Le tomo prestado el título a mi colega, amigo y muchos años Director de Departamento, Antxon Santamaría. He estado a punto de publicar entero el artículo que firma en el último Boletín trimestral del Grupo Español de Reología de las Reales Sociedades de Física y Química, pero ambos hemos convenido en que hay una parte sólo para iniciados en la física de los polímeros, así que tengo su permiso para usarlo según mi leal saber y entender, de forma que resulte más adecuado a los propósitos de este Blog, sin asustar visitantes. Que ya veremos...
A nadie que haya tenido algo que ver con la investigación científica se le escapa que la misma también adolece del hecho de avanzar a ritmo de modas. Y en los últimos años, la moda de la nanociencia y la nanotecnología lo inunda todo, desde la medicina a la cosmética, desde la electrónica a los polímeros. Con mayor o menor incidencia y con mayor o menor éxito. En el caso de nuestros bienamados polímeros, la tesis del Prof. Santamaría es que no es oro todo lo que reluce. Su artículo constata como factor negativo la existencia de una cierta impaciencia a nivel industrial, debido al divorcio de la ciencia básica en estos extremos con sus aplicaciones industriales. Y así, por ejemplo, mientras el crecimiento del número de artículos sobre materiales a base de polímeros y nanotubos de carbono crece de forma exponencial, el crecimiento en patentes sobre el mismo tema es raquítico.
Basa Antxon su artículo en una divertida anécdota que proviene de su difunto cuñado Javier, un asturiano de la zona de El Entrego (El Entregu en asturiano). En esa zona, y como pasaba en otras en los años cincuenta y primeros sesenta del siglo pasado, era corriente que los pueblos recibieran la visita de todo tipo de charlatanes, comediantes, titiriteros y otra parafernalia que, para llamar la atención del personal hacia sus "productos", incluían en sus caravanas elementos exóticos como osos, mujeres barbudas, enanos o lo que hiciera falta. Al parecer, en cierta ocasión, en la zona del Entregu se levantaron grandes expectativas ante el anuncio de la actuación de unos seres con nombre misterioso, liliputienses. La gente acudió en masa, ya que el nombre (por su terminación) presentaba cierto atractivo morboso. Pero la cosa acabó mal porque el personal se sintió timado: ¡Qué putienses ni lleches.....Si son nanus...!., dijo algún astur cabreado.
Pues algo de eso pasa en relación a los polímeros y la nanotecnología. Ahora hace 26 años casi exactos, el propio Antxón Santamaría y el Búho se fueron a pasar quince días en Londres, en compañía de nuestro jefe natural (el Prof. Martín Guzmán), para asistir a un Curso organizado por la OTAN en torno a Mezclas de Polímeros, un tema que entonces empezaba a despuntar. Hablar de mezclas de polímeros es hablar casi de un imposible, porque dos polímeros cogidos al azar generalmente no se mezclan, formando cada uno de ellos su propia fase o casi (en similitud con lo que ocurre con el agua y el aceite). Pero hay muchos trucos para dispersar un polímero en otro y conseguir que esa dispersión se mantenga estable (una especie de mayonesa polimérica). Uno de ellos es usar copolímeros de bloque, cadenas que contengan trozos largos de cada uno de los polímeros que se pretenda mezclar, pero enlazados dentro de la propia cadena. Para que se me entienda, pondré un ejemplo. Tomemos clips de los de sujetar papel, de color rosa y verde. Si encadeno sólo los de un color obtengo "polímeros" de ese color. Si hago cadenas en la que primero pongo muchos clips rosas y luego otro montón de clips verdes, pero todos unidos en una única cadena, tengo un copolímero de bloque rosa/verde. Esos copolímeros jugaban en mi mayonesa polimérica un papel parecido al que juega el jabón para estabilizar una emulsión de grasa o aceite en un medio acuoso.
Pero estos copolímeros, por si solos, tenían ya en aquella lejana época un comportamiento fascinante. Los trozos de cada entidad química se organizaban de maneras caprichosas, llegándose a formar, por ejemplo, estructuras tipo cebolla en la que cada capa estaba constituida por segmentos de copolímero de una entidad química determinada (un color en mi ejemplo). Una parte importante de aquel Curso estuvo destinado a conocer las posibilidades de la microscopía electrónica de la época para evidenciar esas caprichosas estructuras. Ya entonces se intuía que esos dominios podían tener dimensiones del orden de unos pocos nanometros.
Pero hoy los vemos con más claridad y podemos forzar la formación de otras organizaciones y profundizar en su constitución aún más profunda. Y esa complejidad hace también más compleja la semántica para denominar el efecto. Y acabamos hablando de "nanoestructuras autoorganizadas de los copolímeros de bloque", algo que colocado en un proyecto suena de maravilla. Pero, desde el punto de vista del Prof. Santamaría (que yo comparto y por eso me ha encantado su artículo), son solo formas de vender el producto porque, "¡que autoorganización ni leches en compota, si son nanus...!".
A nadie que haya tenido algo que ver con la investigación científica se le escapa que la misma también adolece del hecho de avanzar a ritmo de modas. Y en los últimos años, la moda de la nanociencia y la nanotecnología lo inunda todo, desde la medicina a la cosmética, desde la electrónica a los polímeros. Con mayor o menor incidencia y con mayor o menor éxito. En el caso de nuestros bienamados polímeros, la tesis del Prof. Santamaría es que no es oro todo lo que reluce. Su artículo constata como factor negativo la existencia de una cierta impaciencia a nivel industrial, debido al divorcio de la ciencia básica en estos extremos con sus aplicaciones industriales. Y así, por ejemplo, mientras el crecimiento del número de artículos sobre materiales a base de polímeros y nanotubos de carbono crece de forma exponencial, el crecimiento en patentes sobre el mismo tema es raquítico.
Basa Antxon su artículo en una divertida anécdota que proviene de su difunto cuñado Javier, un asturiano de la zona de El Entrego (El Entregu en asturiano). En esa zona, y como pasaba en otras en los años cincuenta y primeros sesenta del siglo pasado, era corriente que los pueblos recibieran la visita de todo tipo de charlatanes, comediantes, titiriteros y otra parafernalia que, para llamar la atención del personal hacia sus "productos", incluían en sus caravanas elementos exóticos como osos, mujeres barbudas, enanos o lo que hiciera falta. Al parecer, en cierta ocasión, en la zona del Entregu se levantaron grandes expectativas ante el anuncio de la actuación de unos seres con nombre misterioso, liliputienses. La gente acudió en masa, ya que el nombre (por su terminación) presentaba cierto atractivo morboso. Pero la cosa acabó mal porque el personal se sintió timado: ¡Qué putienses ni lleches.....Si son nanus...!., dijo algún astur cabreado.
Pues algo de eso pasa en relación a los polímeros y la nanotecnología. Ahora hace 26 años casi exactos, el propio Antxón Santamaría y el Búho se fueron a pasar quince días en Londres, en compañía de nuestro jefe natural (el Prof. Martín Guzmán), para asistir a un Curso organizado por la OTAN en torno a Mezclas de Polímeros, un tema que entonces empezaba a despuntar. Hablar de mezclas de polímeros es hablar casi de un imposible, porque dos polímeros cogidos al azar generalmente no se mezclan, formando cada uno de ellos su propia fase o casi (en similitud con lo que ocurre con el agua y el aceite). Pero hay muchos trucos para dispersar un polímero en otro y conseguir que esa dispersión se mantenga estable (una especie de mayonesa polimérica). Uno de ellos es usar copolímeros de bloque, cadenas que contengan trozos largos de cada uno de los polímeros que se pretenda mezclar, pero enlazados dentro de la propia cadena. Para que se me entienda, pondré un ejemplo. Tomemos clips de los de sujetar papel, de color rosa y verde. Si encadeno sólo los de un color obtengo "polímeros" de ese color. Si hago cadenas en la que primero pongo muchos clips rosas y luego otro montón de clips verdes, pero todos unidos en una única cadena, tengo un copolímero de bloque rosa/verde. Esos copolímeros jugaban en mi mayonesa polimérica un papel parecido al que juega el jabón para estabilizar una emulsión de grasa o aceite en un medio acuoso.
Pero estos copolímeros, por si solos, tenían ya en aquella lejana época un comportamiento fascinante. Los trozos de cada entidad química se organizaban de maneras caprichosas, llegándose a formar, por ejemplo, estructuras tipo cebolla en la que cada capa estaba constituida por segmentos de copolímero de una entidad química determinada (un color en mi ejemplo). Una parte importante de aquel Curso estuvo destinado a conocer las posibilidades de la microscopía electrónica de la época para evidenciar esas caprichosas estructuras. Ya entonces se intuía que esos dominios podían tener dimensiones del orden de unos pocos nanometros.
Pero hoy los vemos con más claridad y podemos forzar la formación de otras organizaciones y profundizar en su constitución aún más profunda. Y esa complejidad hace también más compleja la semántica para denominar el efecto. Y acabamos hablando de "nanoestructuras autoorganizadas de los copolímeros de bloque", algo que colocado en un proyecto suena de maravilla. Pero, desde el punto de vista del Prof. Santamaría (que yo comparto y por eso me ha encantado su artículo), son solo formas de vender el producto porque, "¡que autoorganización ni leches en compota, si son nanus...!".