Javier del Valle Goiri
Me cuelo en los dominios del Búho para publicar esta entrada sobre la Alquimia, precursora ancestral de la actual Química y aportar con ella algo de historia de sus antecesores profesionales, eso sí, sin ningun rigor científico.
Todo comenzó muy cerca de donde vivo, en Hendaya. En la parte alta de la villa se encuentra la Iglesia parroquial de San Vicente. A la derecha del pórtico nos encontramos con un crucero, tan abundante en los cruces de caminos y más aún si cabe en tierras gallegas, auténticos faros del caminante, hito de reflexión hacia el destino y añoranza de lo vivido en el comienzo del viaje. El citado crucero está formado por una base prismática de cuatro caras rectangulares y sobre ella una columna festoneada con capitel y sobre él una cruz. Pues bien, la base del citado crucero presenta cuatro imágenes cargadas de simbolismo.
Después de indagar, preguntar y cabilar, por fin di con la posible solución, digo posible pues no hay verdades absolutas en este campo alquímico que roza lo esotérico y hermético. La respuesta la encontré en un libro titulado “El misterio de las catedrales” de Fulcanelli, el cuál en uno de los capítulos describe el citado crucero denominándolo “la cruz cíclica de Hendaya” ya que lo que más le impresionó fue un signo lapidario alquímico que estaba y está en una de las caras del pedestal, en este caso la última y que él explica en el citado libro. Textualmente:
"En cada una de las cuatro caras del pedestal, observamos, un símbolo diferente. Vemos en una de ellas la imagen del sol, en otra la de la luna; la tercera nos muestra una gran estrella, y la última, una figura geométrica, es el esquema adoptado por los iniciados para caracterizar el ciclo solar. Es un simple círculo dividido en cuatro sectores por dos diámetros que se cruzan en ángulo recto. En cada uno de los sectores figura una A, que los señala como las cuatro edades del mundo".
En la época medieval estas cuatro fases del período cíclico eran generalmente representados por los cuatro evangelistas o por su letra simbólica que era la alfa griega (α). Para San Juan es como un mar de vidrio semejante al cristal y en medio del trono y alrededor de él cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. Para Ezequiel “vi, pues… una nube densa entorno de la cuál resplandecía un remolino de fuego que en medio brillaba como bronce en ignición, en el centro de ella había semejenza de cuatro seres vivos. En la mitología hindú los cuatro sectores representan el ciclo entero de la evolución humana...
Todo esto viene a cuento de que Fulcanelli es conocido como el “último alquimista” y es, de hecho, un referente en cuanto a la interpretación de los signos y símbolos lapidarios que salpican paredes, columnas, pórticos, dovelas, canecillos, capiteles, bóvedas… en fin, de toda la obra pétrea de las catedrales.
La observación detallada de estos trabajos en la piedra nos comunican el conocimiento del saber medieval. Las piedras nos hablan y nos transmiten las inquietudes, el modo de vida, las labores del campo, la caza, la pesca, las grandes victorias bélicas, quienes eran sus reyes, pontífices y simbólicamente algún signo alquímico.
Tomaremos como ejemplo una catedral muy conocida, Nôtre Dame en la Île de la Cité de Paris. Nada más situarnos delante del pórtico, en el pilar central que separa la entrada en dos vanos, se percibe (ver la foto que encabeza esta entrada y que se puede agrandar picando sobre ella) una serie de representaciones alegóricas de las ciencias medievales. De cara a la plaza-y en un lugar de honor-aparece La Alquimia, representada por una mujer cuya frente toca las nubes. Sentada en su trono, lleva un cetro-símbolo de soberanía-en la mano izquierda. Sostiene dos libros con la mano derecha, uno cerrado, el esoterismo y otro abierto, el exoterismo. Tambien figura una escalera de nueve peldaños-scala philosophorum-símbolo de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética (más o menos una licenciatura más un mater y un doctorado en ciencias químicas).
Si impulsados por la curiosidad, ascendemos por la escalera de caracol que conduce a las partes altas del edificio, recorreremos despacio el camino que se abre en lo alto de la segunda galeria. Al llegar cerca del eje medial de la catedral aparecerá una escultura de un anciano con un gorro frigio, este gran anciano de piedra segun Fulcanelli es el alquimista de Nôtre Dame.
Conviene a continuación describir otras figuras y relieves pétreos situados en el pórtico central. El agua simbolizada por una fuente al pie del viejo roble, el mercurio filosofal por una serpiente enroscada en una vara de oro, una mujer de largos cabellos ondulantes como llamas personifica la calcinación, ella mantiene en su pecho una salamandra, símbolo de la sal central o simiente metálica. Para no aburrir a los lectores del blog sólo citaré sin describir otros símbolos alquímicos representados: la preparación del disolvente universal, los cuatro elementos y las dos naturalezas, la conjunción del azufre y el mercurio, la unión de lo fijo y lo volátil, el alquimísta protegiendo el atanor, los metales planetarios...
Para construir una catedral, tal como se hacen hoy, debía colaborar mucha gente, los maestros arquitectos, los canteros, albañiles y labradores de piedra, los carpinteros y talladores de madera, los orfebres, los vidrieros... Era preciso orientar adecuadamente la obra situando el altar hacia el sol naciente, la Jerusalen Celestial, lo que producía verdaderos quebraderos de cabeza porque del paso del románico al gótico, obras de mayores dimensiones, hubo que derrumbar muchos edificios circundantes para poder encajar las nuevas iglesias en las ciudades del medievo. No pasemos por alto la necesaria aprobación del monarca de turno, la bendición episcopal y la financiación mediante apremio del pago de diezmos y primicias. Las asociaciones gremiales y cofradias dejaban también su impronta como son los signos de los talleres de cantería que se perciben en los sillares de las paredes.
Estos edificios son auténticos libros del conocimiento medieval. Durante siglos el hombre en su afán de resolver los misterios existenciales ha necesitado explicar a través de símbolos lo hasta entonces inexplicable como eran las procesos químicos, el origen de la materia, el funcionamiento de los astros, el origen del hombre, la vida más allá de la terrenal...Ése era el alquimista, el hombre completo que dominaba la filosofía, conocía lenguas, tenía conocimientos de astronomía, medicina, física, geometría, "la proporción áurea", botánica, zoología... La alquimia, pues, era la síntesis, el crisol de todos los saberes que en muchas ocasiones se pagaron con la vida al transmitirlos. Por eso no quedaba otra que dejarlos plasmados en la piedra ya que camuflándolos bajo figuras religiosas y otras alegorías perduraban y eran leídos y aprendidos sin poder ser quemados como los libros cuando los inquisidores de turno campaban a sus anchas.
Hoy son los químicos los que recogen el amplio legado de los alquimistas del siglo XXI y, en ese contexto, querido Búho, continúa con tu labor divulgadora a través de la red, la catedral del futuro. Scire, Potere, Audere, Tacere.
Me cuelo en los dominios del Búho para publicar esta entrada sobre la Alquimia, precursora ancestral de la actual Química y aportar con ella algo de historia de sus antecesores profesionales, eso sí, sin ningun rigor científico.
Todo comenzó muy cerca de donde vivo, en Hendaya. En la parte alta de la villa se encuentra la Iglesia parroquial de San Vicente. A la derecha del pórtico nos encontramos con un crucero, tan abundante en los cruces de caminos y más aún si cabe en tierras gallegas, auténticos faros del caminante, hito de reflexión hacia el destino y añoranza de lo vivido en el comienzo del viaje. El citado crucero está formado por una base prismática de cuatro caras rectangulares y sobre ella una columna festoneada con capitel y sobre él una cruz. Pues bien, la base del citado crucero presenta cuatro imágenes cargadas de simbolismo.
Después de indagar, preguntar y cabilar, por fin di con la posible solución, digo posible pues no hay verdades absolutas en este campo alquímico que roza lo esotérico y hermético. La respuesta la encontré en un libro titulado “El misterio de las catedrales” de Fulcanelli, el cuál en uno de los capítulos describe el citado crucero denominándolo “la cruz cíclica de Hendaya” ya que lo que más le impresionó fue un signo lapidario alquímico que estaba y está en una de las caras del pedestal, en este caso la última y que él explica en el citado libro. Textualmente:
"En cada una de las cuatro caras del pedestal, observamos, un símbolo diferente. Vemos en una de ellas la imagen del sol, en otra la de la luna; la tercera nos muestra una gran estrella, y la última, una figura geométrica, es el esquema adoptado por los iniciados para caracterizar el ciclo solar. Es un simple círculo dividido en cuatro sectores por dos diámetros que se cruzan en ángulo recto. En cada uno de los sectores figura una A, que los señala como las cuatro edades del mundo".
En la época medieval estas cuatro fases del período cíclico eran generalmente representados por los cuatro evangelistas o por su letra simbólica que era la alfa griega (α). Para San Juan es como un mar de vidrio semejante al cristal y en medio del trono y alrededor de él cuatro vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. Para Ezequiel “vi, pues… una nube densa entorno de la cuál resplandecía un remolino de fuego que en medio brillaba como bronce en ignición, en el centro de ella había semejenza de cuatro seres vivos. En la mitología hindú los cuatro sectores representan el ciclo entero de la evolución humana...
Todo esto viene a cuento de que Fulcanelli es conocido como el “último alquimista” y es, de hecho, un referente en cuanto a la interpretación de los signos y símbolos lapidarios que salpican paredes, columnas, pórticos, dovelas, canecillos, capiteles, bóvedas… en fin, de toda la obra pétrea de las catedrales.
La observación detallada de estos trabajos en la piedra nos comunican el conocimiento del saber medieval. Las piedras nos hablan y nos transmiten las inquietudes, el modo de vida, las labores del campo, la caza, la pesca, las grandes victorias bélicas, quienes eran sus reyes, pontífices y simbólicamente algún signo alquímico.
Tomaremos como ejemplo una catedral muy conocida, Nôtre Dame en la Île de la Cité de Paris. Nada más situarnos delante del pórtico, en el pilar central que separa la entrada en dos vanos, se percibe (ver la foto que encabeza esta entrada y que se puede agrandar picando sobre ella) una serie de representaciones alegóricas de las ciencias medievales. De cara a la plaza-y en un lugar de honor-aparece La Alquimia, representada por una mujer cuya frente toca las nubes. Sentada en su trono, lleva un cetro-símbolo de soberanía-en la mano izquierda. Sostiene dos libros con la mano derecha, uno cerrado, el esoterismo y otro abierto, el exoterismo. Tambien figura una escalera de nueve peldaños-scala philosophorum-símbolo de la paciencia que deben tener sus fieles en el curso de las nueve operaciones sucesivas de la labor hermética (más o menos una licenciatura más un mater y un doctorado en ciencias químicas).
Si impulsados por la curiosidad, ascendemos por la escalera de caracol que conduce a las partes altas del edificio, recorreremos despacio el camino que se abre en lo alto de la segunda galeria. Al llegar cerca del eje medial de la catedral aparecerá una escultura de un anciano con un gorro frigio, este gran anciano de piedra segun Fulcanelli es el alquimista de Nôtre Dame.
Conviene a continuación describir otras figuras y relieves pétreos situados en el pórtico central. El agua simbolizada por una fuente al pie del viejo roble, el mercurio filosofal por una serpiente enroscada en una vara de oro, una mujer de largos cabellos ondulantes como llamas personifica la calcinación, ella mantiene en su pecho una salamandra, símbolo de la sal central o simiente metálica. Para no aburrir a los lectores del blog sólo citaré sin describir otros símbolos alquímicos representados: la preparación del disolvente universal, los cuatro elementos y las dos naturalezas, la conjunción del azufre y el mercurio, la unión de lo fijo y lo volátil, el alquimísta protegiendo el atanor, los metales planetarios...
Para construir una catedral, tal como se hacen hoy, debía colaborar mucha gente, los maestros arquitectos, los canteros, albañiles y labradores de piedra, los carpinteros y talladores de madera, los orfebres, los vidrieros... Era preciso orientar adecuadamente la obra situando el altar hacia el sol naciente, la Jerusalen Celestial, lo que producía verdaderos quebraderos de cabeza porque del paso del románico al gótico, obras de mayores dimensiones, hubo que derrumbar muchos edificios circundantes para poder encajar las nuevas iglesias en las ciudades del medievo. No pasemos por alto la necesaria aprobación del monarca de turno, la bendición episcopal y la financiación mediante apremio del pago de diezmos y primicias. Las asociaciones gremiales y cofradias dejaban también su impronta como son los signos de los talleres de cantería que se perciben en los sillares de las paredes.
Estos edificios son auténticos libros del conocimiento medieval. Durante siglos el hombre en su afán de resolver los misterios existenciales ha necesitado explicar a través de símbolos lo hasta entonces inexplicable como eran las procesos químicos, el origen de la materia, el funcionamiento de los astros, el origen del hombre, la vida más allá de la terrenal...Ése era el alquimista, el hombre completo que dominaba la filosofía, conocía lenguas, tenía conocimientos de astronomía, medicina, física, geometría, "la proporción áurea", botánica, zoología... La alquimia, pues, era la síntesis, el crisol de todos los saberes que en muchas ocasiones se pagaron con la vida al transmitirlos. Por eso no quedaba otra que dejarlos plasmados en la piedra ya que camuflándolos bajo figuras religiosas y otras alegorías perduraban y eran leídos y aprendidos sin poder ser quemados como los libros cuando los inquisidores de turno campaban a sus anchas.
Hoy son los químicos los que recogen el amplio legado de los alquimistas del siglo XXI y, en ese contexto, querido Búho, continúa con tu labor divulgadora a través de la red, la catedral del futuro. Scire, Potere, Audere, Tacere.
Estimado Sres:
ResponderEliminarFelicitaciones por su interés en la Alquimia Interior.
Actualmente un Maestro Alquimista, un Adepto, está revelando las Claves para la formación de la Piedra Filosofal.
Reciben la Invitación para visitar La ALQUIMIA del Adepto VITRIOL
http://www.adeptovitriol.esforos.com/
Saludos cordiales
Rosemunde y Fragarí
Estimado Fragarí,
ResponderEliminarMe parece que ha errado el tiro. Dicho lo anterior cordialmente.
Totalmente equivocado vitriol, la alquimia no es solo lo que usted plantea en su foro, hay cosas reales que usted ni siquiera puede imaginarse
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