En un día como el del pasado viernes, hace 121 años, George Eastman registró la marca Kodak y recibió una patente para su archiconocida máquina fotográfica, uno de cuyos componentes esenciales era lo que, todos los que hemos sido fotógrafos aficionados antes de la era digital, llamábamos rollo de fotos. Pero la historia de este norteamericano no se acabó con esa primera cámara fotográfica. Ni con su suicidio, cuando decidió no aguantar más con el proceso degenerativo que le estaba minando. La larga mano de George se ha extendido hasta nuestros días, a través de empresas que llevan su nombre como Eastman Kodak o Eastman Chemicals y que han sido un modelo de cómo hacer negocios en tiempos de crisis, sea ésta del tipo que sea. Y la historia de hoy es consistente con el legado del Sr. Eastman a sus sucesores.
Despues de la primera Guerra Mundial, el asunto de las fotos estaba tan en crisis como las inmobiliarias en nuestros días. Y ello se debía, fundamentalmente, a la falta de elementos esenciales del negocio, como el papel fotográfico, la gelatina o productos tan sencillos como el metanol, el ácido acético o la acetona que, jugando un papel esencial en la preparación de los rollos y su revelado, habían desaparecido del mercado como consecuencia de la trifulca guerrera. Eastman entendió que, dadas las circunstancia, o se jugaba los cuartos o perecía y decidió que tenía que ser autosuficiente en esos productos esenciales para su negocio. Para ello creó, en 1918, su propia empresa de productos químicos, Eastman Kodak, cuya materia prima para obtener las sustancias arriba indicadas eran, en gran medida, los derivados de la madera. La segunda Gran Guerra hizo fuerte a la empresa (ya sin el Jefe, que había pasado a mejor vida en 1932) al ser capaz de poner a punto una nueva molécula que resultó ser un potente explosivo, el RDX, del que llegaron a fabricar casi una tonelada diaria.
En los años 70, Eastman Kodak, que ya venía comercializando otros productos como fibras derivadas de la propia celulosa de la madera, encontró otra nueva oportunidad de negocio en el PET, el polímero que seguimos usando en la mayor parte de nuestras botellas de agua, bebidas carbonatadas como la Coca Cola, cosméticos y un sin fin de otros productos para envasado. Pero el PET, como cada quisque, tiene sus carencias. Los nuevos chicos de Eastman trataron de evitarlas, alterando en parte su estructura química, al sustituir un cierto porcentaje del etilen glicol, utilizado como materia prima para generar el PET, por otro diol, el 1,4 ciclohexanodimetanol (CHDM) que, dependiendo de su participación, variaba la resistencia química, la tenacidad o la transparencia del PET mondo y lirondo. Pero estas modificaciones no consiguieron variar sustancialmente otras propiedades como la resistencia térmica del material, por lo que seguía siendo poco apropiado para envases de bebidas que tuvieran que ser pasteurizadas en la propia botella o para utensilios domésticos que se laven en los lavavajillas.
Hace menos de tres años, Eastman Chemicals, una especie de spin-off de Eastman Kodak generada como unidad independiente de negocio en los años noventa, introdujo otro poliéster que venía a tratar de cubrir esas deficiencias. Bajo el nombre comercial de Tritan, pusieron en el mercado un primo del PET, en el que la totalidad del etilenglicol necesario para generarlo había sido sustituido por otros dos dioles: el anterior CHDM y otro de nombre aún más complicado (mis excusas a los no químicos), el 2,2,4,4-tetrametil-1,3-ciclobutanodiol. Desde entonces, nuestro Tritan ha demostrado su capacidad para solventar algunos de los problemas inherentes al PET, así como otros de un conocido polímero que también se emplea, además de en otras muchas cosas como CDs y cascos de polis y moteros, en utensilios domésticos y que, igualmente, tiene problemas con los lavavajillas: el policarbonato de bisfenol A.
Muchos de mis lectores habrán empezado a entender con el último nombrecito, y tras la larga perorata inicial característica del Búho, el por qué del título de esta entrada. El policarbonato de bisfenol A ha sido el más encarnizado competidor del vidrio en la fabricación de los biberones infantiles. Transparente como él, pero mucho más resistente a los golpes, ha tenido largos días de gloria hasta caer en desgracia por culpa de uno de los monómeros que se emplean en su fabricación: el bisfenol A, cuya formulita puede verse a la izquierda. En los últimos dos años, varios gobiernos e instituciones han prohibido el uso del policarbonato en los biberones, como una medida precautoria contra el riesgo de que las pequeñas cantidades de bisfenol A que puedan quedar en el polímero (el resto ha polimerizado y no tiene riesgos) migren al contenido del biberón. Lo mismo pasa con el bisfenol A que se emplea en las resinas epoxi que tapizan el interior de la mayoría de las latas de bebidas y conservas.
Diversos estudios parecen indicar que el bisfenol A así ingerido puede ser un disruptor (o interruptor, para ser fieles al Diccionario) endocrino, es decir, una sustancia que afecta a algunos procesos hormonales durante el desarrollo de los seres vivos y que puede, consiguientemente, provocar efectos indeseados. Aunque, todo hay que contarlo, no hay un acuerdo generalizado sobre este tipo de resultados y, por ejemplo, la Food and Drug Administration (FDA) americana no está por ahora (hoy) por la labor de prohibir el bisfenol A. Si se me permite un comentario jocoso antes de seguir en serio, la cerveza puede considerarse como un disruptor, al contener ciertas hormonas parecidas a las femeninas que pueden provocar un aumento de las glándulas mamarias de los varones que le dan a esa bebida con afición desmedida. Pero eso no parece preocupar mucho a los teutones.
Pero todo lo que afecta a los niños es materia muy delicada y muchas compañías que tienen intereses en este sector, a la vista de lo que se estaba cociendo desde principios de 2008, han preferido no entrar en el debate científico y buscar alternativas al policarbonato a la hora de fabricar sus biberones. Y es ahí donde, de nuevo, a Eastman Chemicals se le ha aparecido la Virgen en forma de su Tritan. No mucho más caro que el policarbonato no contiene bisfenol A, es igual o más transparente que él y, además, no tiene los inconvenientes de éste para su uso en lavavajillas. Así que ya hay varias compañías como Weil Baby o Evenflo que han empezado a comercializar biberones con Tritan.
Y es que en estos asuntos, el que no corre vuela....
Despues de la primera Guerra Mundial, el asunto de las fotos estaba tan en crisis como las inmobiliarias en nuestros días. Y ello se debía, fundamentalmente, a la falta de elementos esenciales del negocio, como el papel fotográfico, la gelatina o productos tan sencillos como el metanol, el ácido acético o la acetona que, jugando un papel esencial en la preparación de los rollos y su revelado, habían desaparecido del mercado como consecuencia de la trifulca guerrera. Eastman entendió que, dadas las circunstancia, o se jugaba los cuartos o perecía y decidió que tenía que ser autosuficiente en esos productos esenciales para su negocio. Para ello creó, en 1918, su propia empresa de productos químicos, Eastman Kodak, cuya materia prima para obtener las sustancias arriba indicadas eran, en gran medida, los derivados de la madera. La segunda Gran Guerra hizo fuerte a la empresa (ya sin el Jefe, que había pasado a mejor vida en 1932) al ser capaz de poner a punto una nueva molécula que resultó ser un potente explosivo, el RDX, del que llegaron a fabricar casi una tonelada diaria.
En los años 70, Eastman Kodak, que ya venía comercializando otros productos como fibras derivadas de la propia celulosa de la madera, encontró otra nueva oportunidad de negocio en el PET, el polímero que seguimos usando en la mayor parte de nuestras botellas de agua, bebidas carbonatadas como la Coca Cola, cosméticos y un sin fin de otros productos para envasado. Pero el PET, como cada quisque, tiene sus carencias. Los nuevos chicos de Eastman trataron de evitarlas, alterando en parte su estructura química, al sustituir un cierto porcentaje del etilen glicol, utilizado como materia prima para generar el PET, por otro diol, el 1,4 ciclohexanodimetanol (CHDM) que, dependiendo de su participación, variaba la resistencia química, la tenacidad o la transparencia del PET mondo y lirondo. Pero estas modificaciones no consiguieron variar sustancialmente otras propiedades como la resistencia térmica del material, por lo que seguía siendo poco apropiado para envases de bebidas que tuvieran que ser pasteurizadas en la propia botella o para utensilios domésticos que se laven en los lavavajillas.
Hace menos de tres años, Eastman Chemicals, una especie de spin-off de Eastman Kodak generada como unidad independiente de negocio en los años noventa, introdujo otro poliéster que venía a tratar de cubrir esas deficiencias. Bajo el nombre comercial de Tritan, pusieron en el mercado un primo del PET, en el que la totalidad del etilenglicol necesario para generarlo había sido sustituido por otros dos dioles: el anterior CHDM y otro de nombre aún más complicado (mis excusas a los no químicos), el 2,2,4,4-tetrametil-1,3-ciclobutanodiol. Desde entonces, nuestro Tritan ha demostrado su capacidad para solventar algunos de los problemas inherentes al PET, así como otros de un conocido polímero que también se emplea, además de en otras muchas cosas como CDs y cascos de polis y moteros, en utensilios domésticos y que, igualmente, tiene problemas con los lavavajillas: el policarbonato de bisfenol A.
Muchos de mis lectores habrán empezado a entender con el último nombrecito, y tras la larga perorata inicial característica del Búho, el por qué del título de esta entrada. El policarbonato de bisfenol A ha sido el más encarnizado competidor del vidrio en la fabricación de los biberones infantiles. Transparente como él, pero mucho más resistente a los golpes, ha tenido largos días de gloria hasta caer en desgracia por culpa de uno de los monómeros que se emplean en su fabricación: el bisfenol A, cuya formulita puede verse a la izquierda. En los últimos dos años, varios gobiernos e instituciones han prohibido el uso del policarbonato en los biberones, como una medida precautoria contra el riesgo de que las pequeñas cantidades de bisfenol A que puedan quedar en el polímero (el resto ha polimerizado y no tiene riesgos) migren al contenido del biberón. Lo mismo pasa con el bisfenol A que se emplea en las resinas epoxi que tapizan el interior de la mayoría de las latas de bebidas y conservas.
Diversos estudios parecen indicar que el bisfenol A así ingerido puede ser un disruptor (o interruptor, para ser fieles al Diccionario) endocrino, es decir, una sustancia que afecta a algunos procesos hormonales durante el desarrollo de los seres vivos y que puede, consiguientemente, provocar efectos indeseados. Aunque, todo hay que contarlo, no hay un acuerdo generalizado sobre este tipo de resultados y, por ejemplo, la Food and Drug Administration (FDA) americana no está por ahora (hoy) por la labor de prohibir el bisfenol A. Si se me permite un comentario jocoso antes de seguir en serio, la cerveza puede considerarse como un disruptor, al contener ciertas hormonas parecidas a las femeninas que pueden provocar un aumento de las glándulas mamarias de los varones que le dan a esa bebida con afición desmedida. Pero eso no parece preocupar mucho a los teutones.
Pero todo lo que afecta a los niños es materia muy delicada y muchas compañías que tienen intereses en este sector, a la vista de lo que se estaba cociendo desde principios de 2008, han preferido no entrar en el debate científico y buscar alternativas al policarbonato a la hora de fabricar sus biberones. Y es ahí donde, de nuevo, a Eastman Chemicals se le ha aparecido la Virgen en forma de su Tritan. No mucho más caro que el policarbonato no contiene bisfenol A, es igual o más transparente que él y, además, no tiene los inconvenientes de éste para su uso en lavavajillas. Así que ya hay varias compañías como Weil Baby o Evenflo que han empezado a comercializar biberones con Tritan.
Y es que en estos asuntos, el que no corre vuela....
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