dió ese día en Donosti José Ignacio Latorre dentro de la serie Lecciones Kutxa 2011. Yo no pude estar por obligaciones paterno-filiales pero la he visto aquí, como un señor, repantingado en mi sillón y con cerveza incluída (algo que en vivo no es posible). Gracias al canal de TV del Donostia International Physics Center.
Sin embargo, nadie me ha inquirido sobre el Nobel de Química 2011, adjudicado a Daniel Shechtman por sus, poco a poco, famosos cuasicristales. Lógico por otra parte. Shechtman no es Einstein y las repercusiones de los cuasicristales en nuestra vida diaria están todavía por ver. Pero tiempo al tiempo. Tampoco voy a emplear centenares de caracteres en contaros lo que son esos cuasicristales. Esta misma mañana, El País publicaba un excelente artículo de divulgación del cristalógrafo del CSIC Juan Manuel García Ruiz y no se puede decir mucho más ni contarlo de forma tan clara. El uso que hace de los maravillosos mosaicos que uno puede contemplar en la Alhambra (y otros recintos árabes similares) para explicar el asunto, debiera conduciros sin dilación a esta página, si no la habeis ya leído en el papel.
Lo que a mi me interesa más de la historia de Shetchtman es la tozudez con la que ha defendido, a lo largo del tiempo, un descubrimiento por chiripa que realizó hace casi 30 años. Sus resultados chocaban frontalmente con todo lo establecido en cristalografía desde hacía más de un siglo y, lo más razonable, hubiera sido mandarlos a la papelera. Tanto es asi que, en muchos congresos en los que ha ido mostrando esos resultados, ha tenido que aguantar los sarcasmos de muchos de sus colegas, que casi le recomendaban la lectura de manuales para estudiantes para que cayera en la cuenta de su equivocación. Y entre los que le criticaron con ferocidad estaba el dos veces Premio Nobel (uno de la Paz y otro de Química) Linus Pauling.
Pauling era un hueso de roer. Pero también ha tenido equivocaciones notables que se ha tenido que tragar, como ya os contaba en una lejana entrada. Su equivocación en la propuesta de la estructura del DNA es de las que hacen historia y sus devaneos con cierta medicina alternativa a propósito de su fe en la Vitamina C también. Y este tipo de dogmatismo sobre lo establecido es bastante corriente en la historia de la ciencia. Por sólo limitarme al campo de los polímeros, el padre de la idea de que podían existir moléculas gigantes de cientos y miles de unidades unidas por enlaces covalente, Hermann Staudinger, Premio Nobel de Química en 1953, tuvo que aguantar de un preclaro Herr Professor alemán en Química Orgánica la siguiente frase envenenada: "Mi querido colega, deseche sus ideas sobre las moléculas grandes. No hay moléculas superiores a un peso molecular 5000. Purifique bien sus productos y al cristalizar le revelarán su carácter de moléculas de bajo peso molecular". Lo de "purifique bien sus productos" para un químico orgánico es como llamarle guarro a la cara. Y, sin embargo, la industria del plástico está llena macromoléculas o polímeros con pesos moleculares que van desde cientos de miles a varios millones...
Así que no es raro que en las trifulcas (cada vez más abundantes) que se organizan sobre ciencia y pseudociencia, un argumento de los partidarios de la segunda sea el echarnos en cara lo orgullosos y dogmáticos que somos los científicos defendiendo una idea que establecemos como irrebatible. Y, ciertamente, no hay más que ir a congresos científicos serios para comprobar con qué arrogancia se defienden determinadas hipótesis, algunas con endebles bases en las que sustentarse. Pero como quedaba claro en un reciente post del Cuaderno de Cultura Científica, los que son arrogantes son las personas que trabajan como científicos pero no la Ciencia como tal, cuya principal característica es la de ser humilde para reconocer sus propios errores cuando las evidencias se acumulan en contra de una hipótesis o una teoría. Es seguro que Pauling introdujo muchos dedos en los ojos de sus colegas en lo relativo a sus ideas sobre el DNA pero, al final, el método científico le obligó a meterse el rabo entre las piernas y hacer mutis por el foro en cuestión.
Algo que no hacen nunca los que no reconocen al método científico como herramienta. Pero que ello no os sirva como excusa para no usar la humildad como distintivo señero de nuestras convicciones. Cruzando los dedos para que nadie nos las desbarate.
El Búho ha salido del atolladero preguntón como ha podido pero, desde el miércoles, lo tengo solucionado. Remito a todo el mundo a la estupenda conferencia que dió ese día en Donosti José Ignacio Latorre dentro de la serie Lecciones Kutxa 2011. Yo no pude estar por obligaciones paterno-filiales pero la he visto aquí, como un señor, repantingado en mi sillón y con cerveza incluída (algo que en vivo no es posible). Gracias al canal de TV del Donostia International Physics Center.
Sin embargo, nadie me ha inquirido sobre el Nobel de Química 2011, adjudicado a Daniel Shechtman por sus, poco a poco, famosos cuasicristales. Lógico por otra parte. Shechtman no es Einstein y las repercusiones de los cuasicristales en nuestra vida diaria están todavía por ver. Pero tiempo al tiempo. Tampoco voy a emplear centenares de caracteres en contaros lo que son esos cuasicristales. Esta misma mañana, El País publicaba un excelente artículo de divulgación del cristalógrafo del CSIC Juan Manuel García Ruiz y no se puede decir mucho más ni contarlo de forma tan clara. El uso que hace de los maravillosos mosaicos que uno puede contemplar en la Alhambra (y otros recintos árabes similares) para explicar el asunto, debiera conduciros sin dilación a esta página, si no la habeis ya leído en el papel.
Lo que a mi me interesa más de la historia de Shetchtman es la tozudez con la que ha defendido, a lo largo del tiempo, un descubrimiento por chiripa que realizó hace casi 30 años. Sus resultados chocaban frontalmente con todo lo establecido en cristalografía desde hacía más de un siglo y, lo más razonable, hubiera sido mandarlos a la papelera. Tanto es asi que, en muchos congresos en los que ha ido mostrando esos resultados, ha tenido que aguantar los sarcasmos de muchos de sus colegas, que casi le recomendaban la lectura de manuales para estudiantes para que cayera en la cuenta de su equivocación. Y entre los que le criticaron con ferocidad estaba el dos veces Premio Nobel (uno de la Paz y otro de Química) Linus Pauling.
Pauling era un hueso de roer. Pero también ha tenido equivocaciones notables que se ha tenido que tragar, como ya os contaba en una lejana entrada. Su equivocación en la propuesta de la estructura del DNA es de las que hacen historia y sus devaneos con cierta medicina alternativa a propósito de su fe en la Vitamina C también. Y este tipo de dogmatismo sobre lo establecido es bastante corriente en la historia de la ciencia. Por sólo limitarme al campo de los polímeros, el padre de la idea de que podían existir moléculas gigantes de cientos y miles de unidades unidas por enlaces covalente, Hermann Staudinger, Premio Nobel de Química en 1953, tuvo que aguantar de un preclaro Herr Professor alemán en Química Orgánica la siguiente frase envenenada: "Mi querido colega, deseche sus ideas sobre las moléculas grandes. No hay moléculas superiores a un peso molecular 5000. Purifique bien sus productos y al cristalizar le revelarán su carácter de moléculas de bajo peso molecular". Lo de "purifique bien sus productos" para un químico orgánico es como llamarle guarro a la cara. Y, sin embargo, la industria del plástico está llena macromoléculas o polímeros con pesos moleculares que van desde cientos de miles a varios millones...
Así que no es raro que en las trifulcas (cada vez más abundantes) que se organizan sobre ciencia y pseudociencia, un argumento de los partidarios de la segunda sea el echarnos en cara lo orgullosos y dogmáticos que somos los científicos defendiendo una idea que establecemos como irrebatible. Y, ciertamente, no hay más que ir a congresos científicos serios para comprobar con qué arrogancia se defienden determinadas hipótesis, algunas con endebles bases en las que sustentarse. Pero como quedaba claro en un reciente post del Cuaderno de Cultura Científica, los que son arrogantes son las personas que trabajan como científicos pero no la Ciencia como tal, cuya principal característica es la de ser humilde para reconocer sus propios errores cuando las evidencias se acumulan en contra de una hipótesis o una teoría. Es seguro que Pauling introdujo muchos dedos en los ojos de sus colegas en lo relativo a sus ideas sobre el DNA pero, al final, el método científico le obligó a meterse el rabo entre las piernas y hacer mutis por el foro en cuestión.
Algo que no hacen nunca los que no reconocen al método científico como herramienta. Pero que ello no os sirva como excusa para no usar la humildad como distintivo señero de nuestras convicciones. Cruzando los dedos para que nadie nos las desbarate.
Estimado Búho:
ResponderEliminarLo primero felicitar a todos los que organizaron la conferencia, fue muy bonita y didáctica. Las preguntas que se hicieron al final ayudaron a clarificar, más aun, lo que el conferenciante expuso.
Como bien dices en tu frase "uno puede contemplar en la Alhambra (y otros recintos árabes similares)", es cierto que el privilegio de La Alhambra es contener los 17 grupos de teselaciones, por cierto, la última descubierta por Rafa Pérez Gómez en el arco de una puerta pero, y lo digo por mis amigos aragoneses que siempre lo recalcan, también están localizados en el mudéjar de Aragón. Ya sé que en "similares" se puede incluir pero nunca se cita explícitamente. Es simplemente romper una lanza a favor de Aragón. Un abrazo, FFR
Creo que lo que más me gusta, es que este Nobel se le dio a un científico cuyo tesón y perseverancia triunfó a pesar de haber sido ignorado y mal mirado tachando su descubrimiento de erróneo.
ResponderEliminarSi hasta lo echaron del grupo de estudio! Las personas aún no aprenden que no deben tratar mal a otros que tienen tantos estudios como ellos, pero hay gente que goza tratando de ignorantes a los demás.
Me gustó esta entrada, Búho. Tienes toda la razón.
Me ha encantado la conferencia.
ResponderEliminarMagnífica entrada y magnífica conferencia.
Uno puede disfrutar con estas cosas aun no perteneciendo al ámbito científico.
Pues te contaré que durante el 2012 estuve aprendiendo sobre neutrinos con un chico zaragozano que estuvo un año en el Polo Sur, a cargo del Observatorio de neutrinos...
ResponderEliminarhttp://www.i-cpan.es/detalleNoticia.php?id=221
http://www.tendencias21.net/El-telescopio-IceCube-detecta-28-neutrinos-de-alta-energia-de-origen-cosmico_a18421.html