Vaya por delante que siempre consideraré necesarias a organizaciones como Greenpeace. Como necesarios son los sindicatos. En uno y otro caso son mecanismos que, en una sociedad democrática, contrarrestan los delirios de grandeza y la falta de escrúpulos de algunas empresas. Pero ni unos ni otros, como ninguna organización social, son depositarios de verdades absolutas. Y puede que, en el caso de Greenpeace y en lo relativo al policloruro de vinilo (PVC), las cosas se hayan llevado demasiado lejos, convirtiéndolo en un caso emblemático para una organización que, como otras organizaciones sociales, no dejan de ser lobbies con intereses.
El PVC es hoy en día una especie de viejo rockero que nunca muere. La citada Greenpeace y otras organizaciones menores que se nutren de su poderosa gestión de los mass media lo han denostado hasta la saciedad. Se han metido con él en tanto que poseedor de un átomo prohibido (el cloro), como fuente inagotable de dioxinas, como generador de ácido clorhídrico cuando se quema, han anatemizado también a algunos aditivos que en él se utilizan (ftalatos); en fin, si hay un demonio polimérico en el mundo, ese es el plástico azul, el PVC. De todo ello hablaremos en los siguientes párrafos.
Frente a todos estos ataques, la producción de PVC crece, año a año, por encima de la media de los polímeros más implantados en el mercado. Es verdad que, por influencia de la campaña que acabamos de mencionar, ha desaparecido de algunos usos convencionales que iremos detallando en los próximos párrafos pero, a pesar de ello, el uso de PVC encuentra otros nichos en los que se ha revelado como un material de características inigualables.
El policloruro de vinilo es un material sólido que se obtiene, como su nombre indica, de la polimerización del cloruro de vinilo (VC), un gas de olor dulce y que, desde los años 70, se sabe que es un agente cancerígeno importante, causante sobre todo de un tipo raro de cáncer de hígado conocido como angiosarcoma. En el término municipal de Hernani, donde han vivido siempre mis padres, radica desde hace años una de las plantas más importantes de España en la producción de PVC a partir de este monómero. Y tengo referencias personales de conocidos que han fallecido con ese tipo de cáncer tras haber trabajado varios años en esa empresa.
Pero vamos a contarlo todo. En los años 70 y 80, la producción del PVC se hacía en lo que los ingenieros químicos llaman un reactor discontínuo. Lo que quiere decir que tras cada proceso de fabricación, en el que no todo el VC se transforma en PVC, hay que abrir el reactor, sacar el PVC (el VC se habrá ido mayoritariamente al aire pero siempre quedará en la atmósfera del reactor) y limpiarlo antes de la siguiente operación discontinua. Tengo en el recuerdo el testimonio de uno de los fallecidos que nos describía, ya enfermo, cómo se metían dentro del reactor a cuerpo limpio para realizar esas labores de limpieza.
Todo eso ha pasado a la historia. El proceso se hace hoy de forma continua, en reactores estancos donde, además, el producto final (PVC) se trata convenientemente de cara a eliminar de forma eficiente el VC gas que pueda quedar residualmente disuelto en el PVC sólido. Evidentemente pueden producirse accidentes en forma de fugas o de circunstancias inesperadas (unos cuantos alegres y combativos estuvieron a punto de usar un camión lleno de VC como expresión de la kale borroka). Pero, en lo que es razonablemente controlable, se tiene un control exhaustivo del asunto. Hace pocos años hubo un movimiento por parte de CCOO sobre esta planta. Al final, el propio Comité de Empresa, en el que sectores radicales tienen una importante presencia (estamos en Hernani, buena jaula pero malos pájaros), salió en defensa de los mecanismos de control de la planta y el asunto se zanjó.
Finalmente, no debe olvidarse que el carácter cancerígeno del cloruro de vinilo desaparece en cuanto entra a formar parte de la macromolécula o cadena larga que es el PVC. No vayamos a repetir por ahí la boutade de un ecologista mal informado: “Si el cloruro de vinilo es cancerígeno, qué no será el policloruro de vinilo”. Pues no, colega, aquí el prefijo poli no implica multiplicar muchas veces el carácter cancerígeno.
Se podrá decir que el daño ya está causado y que las muertes son irreparables. Y es verdad. Pero el avance en el conocimiento nos está permitiendo disfrutar de forma segura de cosas que antes eran fuente de enfermedad y muerte. Cuando en los años setenta, mi amigo Fernando Sáez (un riojano de pro que ya ha aparecido en estas entradas) empezó a ejercer de médico en cierta comarca de Burgos, el porcentaje de personas afectadas de fiebres de malta por consumo del queso fresco habitual en la región era más del 30%. Hoy en día, la tecnología ligada a la fabricación del queso fresco no excluye que pueda haber problemas de ese tipo, pero el control adecuado ha reducido casi a cero la posibilidad de las fiebres de malta. El nivel cero de riesgo no existe nunca, pero una vez vista la eficacia de los nuevos procedimientos, ¿vamos a dejar de consumir queso de Burgos por la posibilidad del riesgo casi infinitesimal de adquirir unas maltas?. El razonamiento es aplicable a las plantas de PVC.
Existen dos formas de empleo del PVC, cada una con su propio problema, según la óptica de las organizaciones ecologistas. El llamado PVC rígido es una mezcla de PVC con alguna sustancia inorgánica, como el carbonato de calcio que abarata el conjunto, además de un pequeño porcentaje de otros aditivos como estabilizantes a la luz, colorantes, etc. En ningún caso ftalatos, sobre los que volveremos después, pero que es importante matizarlo ya. El PVC rígido se ha usado durante mucho tiempo en la fabricación de botellas. En los setenta y ochenta, muchas marcas de agua y de aceite embotellaban en PVC. La idea de que monómero residual (cloruro de vinilo), que pudiera quedar en las botellas de PVC, pudiera pasar al agua o al aceite y acabar en el organismo humano, terminó con ese tipo de aplicación.
La opción por otros materiales alternativos como el polietileno (PE) o el polietilentereftalato (PET) para esos usos no es una barbaridad. Sobre todo por este último, que ofrece muchas mejores posibilidades de reciclado que el propio PVC. Pero tiene que quedar claro que las posibilidades de análisis de trazas de VC muy por debajo de las establecidas como peligrosas están, y cada día estarán más, a nuestro alcance, permitiendo un control riguroso de la situación.
El PVC rígido ha encontrado en estos últimos años su mejor mercado en el ámbito de los tubos para todo tipo de conducciones, así como en el de la construcción, en forma de marcos, ventanas, tejados, etc. Basta con convertirse en jubilado y fiscalizar las múltiples obras que destripan ciudades como Donosti o Madrid, para darse cuenta que los tubos de PVC están de forma omnipresente en canalizaciones eléctricas, de aguas, etc. Así mismo, basta visitar un invernadero o un vivero de plantas y flores para poder constatar la importancia de las tuberías de PVC en el establecimiento de redes de riego por goteo, riegos programados, etc. El PVC se adapta muy bien a estas aplicaciones al ser un material estable, autosoldable, barato, ligero y muchas cosas más. No he detectado mucha oposición a este empleo del PVC, al menos por el momento. De hecho, hasta suena ecológico.
El otro gran nicho de negocio del PVC rígido tiene que ver con los perfiles de ventanas. Las ventajas de este tipo de material de construcción son tan obvias que han desbancado claramente a la madera y a metales como el aluminio. Aquí Greenpeace, en su infatigable persecución del PVC ya ha encontrado su caballo de batalla. Según la organización, hay que eliminar el PVC de la construcción porque su combustión produce ácido clorhídrico, contribuyendo a fenómenos como la lluvia ácida. El argumento es, probablemente, la mayor pasada de Greenpeace en esta disputa. No podemos negar lo que es cierto, las altas temperaturas que se generan en un incendio degradan al PVC, generando ácido clorhídrico. Pero hay que matizar. Primero, porque, en general, no andamos quemando casas en los ratos libres. Un incendio es un hecho fortuito, poco habitual en nuestras ciudades que, ademas, cuentan con eficientes servicios de extinción. Segundo, la presencia de cloro en la molécula del PVC lo convierte en un material autoextingible, es decir, las llamas no se propagan a través de él, como es fácil de comprobar acercando una llama a un trozo de una tarjeta de crédito (muchas son de PVC). Cosa que no puede decirse de la madera, sobre todo de la que está vieja y reseca. Y tres, cualquier incendio, incluso de una casa ecológica sólo hecha con madera, produce una cantidad importante de sustancia que puede producir la muerte de los ocupantes (sobre todo monóxido y dióxido de carbono) pero pueden generar igualmente otras sustancias peligrosas como las temidas dioxinas. Así que, puesto a buscar seguridades más absolutas, debiéramos volver a las cavernas, debajo de los puentes o a las casas excavadas en roca del Sacromonte granadino o de algunos pueblos navarros como Castejón.
En otras aplicaciones se usa el llamado PVC flexible. En este caso, el PVC puro se mezcla con cantidades importantes (20-30%) de unas sustancias llamadas plastificantes que contribuyen a que el PVC rígido deje de serlo, convirtiéndose en un material blando que puede usarse en multitud de aplicaciones. Esos plastificantes pertenecen a una familia de productos químicos conocidos como ftalatos. Quizás la más visual, para entender las diferencias entre PVCs rígidos y flexibles, son las bolsas de suero empleadas en hospitales, como la que se ve en la cabecera de esta entrada. Con este mismo tipo de mezcla PVC/plastificante se han estado fabricando juguetes durante años. Todas estas aplicaciones están ahora en cuestión, pero está vez la culpa es compartida. Durante los últimos años, existe un gran debate sobre el poder cancerígeno de los ftalatos y su posible intervención en la preocupante disminución de la calidad reproductora del semen humano.
La inmediata reacción al hilo de la polémica ha sido la retirada del mercado de objetos como mordedores para bebés, que también se fabricaban en PVC plastificado. Medida que parece lógica y que, ciertamente, no cuesta nada llevar a cabo ante la mínima duda al respecto. También ha conllevado una importante revolución en el ámbito de la empresa juguetera que anda a la búsqueda de materiales alternativos (cosa no obvia).
Pero los informes que se van acumulando sobre los ftalatos son bastante tranquilizadores al respecto. En cualquier caso va a ser difícil que la situación de la vuelta una vez que la idea de la peligrosidad ha calado en la sociedad. Aunque, de cuando en cuando, uno lee cosas que parecen indicar lo contrario. Un reciente informe del Environmental Working Group, un lobby que pelea por una legislacion antiquímica en Califonia contenía la siguiente frase:
“El tiempo estimado para que un niño elimine el 99% de la polucion que haya heredado en el vientre materno, tal y como ha encontrado este estudio, es de menos de un día para los ftalatos plastificantes hasta 166 años para el plomo”.
Viniendo de quien viene y con las acusaciones que se han hecho a los ftalatos en términos de bioacumulación en el organismo, la declaración es ilustrativa. Aunque, ¿dedicarán el mismo empeño a propagar este resultado que otros de signo contrario?.
El PVC es hoy en día una especie de viejo rockero que nunca muere. La citada Greenpeace y otras organizaciones menores que se nutren de su poderosa gestión de los mass media lo han denostado hasta la saciedad. Se han metido con él en tanto que poseedor de un átomo prohibido (el cloro), como fuente inagotable de dioxinas, como generador de ácido clorhídrico cuando se quema, han anatemizado también a algunos aditivos que en él se utilizan (ftalatos); en fin, si hay un demonio polimérico en el mundo, ese es el plástico azul, el PVC. De todo ello hablaremos en los siguientes párrafos.
Frente a todos estos ataques, la producción de PVC crece, año a año, por encima de la media de los polímeros más implantados en el mercado. Es verdad que, por influencia de la campaña que acabamos de mencionar, ha desaparecido de algunos usos convencionales que iremos detallando en los próximos párrafos pero, a pesar de ello, el uso de PVC encuentra otros nichos en los que se ha revelado como un material de características inigualables.
El policloruro de vinilo es un material sólido que se obtiene, como su nombre indica, de la polimerización del cloruro de vinilo (VC), un gas de olor dulce y que, desde los años 70, se sabe que es un agente cancerígeno importante, causante sobre todo de un tipo raro de cáncer de hígado conocido como angiosarcoma. En el término municipal de Hernani, donde han vivido siempre mis padres, radica desde hace años una de las plantas más importantes de España en la producción de PVC a partir de este monómero. Y tengo referencias personales de conocidos que han fallecido con ese tipo de cáncer tras haber trabajado varios años en esa empresa.
Pero vamos a contarlo todo. En los años 70 y 80, la producción del PVC se hacía en lo que los ingenieros químicos llaman un reactor discontínuo. Lo que quiere decir que tras cada proceso de fabricación, en el que no todo el VC se transforma en PVC, hay que abrir el reactor, sacar el PVC (el VC se habrá ido mayoritariamente al aire pero siempre quedará en la atmósfera del reactor) y limpiarlo antes de la siguiente operación discontinua. Tengo en el recuerdo el testimonio de uno de los fallecidos que nos describía, ya enfermo, cómo se metían dentro del reactor a cuerpo limpio para realizar esas labores de limpieza.
Todo eso ha pasado a la historia. El proceso se hace hoy de forma continua, en reactores estancos donde, además, el producto final (PVC) se trata convenientemente de cara a eliminar de forma eficiente el VC gas que pueda quedar residualmente disuelto en el PVC sólido. Evidentemente pueden producirse accidentes en forma de fugas o de circunstancias inesperadas (unos cuantos alegres y combativos estuvieron a punto de usar un camión lleno de VC como expresión de la kale borroka). Pero, en lo que es razonablemente controlable, se tiene un control exhaustivo del asunto. Hace pocos años hubo un movimiento por parte de CCOO sobre esta planta. Al final, el propio Comité de Empresa, en el que sectores radicales tienen una importante presencia (estamos en Hernani, buena jaula pero malos pájaros), salió en defensa de los mecanismos de control de la planta y el asunto se zanjó.
Finalmente, no debe olvidarse que el carácter cancerígeno del cloruro de vinilo desaparece en cuanto entra a formar parte de la macromolécula o cadena larga que es el PVC. No vayamos a repetir por ahí la boutade de un ecologista mal informado: “Si el cloruro de vinilo es cancerígeno, qué no será el policloruro de vinilo”. Pues no, colega, aquí el prefijo poli no implica multiplicar muchas veces el carácter cancerígeno.
Se podrá decir que el daño ya está causado y que las muertes son irreparables. Y es verdad. Pero el avance en el conocimiento nos está permitiendo disfrutar de forma segura de cosas que antes eran fuente de enfermedad y muerte. Cuando en los años setenta, mi amigo Fernando Sáez (un riojano de pro que ya ha aparecido en estas entradas) empezó a ejercer de médico en cierta comarca de Burgos, el porcentaje de personas afectadas de fiebres de malta por consumo del queso fresco habitual en la región era más del 30%. Hoy en día, la tecnología ligada a la fabricación del queso fresco no excluye que pueda haber problemas de ese tipo, pero el control adecuado ha reducido casi a cero la posibilidad de las fiebres de malta. El nivel cero de riesgo no existe nunca, pero una vez vista la eficacia de los nuevos procedimientos, ¿vamos a dejar de consumir queso de Burgos por la posibilidad del riesgo casi infinitesimal de adquirir unas maltas?. El razonamiento es aplicable a las plantas de PVC.
Existen dos formas de empleo del PVC, cada una con su propio problema, según la óptica de las organizaciones ecologistas. El llamado PVC rígido es una mezcla de PVC con alguna sustancia inorgánica, como el carbonato de calcio que abarata el conjunto, además de un pequeño porcentaje de otros aditivos como estabilizantes a la luz, colorantes, etc. En ningún caso ftalatos, sobre los que volveremos después, pero que es importante matizarlo ya. El PVC rígido se ha usado durante mucho tiempo en la fabricación de botellas. En los setenta y ochenta, muchas marcas de agua y de aceite embotellaban en PVC. La idea de que monómero residual (cloruro de vinilo), que pudiera quedar en las botellas de PVC, pudiera pasar al agua o al aceite y acabar en el organismo humano, terminó con ese tipo de aplicación.
La opción por otros materiales alternativos como el polietileno (PE) o el polietilentereftalato (PET) para esos usos no es una barbaridad. Sobre todo por este último, que ofrece muchas mejores posibilidades de reciclado que el propio PVC. Pero tiene que quedar claro que las posibilidades de análisis de trazas de VC muy por debajo de las establecidas como peligrosas están, y cada día estarán más, a nuestro alcance, permitiendo un control riguroso de la situación.
El PVC rígido ha encontrado en estos últimos años su mejor mercado en el ámbito de los tubos para todo tipo de conducciones, así como en el de la construcción, en forma de marcos, ventanas, tejados, etc. Basta con convertirse en jubilado y fiscalizar las múltiples obras que destripan ciudades como Donosti o Madrid, para darse cuenta que los tubos de PVC están de forma omnipresente en canalizaciones eléctricas, de aguas, etc. Así mismo, basta visitar un invernadero o un vivero de plantas y flores para poder constatar la importancia de las tuberías de PVC en el establecimiento de redes de riego por goteo, riegos programados, etc. El PVC se adapta muy bien a estas aplicaciones al ser un material estable, autosoldable, barato, ligero y muchas cosas más. No he detectado mucha oposición a este empleo del PVC, al menos por el momento. De hecho, hasta suena ecológico.
El otro gran nicho de negocio del PVC rígido tiene que ver con los perfiles de ventanas. Las ventajas de este tipo de material de construcción son tan obvias que han desbancado claramente a la madera y a metales como el aluminio. Aquí Greenpeace, en su infatigable persecución del PVC ya ha encontrado su caballo de batalla. Según la organización, hay que eliminar el PVC de la construcción porque su combustión produce ácido clorhídrico, contribuyendo a fenómenos como la lluvia ácida. El argumento es, probablemente, la mayor pasada de Greenpeace en esta disputa. No podemos negar lo que es cierto, las altas temperaturas que se generan en un incendio degradan al PVC, generando ácido clorhídrico. Pero hay que matizar. Primero, porque, en general, no andamos quemando casas en los ratos libres. Un incendio es un hecho fortuito, poco habitual en nuestras ciudades que, ademas, cuentan con eficientes servicios de extinción. Segundo, la presencia de cloro en la molécula del PVC lo convierte en un material autoextingible, es decir, las llamas no se propagan a través de él, como es fácil de comprobar acercando una llama a un trozo de una tarjeta de crédito (muchas son de PVC). Cosa que no puede decirse de la madera, sobre todo de la que está vieja y reseca. Y tres, cualquier incendio, incluso de una casa ecológica sólo hecha con madera, produce una cantidad importante de sustancia que puede producir la muerte de los ocupantes (sobre todo monóxido y dióxido de carbono) pero pueden generar igualmente otras sustancias peligrosas como las temidas dioxinas. Así que, puesto a buscar seguridades más absolutas, debiéramos volver a las cavernas, debajo de los puentes o a las casas excavadas en roca del Sacromonte granadino o de algunos pueblos navarros como Castejón.
En otras aplicaciones se usa el llamado PVC flexible. En este caso, el PVC puro se mezcla con cantidades importantes (20-30%) de unas sustancias llamadas plastificantes que contribuyen a que el PVC rígido deje de serlo, convirtiéndose en un material blando que puede usarse en multitud de aplicaciones. Esos plastificantes pertenecen a una familia de productos químicos conocidos como ftalatos. Quizás la más visual, para entender las diferencias entre PVCs rígidos y flexibles, son las bolsas de suero empleadas en hospitales, como la que se ve en la cabecera de esta entrada. Con este mismo tipo de mezcla PVC/plastificante se han estado fabricando juguetes durante años. Todas estas aplicaciones están ahora en cuestión, pero está vez la culpa es compartida. Durante los últimos años, existe un gran debate sobre el poder cancerígeno de los ftalatos y su posible intervención en la preocupante disminución de la calidad reproductora del semen humano.
La inmediata reacción al hilo de la polémica ha sido la retirada del mercado de objetos como mordedores para bebés, que también se fabricaban en PVC plastificado. Medida que parece lógica y que, ciertamente, no cuesta nada llevar a cabo ante la mínima duda al respecto. También ha conllevado una importante revolución en el ámbito de la empresa juguetera que anda a la búsqueda de materiales alternativos (cosa no obvia).
Pero los informes que se van acumulando sobre los ftalatos son bastante tranquilizadores al respecto. En cualquier caso va a ser difícil que la situación de la vuelta una vez que la idea de la peligrosidad ha calado en la sociedad. Aunque, de cuando en cuando, uno lee cosas que parecen indicar lo contrario. Un reciente informe del Environmental Working Group, un lobby que pelea por una legislacion antiquímica en Califonia contenía la siguiente frase:
“El tiempo estimado para que un niño elimine el 99% de la polucion que haya heredado en el vientre materno, tal y como ha encontrado este estudio, es de menos de un día para los ftalatos plastificantes hasta 166 años para el plomo”.
Viniendo de quien viene y con las acusaciones que se han hecho a los ftalatos en términos de bioacumulación en el organismo, la declaración es ilustrativa. Aunque, ¿dedicarán el mismo empeño a propagar este resultado que otros de signo contrario?.
Hola, se que este artículo es de hace tiempo, pero me ha alegrado leerlo. Estaba muy preocupada porque me he puesto ventanas de PVC en toda la casa, ya que me las aconsejaron por el ahorro energético, nadie me habló de toxicidad. Pero recientemente leí que podían provocar cáncer, lo que me llevó a buscar más información, hasta llegar a un documental de Greenpeace sobre el PVC que me asustó muchísimo, y más me asusté al ver que a parte de las ventanas estaba rodeada de PVC por toda la casa. Nunca había prestado atención a ver de que estaban compuestas las cosas que compro, desde esto, no paro de fijarme. Hasta darme cuenta, que hasta el gres porcelanico que puse, es peligroso por ser radioactivo, o así lo denuncian en algunas páginas. Durante un mes habré estado con miedo de estar en mi propia casa y con sentido de culpabilidad por no haberme fijado a la hora de elegir los materiales de mi casa y haberme preocupado solo de lo que me gustaba o era más práctico. Gracias por haberme abierto un poco los ojos, aunque me gustaría saber si sigue pensando a día de hoy que el PVC no pueda ser peligroso por tenerlo en casa.
ResponderEliminarPues si. Sigo pensando lo mismo. Es más, después de escribir esa entrada hice una obra importante en mi casa. Y ahora además de las ventanas, una gran parte del suelo es un PVC que imita a la madera.
ResponderEliminarInsisto en que la toxicidad es intrínseca al cloruro de vinilo, un gas del que se obtiene el PVC.
Y no te agobies con lo que lees. La mejor prueba de que las cosas no son como dicen Greenpeace y similares es el crecimiento de la expectativa de vida en los países occidentales. Eso si que es un dato irrefutable. Y la mayor causa de las muertes de cáncer, pues a más edad más posibilidades de contraerlo.
Muchas gracias por su respuesta.
ResponderEliminarSaludos
No sean idiotas.
ResponderEliminarLos tubos que transportan el agua que ustedes beben, están hechos de PVC. Y no creo que ustedes tengan cáncer hace [inserte aquí su edad]. Si nos ponemos a pensar, todo es cancerígeno, macacos ambientalistas ignorantes.