Hace solo dos entradas que he estado hablando de las técnicas que detectan productos químicos a niveles de las partes por trillón (ppt) o mas de las ppt y aunque me gustaría diversificar la temática de mis entradas, Javier Ansorena me ha mandado hoy un recorte del El Mundo que no puedo dejar de comentar. Javi me lo ha mandado con coña porque mantenemos una disputa sobre nuestros gustos en cuanto al agua que bebemos. El siempre bebe agua de grifo, yo agua de botella y de baja mineralización, y no porque desconfíe del agua de grifo de Donosti. No en vano quien la controla es Itziar Larumbe, antigua alumna y gente seria. Simplemente no me gusta el sabor. Igual que no me gusta el sabor de algunas embotelladas como Insalus o Urberuaga por su exceso de sales disueltas. Así que es cuestión de gastronomía, no de otra cosa.
El caso es que El Mundo se hacía eco de un trabajo a publicar en el Journal of Environmental Monitoring por parte de un grupo de la Universidad de Heidelberg, Shotyk y col., en el que tras investigar diversas aguas embotelladas en PET, mostraban analíticamente que éstas contienen un mayor contenido en antimonio (alrededor de 300 ppt) que las embotelladas en polipropileno (8 ppt) y lejos del contenido de las aguas en sus manantiales naturales (que ellos analizaban en Canadá y que cifraban en 2 ppt, casi en el límite de detección). Además el contenido en las de PET crecía con el tiempo de almacenamiento. El autor atribuía ese contenido a la migración de antimonio desde la botella al agua. La existencia de antimonio en la primera se achaca a su empleo como catalizador en el proceso de producción del PET.
No tengo nada que objetar, en principio, a los resultados. Es cierto que el antimonio se emplea como catalizador. Y es cierto que puede migrar y más cuanto más tiempo esté en contacto con el agua y cuanto más alta sea la temperatura (por ejemplo, si la botella se deja en un coche al sol durante varios días). Y los resultados me parecen interesantes en cuanto pueden servir de acicate para la búsqueda de catalizadores que obvien el problema denunciado.
Lo que me subleva una vez más es el empleo interesado de la noticia por parte del periodista (con la Iglesia hemos topado). Hace un resumen parcial del artículo y después se interna por el proceloso mundo de aventurar que estamos envenenándonos al consumir agua en envases que, “encima”, son un problema ecológico en la eliminación de los residuos, consumen petróleo, etc. Oculta, sin embargo, que los propios autores dicen que no están preocupados por el nivel de ppt que han medido, que no les parece peligroso. Tampoco dice que la EPA americana, la agencia ambiental más reputada del mundo, cifra el nivel de tolerancia del antimonio en 6 partes por billón (ppb), es decir, unas veinte veces la cifra analizada. Ni se ha preocupado en enterarse de que el antimonio no es un elemento que se acumule en los organismos vivos, sino que es fácilmente excretado por éstos. Así que algo he tenido que buscar sobre el antimonio y aquí lo voy a dejar.
En la cabecera de esta entrada hay un retrato de Mozart. ¿Qué pinta aquí el músico de Salzburgo?. Existen fundados motivos para creer que Mozart murió intoxicado. Hay constancia de que el mismo manifestó ese temor a su esposa en otoño de 1791, poco antes de morir. La cosa se enredó algo más cuando su rival musical, Antonio Salieri, en sus últimos años de vida y con una demencia senil evidente, confesó que era él el que había envenenado a Mozart. Hay quien cree que fue envenenado con mercurio, pero hay una teoría, recogida por John Emsley en uno de sus libros según la cual es probable que muriera intoxicado por antimonio, suministrado por su médico. No hay que olvidar que en el siglo XVIII y bastante más tarde, ningún maletín de médico serio dejaba de contener el emético tartárico, un preparado para inducir el vómito, muy popular en esa época. La sustancia empleada es un tartrato de potasio y antimonio. La gente lo tomaba de forma regular para librarse de resacas matinales tras una copiosa cena, como si se tomara un Almax. Aunque había que tener cuidado porque la dosis médica de ese emético no está muy lejos de la dosis considerada fatal y que es de unos 100 mg.
El mismo Emsley, en su libro “Moléculas para una exposición”, valora en 0.5 mg o menos lo que ingerimos diariamente de antimonio y análisis realizados en organismos humanos permiten estimar en unos 2 mg. la cantidad total existente en una persona media. Ambas cifras son buenos indicativos de que el cuerpo humano expele enseguida los excesos de antimonio. Y para que el periodista de El Mundo se entere, para colectar 0.5 mg de antimonio a partir de agua embotellada con contenidos en antimonio de 300 ppt como los analizados en el trabajo arriba mencionado, necesitaríamos coger 1.6 toneladas de agua, o sea 1600 litros de agua, lo que mucha gente no se bebe en cinco años de consumo de agua embotellada en PET. Así que, ¿de qué estamos hablando?.
Además, a ver si al final nos pasa con el antimonio como con el selenio. Durante años ha arrastrado la fama de ser un elemento molesto y peligroso. Molesto porque puede formar compuestos parecidos a los que forma el azufre y que emiten los olores más nauseabundos con los que uno puede encontrarse. Peligroso porque dosis en torno a 50 mg., es decir la mitad de la estimada en el caso del antimonio, es seguramente letal para una persona.
Y sin embargo, sin selenio no podemos vivir. El selenio forma parte de enzimas sin las que los organismos humanos pueden tener problemas diversos. Por sólo citar dos de ellos, está demostrado que la carencia de selenio es la causante del llamado mal de Keshan, una región del sur de China en la que muchos niños sufrían problemas cardíacos que mataban a la mitad de los afectados. Un estudio epidemiológico demostró que la administración de cantidades adecuadas de selenio solucionaba sustancialmente el problema. Más recientemente, se ha descubierto que puede que la falta de selenio esté en el origen de un 10-15% de los casos de infertilidad masculina. Las dosis necesarias diarias de selenio son de unos 50 microgramos, es decir, mil veces inferior a la dosis letal arriba descrita. Una vez más debemos citar la máxima de Paracelso, “es la dosis lo que hace veneno”.
Ah! y el selenio no entra en nuestro cuerpo por la contaminación que todo lo invade, sino por la alimentación. Alimentos ricos en selenio (en proporciones minúsculas de microgramos) son pescados como el atún o el salmón, las vísceras, los frutos secos, el germen de trigo o la levadura de cerveza.
El caso es que El Mundo se hacía eco de un trabajo a publicar en el Journal of Environmental Monitoring por parte de un grupo de la Universidad de Heidelberg, Shotyk y col., en el que tras investigar diversas aguas embotelladas en PET, mostraban analíticamente que éstas contienen un mayor contenido en antimonio (alrededor de 300 ppt) que las embotelladas en polipropileno (8 ppt) y lejos del contenido de las aguas en sus manantiales naturales (que ellos analizaban en Canadá y que cifraban en 2 ppt, casi en el límite de detección). Además el contenido en las de PET crecía con el tiempo de almacenamiento. El autor atribuía ese contenido a la migración de antimonio desde la botella al agua. La existencia de antimonio en la primera se achaca a su empleo como catalizador en el proceso de producción del PET.
No tengo nada que objetar, en principio, a los resultados. Es cierto que el antimonio se emplea como catalizador. Y es cierto que puede migrar y más cuanto más tiempo esté en contacto con el agua y cuanto más alta sea la temperatura (por ejemplo, si la botella se deja en un coche al sol durante varios días). Y los resultados me parecen interesantes en cuanto pueden servir de acicate para la búsqueda de catalizadores que obvien el problema denunciado.
Lo que me subleva una vez más es el empleo interesado de la noticia por parte del periodista (con la Iglesia hemos topado). Hace un resumen parcial del artículo y después se interna por el proceloso mundo de aventurar que estamos envenenándonos al consumir agua en envases que, “encima”, son un problema ecológico en la eliminación de los residuos, consumen petróleo, etc. Oculta, sin embargo, que los propios autores dicen que no están preocupados por el nivel de ppt que han medido, que no les parece peligroso. Tampoco dice que la EPA americana, la agencia ambiental más reputada del mundo, cifra el nivel de tolerancia del antimonio en 6 partes por billón (ppb), es decir, unas veinte veces la cifra analizada. Ni se ha preocupado en enterarse de que el antimonio no es un elemento que se acumule en los organismos vivos, sino que es fácilmente excretado por éstos. Así que algo he tenido que buscar sobre el antimonio y aquí lo voy a dejar.
En la cabecera de esta entrada hay un retrato de Mozart. ¿Qué pinta aquí el músico de Salzburgo?. Existen fundados motivos para creer que Mozart murió intoxicado. Hay constancia de que el mismo manifestó ese temor a su esposa en otoño de 1791, poco antes de morir. La cosa se enredó algo más cuando su rival musical, Antonio Salieri, en sus últimos años de vida y con una demencia senil evidente, confesó que era él el que había envenenado a Mozart. Hay quien cree que fue envenenado con mercurio, pero hay una teoría, recogida por John Emsley en uno de sus libros según la cual es probable que muriera intoxicado por antimonio, suministrado por su médico. No hay que olvidar que en el siglo XVIII y bastante más tarde, ningún maletín de médico serio dejaba de contener el emético tartárico, un preparado para inducir el vómito, muy popular en esa época. La sustancia empleada es un tartrato de potasio y antimonio. La gente lo tomaba de forma regular para librarse de resacas matinales tras una copiosa cena, como si se tomara un Almax. Aunque había que tener cuidado porque la dosis médica de ese emético no está muy lejos de la dosis considerada fatal y que es de unos 100 mg.
El mismo Emsley, en su libro “Moléculas para una exposición”, valora en 0.5 mg o menos lo que ingerimos diariamente de antimonio y análisis realizados en organismos humanos permiten estimar en unos 2 mg. la cantidad total existente en una persona media. Ambas cifras son buenos indicativos de que el cuerpo humano expele enseguida los excesos de antimonio. Y para que el periodista de El Mundo se entere, para colectar 0.5 mg de antimonio a partir de agua embotellada con contenidos en antimonio de 300 ppt como los analizados en el trabajo arriba mencionado, necesitaríamos coger 1.6 toneladas de agua, o sea 1600 litros de agua, lo que mucha gente no se bebe en cinco años de consumo de agua embotellada en PET. Así que, ¿de qué estamos hablando?.
Además, a ver si al final nos pasa con el antimonio como con el selenio. Durante años ha arrastrado la fama de ser un elemento molesto y peligroso. Molesto porque puede formar compuestos parecidos a los que forma el azufre y que emiten los olores más nauseabundos con los que uno puede encontrarse. Peligroso porque dosis en torno a 50 mg., es decir la mitad de la estimada en el caso del antimonio, es seguramente letal para una persona.
Y sin embargo, sin selenio no podemos vivir. El selenio forma parte de enzimas sin las que los organismos humanos pueden tener problemas diversos. Por sólo citar dos de ellos, está demostrado que la carencia de selenio es la causante del llamado mal de Keshan, una región del sur de China en la que muchos niños sufrían problemas cardíacos que mataban a la mitad de los afectados. Un estudio epidemiológico demostró que la administración de cantidades adecuadas de selenio solucionaba sustancialmente el problema. Más recientemente, se ha descubierto que puede que la falta de selenio esté en el origen de un 10-15% de los casos de infertilidad masculina. Las dosis necesarias diarias de selenio son de unos 50 microgramos, es decir, mil veces inferior a la dosis letal arriba descrita. Una vez más debemos citar la máxima de Paracelso, “es la dosis lo que hace veneno”.
Ah! y el selenio no entra en nuestro cuerpo por la contaminación que todo lo invade, sino por la alimentación. Alimentos ricos en selenio (en proporciones minúsculas de microgramos) son pescados como el atún o el salmón, las vísceras, los frutos secos, el germen de trigo o la levadura de cerveza.
Muy cierto, y además leí que la falta de selenio está relacionada con la aparición de diabetes.
ResponderEliminarReleyendo este post, veo que la falla en matemática es notable en la mayoría de las personas...y yo creo que ppt y ppb llegan a ser "sinónimos"...¿ya veo la cara que pones! pero mira...te cuento...Yo padezco hipotiroidismo, y me recetaron 75 mg de levotiroxina diaria. En el consultorio de salud, nos obligan a ir a consulta con la enfermera, y yo hace unos meses fui, ella me hizo un test que tuve que luchar conmigo misma para no reír, y además, vencer la tentación de contestarle puros disparates..."señora, qué día es hoy? ¿y que fecha? ¿en qué año estamos? ... me hizo dibujar unos círculos, repetir números de atrás para adelante...etc, etc...luego, me dijo que me daría la receta para la farmacia, que dura cuatro meses...Yo tomé la receta, la guardé y me vine a casa, pero acá la leí y casi me voy de espaldas, porque decía "3/4 eutirox , 60 tabletas" , esto MENSUAL....Cuando la presenté en la farmacia, nadie preguntó nada, y me daban 30 tabletas para el mes en vez de las 23 que me correspondían, porque son de 100 mg ...y este mes, me dieron 60 ... ¡me quieren matar!
ResponderEliminarEres la mas fiel de mis seguidores. Hasta me relees.
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