Una entradita corta y de par de mañana, como dicen los navarros, para terminar el año. Que tengo invitados esta noche y mañana y hay que trabajar en la infraestructura. Antes de nada, decir que no he cumplido el objetivo de alcanzar o superar las cien (100) entradas que me había fijado a principios de año en tierras murcianas. Me he quedado en unas parcas ochenta y seis (86). Pero ha habido acontecimientos recientes en mi vida, que quizás algún día cuente, que han hecho que el ritmo haya sido algo más menguado estos últimos meses que lo que yo hubiera deseado. Pero tampoco me voy a quejar. El número de suscriptores sigue creciendo a un ritmo sostenido y eso me da ánimos para seguir al menos otra temporada.
Dado que estamos en fechas navideñas, y que uno ha sido siempre más de los Reyes Magos que de Papá Nöel o el Olentzero, me ha venido al pelo la lectura de uno de los últimos números del Chemical Engineering News (CEN, para los amigos), donde se dan datos un tanto sorprendentes sobre dos de los regalos (incienso y mirra) asociados a la visita de los Magos a Belén. Datos que se derivan de recientes investigaciones de grupos italianos y judíos (como se ve, ya asoma el plumero religioso en el asunto).
Yo siempre había creído que esto del incienso era una especie de ambientador de iglesias que los curas se habían inventado para que la gente no huyera de "selectas atmósferas" plenas de olor a sobaco o a pinrel. Al menos, así me lo contaron unos amigos gallegos, hace una infinidad de años, tras enseñarme el famoso botafumeiro y así aparece en muchas páginas web dedicadas al artefacto. La cosa no deja de ser lógica, sobre todo en el caso compostelano, donde los peregrinos de otras épocas debían llegar en condiciones lamentables de higiene. Pero la teoría parece que empieza a complicarse.
Tanto el incienso como la mirra, conocidos desde tiempos de los egipcios, que lo usaban en las ceremonias fúnebres, son resinas producidas por determinados árboles que han crecido tradicionalmente en zonas de India, norte de África o en la Península Arábiga. Al igual que en el caso del caucho, se infieren unos cortes a los árboles y se deja que la resina fluya en forma de un látex lechoso que se deja evaporar al sol. El resultado es una compleja mezcla de carbohidratos, proteínas y esteroides, que sólo con la ayuda de las más potentes técnicas de las que nos hemos ido dotando los químicos en los últimos tiempos, ha sido posible identificar y aislar.
Y cuando se ha empezado a investigar con ratones los efectos de algunas de esas moléculas aisladas, algunos resultados son, como decía arriba, realmente sorprendentes. Parece que algunos de estos compuestos son analgésicos bastante potentes, lo que cuadra con su empleo en medicinas alternativas. Y que uno de ellos, concretamente el denominado acetato de incensol, puede producir moderados efectos euforizantes cuando se inhala.
Anda que no ha hilado fino la Iglesia a lo largo de los siglos para llevarse la gente al huerto...
Dado que estamos en fechas navideñas, y que uno ha sido siempre más de los Reyes Magos que de Papá Nöel o el Olentzero, me ha venido al pelo la lectura de uno de los últimos números del Chemical Engineering News (CEN, para los amigos), donde se dan datos un tanto sorprendentes sobre dos de los regalos (incienso y mirra) asociados a la visita de los Magos a Belén. Datos que se derivan de recientes investigaciones de grupos italianos y judíos (como se ve, ya asoma el plumero religioso en el asunto).
Yo siempre había creído que esto del incienso era una especie de ambientador de iglesias que los curas se habían inventado para que la gente no huyera de "selectas atmósferas" plenas de olor a sobaco o a pinrel. Al menos, así me lo contaron unos amigos gallegos, hace una infinidad de años, tras enseñarme el famoso botafumeiro y así aparece en muchas páginas web dedicadas al artefacto. La cosa no deja de ser lógica, sobre todo en el caso compostelano, donde los peregrinos de otras épocas debían llegar en condiciones lamentables de higiene. Pero la teoría parece que empieza a complicarse.
Tanto el incienso como la mirra, conocidos desde tiempos de los egipcios, que lo usaban en las ceremonias fúnebres, son resinas producidas por determinados árboles que han crecido tradicionalmente en zonas de India, norte de África o en la Península Arábiga. Al igual que en el caso del caucho, se infieren unos cortes a los árboles y se deja que la resina fluya en forma de un látex lechoso que se deja evaporar al sol. El resultado es una compleja mezcla de carbohidratos, proteínas y esteroides, que sólo con la ayuda de las más potentes técnicas de las que nos hemos ido dotando los químicos en los últimos tiempos, ha sido posible identificar y aislar.
Y cuando se ha empezado a investigar con ratones los efectos de algunas de esas moléculas aisladas, algunos resultados son, como decía arriba, realmente sorprendentes. Parece que algunos de estos compuestos son analgésicos bastante potentes, lo que cuadra con su empleo en medicinas alternativas. Y que uno de ellos, concretamente el denominado acetato de incensol, puede producir moderados efectos euforizantes cuando se inhala.
Anda que no ha hilado fino la Iglesia a lo largo de los siglos para llevarse la gente al huerto...
Feliz 2009, Búho, y que no decaiga. No te pongas el listón tan alto, que a este lector, y supongo que a muchos más, le parece una enormidad 86 “papers”- o como poco “communications”- en un año.
ResponderEliminarLo del incienso ya me lo olía yo, espero la explicación de la mirra.
Un abrazo