Mi amigo Javier Ansorena es una fuente inagotable de noticias relacionadas con el medio ambiente. Casi diariamente recibe alertas de una organización conocida como Resource Recovery Forum (RRF), que le pone à la page de cuantas noticias se producen en torno a todas esas cosas que tanto molan hoy en día, como el Desarrollo Sostenible, el Reciclado, el Análisis de Ciclo de Vida, etc. Y, diligentemente, me las reenvía. En muchas ocasiones, las noticias contenidas en el email me han dado la pista para hacer el seguimiento de temas que, al final y tras una cocina adecuada por mi parte, han acabado constituyendo una entrada. En otras ocasiones, como ésta, la entrada se debe casi al 100% a la información recibida. Me vais a permitir que persista en el empleo de un tono un tanto irreverente porque, si no, con la foto que ilustra la entrada y la temática de la que voy a hablar, la cosa quedaría un tanto lúgubre.
Hace ya casi dos años (¡y más de 130 entradas, que hay que ver lo que escribo!) os contaba yo las tribulaciones de un funerario del Condado de Colorado en USA, al que la vecindad de su negocio querían meter un puro bajo el argumento de que los estaba envenenando con el vapor de mercurio producido por las amalgamas dentales de los fiambres que incineraba. Y es que la cremación no es una forma muy ecológica de desaparecer de la faz de la Tierra. Una cremación normalita pone en el aire mucho CO2, además de dioxinas y del mencionado vapor de mercurio si al finado le habían arreglado su piñada con ese metal.
Y como en toda situación problemática siempre hay oportunidades de negocio, una empresa también americana, Matthews International Corporation, se puso a darle al magín y encontró una solución alternativa y pretendidamente "verde". Se coge al fiambre y se le encierra en un recipiente de acero inoxidable que se llena con una disolución de hidróxido potásico (potasa o potasa caústica), se aplica presión y temperatura y, dos horas más tarde, no quedan más que restos de huesos y una especie de líquido marroncillo que se lleva a reciclar. Se trituran los huesos para los afligidos familiares y eso es todo, sin olor, sin CO2, sin dioxinas,..... La técnica no es absolutamente nueva y ya había sido usada, de forma restringida, para eliminar cadáveres de animales de laboratorio y de algunos humanos usados en las prácticas de disección de las Facultades de Medicina.
Aunque los de Matthews creen haber descubierto un nicho (nunca mejor empleada la palabra) de negocio, con las Iglesias han topado y ya hay varias confesiones (pero sobre todo la católica) que han manifestado su oposición al invento, al entender que no es "una manera respetuosa de tratar los restos humanos". Ya se sabe que los presbíteros están siempre con la guinda preparada, mirándonos al resto de los mortales desde una nube donde, sin mojarse, pontifican sobre todas nuestras actividades.
Y que se preparen para la andanada de los de Greenpeace, que tampoco son mancos al respecto...
Hace ya casi dos años (¡y más de 130 entradas, que hay que ver lo que escribo!) os contaba yo las tribulaciones de un funerario del Condado de Colorado en USA, al que la vecindad de su negocio querían meter un puro bajo el argumento de que los estaba envenenando con el vapor de mercurio producido por las amalgamas dentales de los fiambres que incineraba. Y es que la cremación no es una forma muy ecológica de desaparecer de la faz de la Tierra. Una cremación normalita pone en el aire mucho CO2, además de dioxinas y del mencionado vapor de mercurio si al finado le habían arreglado su piñada con ese metal.
Y como en toda situación problemática siempre hay oportunidades de negocio, una empresa también americana, Matthews International Corporation, se puso a darle al magín y encontró una solución alternativa y pretendidamente "verde". Se coge al fiambre y se le encierra en un recipiente de acero inoxidable que se llena con una disolución de hidróxido potásico (potasa o potasa caústica), se aplica presión y temperatura y, dos horas más tarde, no quedan más que restos de huesos y una especie de líquido marroncillo que se lleva a reciclar. Se trituran los huesos para los afligidos familiares y eso es todo, sin olor, sin CO2, sin dioxinas,..... La técnica no es absolutamente nueva y ya había sido usada, de forma restringida, para eliminar cadáveres de animales de laboratorio y de algunos humanos usados en las prácticas de disección de las Facultades de Medicina.
Aunque los de Matthews creen haber descubierto un nicho (nunca mejor empleada la palabra) de negocio, con las Iglesias han topado y ya hay varias confesiones (pero sobre todo la católica) que han manifestado su oposición al invento, al entender que no es "una manera respetuosa de tratar los restos humanos". Ya se sabe que los presbíteros están siempre con la guinda preparada, mirándonos al resto de los mortales desde una nube donde, sin mojarse, pontifican sobre todas nuestras actividades.
Y que se preparen para la andanada de los de Greenpeace, que tampoco son mancos al respecto...
Con esto del calentamiento global...cuestionamos toda emisión de CO2, pero aún no he visto a nadie que cuestione la quema de neumáticos en las huelgas y a los huelguistas respirando dioxinas al por mayor...
ResponderEliminarEn cuanto a los fiambres verdes...podemos meterlos en cajas de cartón para que se degraden más rápido...¿o no?