Hace tiempo que no vuelvo a Venecia y bien que me pesa. La foto que ilustra esta entrada es de junio de 2006, hace casi nueve años. Y ahí estoy, mochila en ristre cual turista, con el Palazzio da Mula detrás, en uno de los fundamente o muelles de Murano, una isla de la laguna de Venecia, famosa en el mundo por la alta concentración de hornos artesanos en los que se trabaja el vidrio desde el siglo XIV. En aquella corta excursión de fin de semana largo, yo tenía dos objetivos no confesados a mi chica antes de partir. Uno era volver a Murano, donde habíamos estado antes pero sin poder disfrutar del placer de perderse por sus calles y, sobre todo, de ver un horno y a unos vidrieros en funcionamiento. El otro era ir al cementerio de Venecia, en otra isla llamada Isola de San Michelle, para visitar la tumba de Igor Stravinsky. En ese viaje ambos objetivos se cumplieron, aunque el último un poco in extremis, con el guarda que cerraba el cementerio siguiendo nuestros pasos. Porque encontrar la modesta tumba de Stravinsky junto a la de su segunda mujer, Vera, no es cuestión baladí.
SI he recordado ese viaje es porque estoy estos días leyendo un libro titulado How Glass Changed the World, escrito por Scoth C. Rasmussen, subtitulado The History and Chemistry of Glass from Antiquity to 13th Century y publicado en 2012 por Springer. El libro es muy interesante y me ha hecho recordar muchas de las cosas que repasé y preparé sobre el vidrio de Murano antes y durante ese viaje de hace 9 años, detalles que conservo guardados en uno de mis cuadernos.
La materia prima principal usada por los vidrieros es básicamente sílice (aproximadamente un 70%), una molécula sencilla (SiO2) que se obtiene de la arena y que resulta un material muy adecuado porque no absorbe ninguna de las frecuencias de la luz visible, con lo que los productos acabados son altamente transparentes. De hecho, los cables de fibra óptica, que son 100% sílice, se aprovechan de esa alta transparencia para facilitar la transmisión de la señal. La sílice funde a unos 2000ºC, proceso para el que se necesitan grandes cantidades de energía e instalaciones algo complejas. Pero ya desde la prehistoria de la artesanía vidriera se conoce que mezclando sílice con un 18% de carbonato sódico y un 10% de carbonato cálcico se rebaja considerablemente la temperatura de fusión y, al calentarlos juntos, se obtiene una mezcla de silicatos cálcico y sódico que da lugar al primer vidrio utilizado con una cierta profusión.
En este punto tengo que decir que los físicos y químicos que trabajamos con materiales nos sentimos un poco incómodos con las denominaciones vidrio y cristal que, indistintamente, se emplean para denominar al producto de los hornos de Murano y otros similares. En el lenguaje científico, vidrio y cristal son justamente lo contrario. Un material cristalino (cristal) es aquel que, al solidificar desde el fundido, da lugar a ordenaciones de los átomos en redes cristalinas bien definidas (cubos, prismas, pirámides). En este Blog ya he puesto diferentes ejemplos de materiales cristalinos como el cloruro sódico (sal común) o las fibras de celulosa. Y ese no es el caso del material que se emplea para el vidrio de ventana o para las artísticas creaciones de mis amigos de Murano. Por el contrario, cuando el material que sacamos de los hornos se enfría bruscamente, las moléculas de los silicatos no se ordenan en absoluto, formando un material que se denomina sólido amorfo o sólido vítreo (de vidrio). Están tan desordenadas como lo estaban en el fundido, sólo que en éste la cosa se movía y al solidificar se queda quieta. Este Blog contiene entradas sobre otros materiales amorfos como la plastilina o el almidón, que podéis leer usando el buscador que aparece arriba a la izquierda.
En el lenguaje popular, ciertamente, la cosa está algo más enrevesada. El propio Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española entiende por cristalino "lo relativo o parecido al cristal". Y si uno va a la voz cristal, la primera acepción se refiere a "los sólidos cuyos átomos o moléculas están regular y repetidamente distribuidos en el espacio". Aunque también, cristal es sinónimo de vidrio de ventana. Así que se entiende la polémica. Pero hecha esta aclaración tiquismiquis de profesor en desuso, sigamos con la historia y la química de los vidrieros.
Parece que fueron los mesopotamios los primeros en ser capaces de ingeniárselas para conseguir vidrios “artificiales” según una mezcla parecida a la arriba mencionada. En la naturaleza, los vidrios se producen cuando rocas y arenas son fundidos, por ejemplo en forma de lava de un volcán, y esa lava se enfría bruscamente (por ejemplo, al entrar en contacto con agua). Así se forman vidrios como la obsidiana u otras gemas que han sido usadas en civilizaciones anteriores como elementos de corte y otros usos. Pero aquí hablamos de un vidrio hecho por el hombre que, por tanto, en la terminología de los que en este Blog trato de rebatir, habría que denominar “artificial” o “sintético”. Desde Mesopotamia, la manufactura y el arte del vidrio pasó a Egipto. En ambos casos, eran objetos de lujo, que pronto se aprendió a colorear con óxidos de cobre y cobalto (azules), manganeso (púrpura), antimonio o plomo (amarillos), etc.
El soplado del vidrio, el proceso por el que un soplador introduce aire en una masa fundida de silicatos y le va dando forma a medida que lo va enfriando y calentando, parece que data del primer siglo antes de Cristo y se ha localizado geográficamente en Siria, desde donde los romanos expandieron la técnica por todo su Imperio. Tras la caída del imperio romano, hay que esperar casi hasta el siglo X para ver la reintroducción de los objetos de vidrio, precisamente por parte de los venecianos que comerciaban con Oriente. El negocio del vidrio se convirtió en algo tan importante que los hornos proliferaron, llegando a ser un auténtico peligro para la Ciudad Serenísima, debido a los múltiples incendios que dichos hornos generaban. Así que, a partir de finales del siglo XIII, parece que la industria del vidrio fue obligada a trasladarse a la cercana isla de Murano. Otros dicen que ese traslado fue una forma de mantener el secreto de la fórmula que los vidrieros utilizaban.
La decadencia de este mercado se inició cuando en Europa se empezó a obtener vidrio sobre la base de mezclar y fundir cuarzo (básicamente sílice) con óxido potásico obtenido de cenizas de árboles autóctonos. Este vidrio es el que se utilizó preferentemente en los ventanales de las catedrales de la Edad Media. Posteriormente, ya en el siglo XVII, alemanes e ingleses incorporaron óxido de plomo para dar lugar a un vidrio con un índice de refracción más elevado, más claro, más pesado y más fácil de grabar sin peligro de rotura. Y, finalmente, ya en la modernidad, tenemos el vidrio borosilicatado (Pyrex) que resulta de la sustitución del óxido potásico antes mencionado por óxido bórico. Es el vidrio por excelencia en los laboratorios, pero también en otras muchas aplicaciones domésticas que más de uno tenéis al alcance de la mano.
En su libro "Molecules at An Exhibition" John Emsley mantiene una curiosa hipótesis, según la cual el vidrio borosilicatado fue descubierto en tiempos de los romanos, más concretamente en tiempos del pedófilo Tiberio, el cafre que ejecutaba esclavos echándolos desde los acantilados de Capri, muy cerca de un Hotel en el que mis huesos han reposado en un par de ocasiones. Cuentan Plinio y Petronio que apareció por la corte un vidriero que fabricaba objetos que no se rompían al dejarlos caer. Al preguntarle el emperador de qué estaban hechos, el vidriero sólo quiso comentar que de martiolum, jactándose de que sólo él conocía la fórmula y no pensaba compartirla. El emperador le dejó fabricar variados objetos pero acabó por ordenar ejecutarlo, no se sabe si cabreado por que no le contaba el secreto o como una forma de proteger su exclusiva colección de objetos irrompibles. La hipótesis de Emsley es que ese pobre desdichado manejaba vidrio borosilicatado.
Igual os cuento algo más cuando progrese con el libro. O cuando vuelva a Venecia y Murano, algo que no puedo retrasar mucho más, no me vaya a dar un yuyu.
SI he recordado ese viaje es porque estoy estos días leyendo un libro titulado How Glass Changed the World, escrito por Scoth C. Rasmussen, subtitulado The History and Chemistry of Glass from Antiquity to 13th Century y publicado en 2012 por Springer. El libro es muy interesante y me ha hecho recordar muchas de las cosas que repasé y preparé sobre el vidrio de Murano antes y durante ese viaje de hace 9 años, detalles que conservo guardados en uno de mis cuadernos.
La materia prima principal usada por los vidrieros es básicamente sílice (aproximadamente un 70%), una molécula sencilla (SiO2) que se obtiene de la arena y que resulta un material muy adecuado porque no absorbe ninguna de las frecuencias de la luz visible, con lo que los productos acabados son altamente transparentes. De hecho, los cables de fibra óptica, que son 100% sílice, se aprovechan de esa alta transparencia para facilitar la transmisión de la señal. La sílice funde a unos 2000ºC, proceso para el que se necesitan grandes cantidades de energía e instalaciones algo complejas. Pero ya desde la prehistoria de la artesanía vidriera se conoce que mezclando sílice con un 18% de carbonato sódico y un 10% de carbonato cálcico se rebaja considerablemente la temperatura de fusión y, al calentarlos juntos, se obtiene una mezcla de silicatos cálcico y sódico que da lugar al primer vidrio utilizado con una cierta profusión.
En este punto tengo que decir que los físicos y químicos que trabajamos con materiales nos sentimos un poco incómodos con las denominaciones vidrio y cristal que, indistintamente, se emplean para denominar al producto de los hornos de Murano y otros similares. En el lenguaje científico, vidrio y cristal son justamente lo contrario. Un material cristalino (cristal) es aquel que, al solidificar desde el fundido, da lugar a ordenaciones de los átomos en redes cristalinas bien definidas (cubos, prismas, pirámides). En este Blog ya he puesto diferentes ejemplos de materiales cristalinos como el cloruro sódico (sal común) o las fibras de celulosa. Y ese no es el caso del material que se emplea para el vidrio de ventana o para las artísticas creaciones de mis amigos de Murano. Por el contrario, cuando el material que sacamos de los hornos se enfría bruscamente, las moléculas de los silicatos no se ordenan en absoluto, formando un material que se denomina sólido amorfo o sólido vítreo (de vidrio). Están tan desordenadas como lo estaban en el fundido, sólo que en éste la cosa se movía y al solidificar se queda quieta. Este Blog contiene entradas sobre otros materiales amorfos como la plastilina o el almidón, que podéis leer usando el buscador que aparece arriba a la izquierda.
En el lenguaje popular, ciertamente, la cosa está algo más enrevesada. El propio Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española entiende por cristalino "lo relativo o parecido al cristal". Y si uno va a la voz cristal, la primera acepción se refiere a "los sólidos cuyos átomos o moléculas están regular y repetidamente distribuidos en el espacio". Aunque también, cristal es sinónimo de vidrio de ventana. Así que se entiende la polémica. Pero hecha esta aclaración tiquismiquis de profesor en desuso, sigamos con la historia y la química de los vidrieros.
Parece que fueron los mesopotamios los primeros en ser capaces de ingeniárselas para conseguir vidrios “artificiales” según una mezcla parecida a la arriba mencionada. En la naturaleza, los vidrios se producen cuando rocas y arenas son fundidos, por ejemplo en forma de lava de un volcán, y esa lava se enfría bruscamente (por ejemplo, al entrar en contacto con agua). Así se forman vidrios como la obsidiana u otras gemas que han sido usadas en civilizaciones anteriores como elementos de corte y otros usos. Pero aquí hablamos de un vidrio hecho por el hombre que, por tanto, en la terminología de los que en este Blog trato de rebatir, habría que denominar “artificial” o “sintético”. Desde Mesopotamia, la manufactura y el arte del vidrio pasó a Egipto. En ambos casos, eran objetos de lujo, que pronto se aprendió a colorear con óxidos de cobre y cobalto (azules), manganeso (púrpura), antimonio o plomo (amarillos), etc.
El soplado del vidrio, el proceso por el que un soplador introduce aire en una masa fundida de silicatos y le va dando forma a medida que lo va enfriando y calentando, parece que data del primer siglo antes de Cristo y se ha localizado geográficamente en Siria, desde donde los romanos expandieron la técnica por todo su Imperio. Tras la caída del imperio romano, hay que esperar casi hasta el siglo X para ver la reintroducción de los objetos de vidrio, precisamente por parte de los venecianos que comerciaban con Oriente. El negocio del vidrio se convirtió en algo tan importante que los hornos proliferaron, llegando a ser un auténtico peligro para la Ciudad Serenísima, debido a los múltiples incendios que dichos hornos generaban. Así que, a partir de finales del siglo XIII, parece que la industria del vidrio fue obligada a trasladarse a la cercana isla de Murano. Otros dicen que ese traslado fue una forma de mantener el secreto de la fórmula que los vidrieros utilizaban.
La decadencia de este mercado se inició cuando en Europa se empezó a obtener vidrio sobre la base de mezclar y fundir cuarzo (básicamente sílice) con óxido potásico obtenido de cenizas de árboles autóctonos. Este vidrio es el que se utilizó preferentemente en los ventanales de las catedrales de la Edad Media. Posteriormente, ya en el siglo XVII, alemanes e ingleses incorporaron óxido de plomo para dar lugar a un vidrio con un índice de refracción más elevado, más claro, más pesado y más fácil de grabar sin peligro de rotura. Y, finalmente, ya en la modernidad, tenemos el vidrio borosilicatado (Pyrex) que resulta de la sustitución del óxido potásico antes mencionado por óxido bórico. Es el vidrio por excelencia en los laboratorios, pero también en otras muchas aplicaciones domésticas que más de uno tenéis al alcance de la mano.
En su libro "Molecules at An Exhibition" John Emsley mantiene una curiosa hipótesis, según la cual el vidrio borosilicatado fue descubierto en tiempos de los romanos, más concretamente en tiempos del pedófilo Tiberio, el cafre que ejecutaba esclavos echándolos desde los acantilados de Capri, muy cerca de un Hotel en el que mis huesos han reposado en un par de ocasiones. Cuentan Plinio y Petronio que apareció por la corte un vidriero que fabricaba objetos que no se rompían al dejarlos caer. Al preguntarle el emperador de qué estaban hechos, el vidriero sólo quiso comentar que de martiolum, jactándose de que sólo él conocía la fórmula y no pensaba compartirla. El emperador le dejó fabricar variados objetos pero acabó por ordenar ejecutarlo, no se sabe si cabreado por que no le contaba el secreto o como una forma de proteger su exclusiva colección de objetos irrompibles. La hipótesis de Emsley es que ese pobre desdichado manejaba vidrio borosilicatado.
Igual os cuento algo más cuando progrese con el libro. O cuando vuelva a Venecia y Murano, algo que no puedo retrasar mucho más, no me vaya a dar un yuyu.