Estoy ya empezando a verificar la vorágine de la version 2 de la ley anti-tabaco, en la que uno tiene la impresión de que, con independencia del carácter perverso del consumo, hay una trampa recaudatoria. No en vano van a proliferar las terrazas en las que, incluso en tiempos gélidos, las gentes se agolparán bajo esa especie de estufas verticales, armados con una mantita en las rodillas (como hacen los nórdicos casi todo el año). Y al precio al que está el metro cuadrado de acera o calle peatonal (al menos en la ciudad del calvo que me gobierna), creo que es razonable concluir que el descenso en la recaudación por el menor número de cigarrillos consumidos será compensado, con creces, por el impuesto de ocupación de vía urbana.
Y en estas estaban los mass media que uno lee o escucha todos los días, cuando me encuentro en mi correo electrónico con una alerta de la prestigiosa revista The Scientist que me ha dejado entre anonadado y estresado. David Nutt es un profesor de Neuropsicofarmacología (anda que el nombre tiene su aquel) en el prestigioso Imperial College londinense, un sitio que uno tiene el gusto de conocer. Es un psiquiatra experto en adicciones, así que no hablamos de un piernas cualquiera. Y se ha soltado el pelo en un artículo en el que, tras poner a caldo el uso (y abuso) de las bebidas alcohólicas, propone una cruzada a la búsqueda de recambios sintéticos que nos produzcan efectos similares al alcohol, pero sin sus daños.
A través de las entradas de este Blog uno ya ha dejado claro que es un alcohólico confeso. Eso si, como recomendaba el tonelero riojano Pistolas, tío de mi comadrona, sólo consumo buen vino. Nada de mariconadas propias de rusos, ingleses y americanos que elevan la graduación alcohólica hasta niveles letales. Pero aún y así, y quizás por mi deformación química, reconozco que cada vez que me meto un buen Rioja o Ribera al coleto, el 13 o 14% de lo que bebo es un auténtico veneno.
Y en ese carácter dañino estoy de acuerdo en muchas de las afirmaciones del Dr. Nutt (mal que me pese). El alcohol es el causante de cirrosis, enfermedades cardiovasculares y cánceres. El autor está alarmado por el hecho de que en el Reino de su Graciosa Majestad Británica, las enfermedades de hígado hayan aumentado un 500% en los últimos cuarenta años. Un artículo en la prestigiosa revista Lancet del propio Nutt y sus colaboradores establece que el alcohol es la peor droga que consumimos y que su peligro está suficientemente claro si uno entiende que, en una persona no entrenada al consumo de alcohol, una dosis tres veces superior a una borrachera severa en un alcohólico puede matar al novato.
Estoy de acuerdo con él en que el alcohol es intrínsecamente tóxico, como lo demuestra el hecho de que se emplee para proteger a los alimentos de infecciones microbianas y para esterilizar la piel antes de que le metan a uno un jeringazo. Y, además, no hay antídoto, porque en el propio proceso de eliminación del alcohol por parte de nuestro organismo, éste lo convierte en acetaldehído, una molécula mucho más dañina que el propio alcohol para muchos de los órganos de un alcohólico.
Finalmente, estoy de acuerdo en la paradoja de que, a pesar de esos males, los gobiernos no emprendan una verdadera cruzada contra productos como mi venerado vino, con el subterfugio (quizás verdadero, quizás falso) de que el consumo moderado puede ser hasta beneficioso. De nuevo aquí, lo más probable, es que se trate de un problema recaudatorio pues, como se hace ver en el artículo, si las bebidas alcohólicas se inventaran hoy y tuvieran que pasar los organismos regulatorios relacionados con el consumo y los alimentos, ninguna de ellas pasaría el test y no se podrían vender.
En lo que ya no lo tengo tan claro es en la propuesta con la que se cierra el artículo. Tras una prolija, y más o menos académica, explicación del por qué nos sentimos tan bien cuando consumimos bebidas alcohólicas y que tiene que ver con el papel de los llamados receptores GABA en el cerebro, Nutt mantiene la tesis de que tenemos en nuestra mano otras moléculas que provocan similares efectos sin los daños intrínsecos del alcohol. El autor propone eliminar el alcohol de nuestras bebidas y adicionarles moléculas sintéticas como las benzodiazepinas que producirían similares efectos y que, incluso si nos pasáramos tres pueblos, tendríamos antídotos eficaces.
Tiene también su gracia que entre los comentarios de los lectores del artículo, uno de ellos le dice a Nutt que se deje de monsergas. Que no hace falta recurrir a moléculas sintéticas, que ya hay alternativas "naturales", como el cannabis. Y termina su comentario argumentando que no hay explicación razonable para que tabaco y alcohol estén permitidos y el cannabis no.
Menos mal que la ministra de Sanidad no leerá The Scientist ni me leerá a mi (a pesar de ser ambos hernaniarras renegados). Si no, tendríamos ley anti-alcohol in few weeks.
Y en estas estaban los mass media que uno lee o escucha todos los días, cuando me encuentro en mi correo electrónico con una alerta de la prestigiosa revista The Scientist que me ha dejado entre anonadado y estresado. David Nutt es un profesor de Neuropsicofarmacología (anda que el nombre tiene su aquel) en el prestigioso Imperial College londinense, un sitio que uno tiene el gusto de conocer. Es un psiquiatra experto en adicciones, así que no hablamos de un piernas cualquiera. Y se ha soltado el pelo en un artículo en el que, tras poner a caldo el uso (y abuso) de las bebidas alcohólicas, propone una cruzada a la búsqueda de recambios sintéticos que nos produzcan efectos similares al alcohol, pero sin sus daños.
A través de las entradas de este Blog uno ya ha dejado claro que es un alcohólico confeso. Eso si, como recomendaba el tonelero riojano Pistolas, tío de mi comadrona, sólo consumo buen vino. Nada de mariconadas propias de rusos, ingleses y americanos que elevan la graduación alcohólica hasta niveles letales. Pero aún y así, y quizás por mi deformación química, reconozco que cada vez que me meto un buen Rioja o Ribera al coleto, el 13 o 14% de lo que bebo es un auténtico veneno.
Y en ese carácter dañino estoy de acuerdo en muchas de las afirmaciones del Dr. Nutt (mal que me pese). El alcohol es el causante de cirrosis, enfermedades cardiovasculares y cánceres. El autor está alarmado por el hecho de que en el Reino de su Graciosa Majestad Británica, las enfermedades de hígado hayan aumentado un 500% en los últimos cuarenta años. Un artículo en la prestigiosa revista Lancet del propio Nutt y sus colaboradores establece que el alcohol es la peor droga que consumimos y que su peligro está suficientemente claro si uno entiende que, en una persona no entrenada al consumo de alcohol, una dosis tres veces superior a una borrachera severa en un alcohólico puede matar al novato.
Estoy de acuerdo con él en que el alcohol es intrínsecamente tóxico, como lo demuestra el hecho de que se emplee para proteger a los alimentos de infecciones microbianas y para esterilizar la piel antes de que le metan a uno un jeringazo. Y, además, no hay antídoto, porque en el propio proceso de eliminación del alcohol por parte de nuestro organismo, éste lo convierte en acetaldehído, una molécula mucho más dañina que el propio alcohol para muchos de los órganos de un alcohólico.
Finalmente, estoy de acuerdo en la paradoja de que, a pesar de esos males, los gobiernos no emprendan una verdadera cruzada contra productos como mi venerado vino, con el subterfugio (quizás verdadero, quizás falso) de que el consumo moderado puede ser hasta beneficioso. De nuevo aquí, lo más probable, es que se trate de un problema recaudatorio pues, como se hace ver en el artículo, si las bebidas alcohólicas se inventaran hoy y tuvieran que pasar los organismos regulatorios relacionados con el consumo y los alimentos, ninguna de ellas pasaría el test y no se podrían vender.
En lo que ya no lo tengo tan claro es en la propuesta con la que se cierra el artículo. Tras una prolija, y más o menos académica, explicación del por qué nos sentimos tan bien cuando consumimos bebidas alcohólicas y que tiene que ver con el papel de los llamados receptores GABA en el cerebro, Nutt mantiene la tesis de que tenemos en nuestra mano otras moléculas que provocan similares efectos sin los daños intrínsecos del alcohol. El autor propone eliminar el alcohol de nuestras bebidas y adicionarles moléculas sintéticas como las benzodiazepinas que producirían similares efectos y que, incluso si nos pasáramos tres pueblos, tendríamos antídotos eficaces.
Tiene también su gracia que entre los comentarios de los lectores del artículo, uno de ellos le dice a Nutt que se deje de monsergas. Que no hace falta recurrir a moléculas sintéticas, que ya hay alternativas "naturales", como el cannabis. Y termina su comentario argumentando que no hay explicación razonable para que tabaco y alcohol estén permitidos y el cannabis no.
Menos mal que la ministra de Sanidad no leerá The Scientist ni me leerá a mi (a pesar de ser ambos hernaniarras renegados). Si no, tendríamos ley anti-alcohol in few weeks.
Terrible fotografía que has puesto, Búho...y tienes razón...las adicciones son muy fregadas, y los gobiernos que han ganado millones y millones a costa de los adictos, ya estaría bueno que ahora gastaran su poco en ayudarlos a sacarse de encima ese problemazo. No te aflijas, que aún tardarán un poco en prohibir el vino, sobretodo aquel que acompaña a una buena comida, pero así como vamos, algo habrá que hacer, porque los trasplantes de hígado no logran solucionar el tremendo deterioro que está ocurriendo en el mundo entero y a pesar de que ese órgano se defiende lo más que puede, parece que nos empeñamos en agredirlo a como dé lugar...¿y los pulmones? ¡¡pobrecitos ellos, con tanto humo !! Es el colmo de la estupidez esto de prohibir fumar, pero no prohibir la venta de cigarrillos...y todo porque hay que recaudar impuestos...¡plop!
ResponderEliminar¡¡Qué sustos me das Yanko!!
ResponderEliminarEn mi humilde opinión de consumidor de múltiples bebidas alcohólicas, con marcado sesgo hacia el tinto (que sea bueno si puede ser, pero aceptable las más de las veces), las afirmaciones del tal Nutt (¡vaya apellido para un inglés!; anda que no le deben haber hecho chistes) son un tanto exageradas, aunque seguramente no erróneas. Si en el ámbito alimentario se prohibiera todo aquello que entraña riesgos, iríamos de cabeza a la depresión. Es cierto que algunas moléculas "tradicionales" no pasarían hoy la censura de las autoridades, pero no sería solo el caso del alcohol. Hoy en día no se admitirían los nitratos y nitritos (adiós embutidos, jamón Ibérico, perritos calientes, beicon, quesos…); y eso por no hablar de los nitratos que presentan muchas verduras, acumulados desde el suelo (adiós escarolas, lechugas, acelgas…). Por supuesto, fuera los ahumados. La sal tendría que estar limitada por ley a unos niveles que nos harían la vida sosa, sosa. Los pescados, hasta que no bajasen las tasas de mercurio, mucho cuidado. El etc es más largo de lo que a nuestras papilas les gustaría.
Por otra parte, no parece que la epidemiología le apoye al 100% en sus afirmaciones. No sé en qué medida liga Nutt ese incremento en las enfermedades hepáticas al consumo de alcohol (por cierto, hay también que ver la manera de beber de los ingleses), pero existen varias estadísticas positivas en temas de salud con respecto al consumo de vino, como la manida paradoja francesa. Yo los datos epidemiológicos siempre los agarro con pinzas y con los guantes puestos, pero puestos a esgrimirlos, habrá que tomarlos todos en consideración.
Y en lo relativo a esa dosis tres veces superior a una borrachera severa en un novato, es que eso es una pasada de dosis. Imagina que una persona no entrenada corriese tres veces una maratón. No llegaría (como no conseguiría tomarse la dosis de alcohol el que no estuviera entrenado en el bebercio, porque caería redondo mucho antes), pero de forzarle a hacerlo, ya veríamos si sobrevivía.
Ahora bien, coincido en que las autoridades utilizan distinta vara de medir si hay parné de por medio. Pero más claro que el caso del alcohol, me parece el del tabaco, por todos denostado, prohibido en muchas zonas, y con impuestos y subvenciones por otra parte (no he fumado -tabaco- en la vida, por si puede parecer que soy antileyantitabaco).
En cuanto a lo de las moléculas alternativas, que me permitan opinar que la sensación no es la misma (desde luego, no la del cannabis). Podrá ser parecida -ni eso-, pero el placer no solo proviene del estímulo del alcohol, también tiene la parte sensorial (y si no enganchan los vinos sin alcohol no es porque la falta de alcohol implique que nuestro cerebro no se enganche, sino porque están malísimos), y la social.
Yanko, deja de dar estás ideas públicamente, que ya hubo un intento de endurecer la cosa del vino hace un par de años o tres. A ver si con la excusa de que es malo para la salud, le van clavar alguna tasa adicional para sanidad o algo así.
Saludos
Como en los maravillosos "Hermano Lobo" de nuestra --lejana--juventud,¿para cuando la legalización de los derivados del cannabis?
ResponderEliminarPara el año próximo
Pero Yanko, ¿cuándo te vas a dar cuenta del dinero que vas a ahorrar por dejar el fumeque? Te podrás comprar unos palos de golf formidables, con los que podrás lucirte en los mejores greens del mundo mundial, no habrá hoyo que se te resista, sin cansarte, respirando mejor, enfin ..., todo ventajas.
ResponderEliminarBromas aparte, siempre me ha maravillado los retruécanos que os inventáis (nos inventamos todos) para justificar todo lo que sabemos que no es lo mejor para nuestra (compleja?) vida. Un abrazo. FFR
¡Gracias Orges!
ResponderEliminarLa verdad es que esta vez, Yanko, me has dado un susto de muerte.
Y puestos a no autorizar actividades dañinas, habría que plantearse qué hacer con el deporte, especialmente el de competición (no digamos el de "alta" competición).
En todo caso, el artículo de Nutt está definitivamente escrito por un inglés: no sé qué ocurrirá con fumadores de unas cosas y otras, pero los bebedores habituales, que no necesariamente alcohólicos, no bebemos PARA emborracharnos, sino PESE a que nos podemos emborrachar a veces. Esas moléculas alternativas quizá te den la euforia del colocón, pero mis papilas me dicen que no es lo mismo. Pero ¡qué se puede esperar de una cultura en la que las adolescentes esnifan alcohol para emborracharse sin engordar! Y pensar que uno de los problemas de mi trabajo en metalografía es que, como trabajamos con etanol, a la salida podemos dar positivo... y sin un mísero toque de tempranillo o de verdejo (el blanco tampoco está mal).
¿Cómo? ¿Dejar el Rioja? Nuts!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con las precuaciones en el tratamiento de datos. Ya sabemos que, según las estadísticas, el producto químico que mata más gente al cabo del año es... el agua.
Buho esto que propone el tal Nutt está bien para los bebedores de cultura anglosajona. Y es que en el mediterraneo no bebemos vino para experimentar los efectos del alcohol (para eso está el güisqui) sino por todas las propiedades sensoriales que el vino lleva.
ResponderEliminarPrecisamente el alcohol es el vehículo que arrastra los aromas y potencia el sabor "dulce" del vino. Sin alcohol, el vino (sobre todo el tinto) sería más difícil de tramitar pues 3 de los 4 sabores son desagradables. Salvo que ese componente a añadir tuviera sabor azucarado.
saludos
benito
Mira lo que puede pasar por ser un abstemio:
ResponderEliminarhttp://iospress.metapress.com/content/j434w21467712615/
nada, nada, a seguir con el Rioja
Gracias a todos por vuestros comentarios. Y en cuanto al ultimo comentario de Orges, yo también me pongo los guantes y agarro las pinzas en cuanto me ponen delante un estudio epidemiológico sobre el efecto de una molécula en el organismo. Siempre me acuerdo del caso del glutamato!!!!!!. Así que lo mismo hago con éste que nos envías. Por muy finlandeses que sean los autores, que dicho sea de paso, son heavy drinkers... Así que igual hay una cierta predisposición a las conclusiones.
ResponderEliminarEn el vino como en todo hay mucho dinero por medio, demasiados intereses, demasiada publicidad.
ResponderEliminarEl CESIC( Centro Superior de Investigaciones Científicas) publicó unos estudios en los cuales se hablaba de la importancia del RESVERATROL como antioxidante presente en la piel de la uva. Dicha sustancia se encuentra también en el vino, pero para que su consumo sea eficiente se debería consumir la cantidad de 3 litros de vino.
Presentaron un comprimido con la cantidad necesaria de dicha sustancia para el beneficio humano.
Si alguien quiere beber vino pues que lo beba, que se emborrache, pero no con la que escusa de que es bueno para la salud, y menos la tontería del beneficio de una copita de vino al día.
Que triste que una persona tenga que recurrir al alcohol para sentirse bien, eso es lo triste, si tal es la situación de dicha persona es que algo no funciona en su interior.
Dicen que el bebedor es un buscador que no encuentra su camino. Como todo buscador hay que seguir buscando, en esa búsqueda es donde está el camino, y la felicidad, pero recurrir al vino, triste.
Buen día a todos.
Resveratrol aparece en la piel de la uva, siendo el mayor antioxidante. La cantidad de vino que se necesita son 3 litros.
ResponderEliminarHabría que diferenciar el consumo de alcohol como ingrediente de un producto que proporciona placer;el vino por ejemplo,en cuyo caso no sería de aplicación la idea del dr Nutt y por otra su uso y abuso para evadirse de una realidad insoportable.La relación entre
ResponderEliminarel alcohol y el estrés es bidireccional;esto es,el alcohol puede disminuir el cortisol y el estrés a la vez puede reducir los efectos placenteros del alcohol y aumentar las ansias de beber más.Eso es lo jodido.
Veo alguna tendencia puritano sanitaria tendente a implantar la salud a todo lo que se mueva. Bebidas alcoholicas no destiladas y destiladas, tabaco (aunque su uso no sea compulsivo), azucar refinado, sal, hidratos de carbono no complejos, alimentos tostados (cafes, etc)No se si me equivoco.
ResponderEliminarYo no se tú, Unknown, pero yo llevo años viéndolo.... También es verdad que yo le doy a casi todo de eso que hablas (a los destilados no).
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