Ayer mi padre hubiera cumplido 94 años. Pero tuvo la ocurrencia de morirse hace ya más de dos. Y en el complicado camino a ese triste final, nada hubiera sido igual sin Dulce, una extrovertida hondureña que vino a Hernani a ganarse la vida dejando a sus hijas en su país. Y que estuvo en mi casa paterna hasta que decidió retornar a Honduras. Ahora está de vuelta en mi "alegre y combativo" pueblo, pero eso es otra historia. El caso es que Dulce es para mí una más de la familia y nunca se me olvidarán las noches que compartimos junto a mi padre en mal estado. Sigo teniendo una muy buena relación con ella asi como con su madre y sus hijas (que siempre han permanecido en Honduras), con las que chateo de vez en cuando gracias a esa milagrosa herramienta que es el Whatsapp. Ayer lo hice con la primera de ellas y tengo tal cabreo con lo que me contó sobre la situación sanitaria de la familia que tengo que dejar constancia de ello en este diario (que, como notaréis, usa ahora un tamaño de letra algo más grande. Gracias Moli por la advertencia).
Resulta que la familia de Dulce vive en Linaca, una comunidad rural de Honduras, donde llevan meses con una persistente epidemia de dengue, una enfermedad crónica en aquellos lares, que ahora se ha agravado por la aparición simultánea de otra similar conocida como chikungunya. Los hospitales están a tope, la gente permanentemente enferma y sin pocas esperanzas de revertir la situación a corto plazo.
Ambas son enfermedades víricas con cuadros de fiebre, dolor de cabeza, dolores articulares y musculares. En el caso del dengue, un determinado porcentaje degenera en un proceso hemorrágico que puede llegar incluso a la muerte. Como no soy médico no puedo dar muchos más detalles que los que cazo en la red, pero lo fundamental es que, por ahora y para ambas fiebres, no hay vacunas, no hay antivirales para su tratamiento y la cosa se limita a esperar, beber agua (aunque parece que en Honduras hay algún avispado vendiendo Gatorade como uno de los mejores remedios contra el dengue) y esperar que la cosa no acabe de forma dramática, algo que puede ocurrir.
Alguno me dirá que tampoco hay que ponerse así por algo parecido a una gripe pero la diferencia fundamental es que, en este caso, el vector o transmisor de ambas enfermedades son unos mosquitos de la familia Aedes, los denominados Aedes aegypti y Aedes albopictus, cuyo alimento favorito es la sangre humana. Y para acabar con estas epidemias hay que acabar con el vector. Pues bien, si uno repasa los consejos de la Organización Mundial de la Salud para conseguir ese objetivo, y esto es lo que me subleva, se pasa como de puntillas sobre el uso de insecticidas contra estos malignos insectos. Se recomienda el uso de mosquiteros, no dejar aguas estancadas en las proximidades de las casas, limpiar recipientes que hayan contenido alimentos, eliminar basura, etc.
Habría que recordar, para que no se olvide, que, en el siglo pasado y tras la Segunda Guerra Mundial, el empleo de DDT en los lugares en los que estos mosquitos crían y proliferan había erradicado por completo el dengue en 22 países de América (y cito un informe de 1994 de la Pan American Health Organization, mencionado en marzo de 2010 por la revista Eurosurveillance, poco sospechosa de ser pro-DDT). Desde la prohibición de ese insecticida en 1972 no se han encontrado sustitutos eficaces para tratamientos similares (y cito a la misma revista), a pesar de que se hayan ensayado organofosfatos y piretroides como alternativa que, supongo, que serán los que el Gobierno de Honduras está empleando sobre todo en las grandes ciudades. Algo similar a lo que ha ocurrido en el control de la malaria, mucho más letal, aunque algunos países como India y Sudáfrica dijeron basta no hace mucho y han empezado a volver a emplear de forma controlada el "maldito" insecticida, como último recurso para hacer más saludable y larga la vida de sus conciudadanos.
Ustedes no tienen por ahí esas enfermedades, ¿verdad?, me preguntaba ayer Mami, la madre de Dulce a través de chat. Y yo le contestaba que no, que los Sistemas de Salud funcionaban mejor, que el mosquito prolifera más en aquellas latitudes y bla bla bla.... Sin contarle la verdad de que, por la desproporcionada reacción a las consecuencias provocadas por un uso abusivo del DDT, denunciadas en los años 60 y propagadas por los ambientes más selectos de la sociedad americana, mi familia hondureña se ha quedado sin el arma que les solucionaría una gran parte de sus problemas.
Aunque los que me leen habitualmente ya saben lo que pienso sobre la prohibición del DDT, puede que con esta entrada me caiga más de un chorreo, pero si no lo digo reviento...
Resulta que la familia de Dulce vive en Linaca, una comunidad rural de Honduras, donde llevan meses con una persistente epidemia de dengue, una enfermedad crónica en aquellos lares, que ahora se ha agravado por la aparición simultánea de otra similar conocida como chikungunya. Los hospitales están a tope, la gente permanentemente enferma y sin pocas esperanzas de revertir la situación a corto plazo.
Ambas son enfermedades víricas con cuadros de fiebre, dolor de cabeza, dolores articulares y musculares. En el caso del dengue, un determinado porcentaje degenera en un proceso hemorrágico que puede llegar incluso a la muerte. Como no soy médico no puedo dar muchos más detalles que los que cazo en la red, pero lo fundamental es que, por ahora y para ambas fiebres, no hay vacunas, no hay antivirales para su tratamiento y la cosa se limita a esperar, beber agua (aunque parece que en Honduras hay algún avispado vendiendo Gatorade como uno de los mejores remedios contra el dengue) y esperar que la cosa no acabe de forma dramática, algo que puede ocurrir.
Alguno me dirá que tampoco hay que ponerse así por algo parecido a una gripe pero la diferencia fundamental es que, en este caso, el vector o transmisor de ambas enfermedades son unos mosquitos de la familia Aedes, los denominados Aedes aegypti y Aedes albopictus, cuyo alimento favorito es la sangre humana. Y para acabar con estas epidemias hay que acabar con el vector. Pues bien, si uno repasa los consejos de la Organización Mundial de la Salud para conseguir ese objetivo, y esto es lo que me subleva, se pasa como de puntillas sobre el uso de insecticidas contra estos malignos insectos. Se recomienda el uso de mosquiteros, no dejar aguas estancadas en las proximidades de las casas, limpiar recipientes que hayan contenido alimentos, eliminar basura, etc.
Habría que recordar, para que no se olvide, que, en el siglo pasado y tras la Segunda Guerra Mundial, el empleo de DDT en los lugares en los que estos mosquitos crían y proliferan había erradicado por completo el dengue en 22 países de América (y cito un informe de 1994 de la Pan American Health Organization, mencionado en marzo de 2010 por la revista Eurosurveillance, poco sospechosa de ser pro-DDT). Desde la prohibición de ese insecticida en 1972 no se han encontrado sustitutos eficaces para tratamientos similares (y cito a la misma revista), a pesar de que se hayan ensayado organofosfatos y piretroides como alternativa que, supongo, que serán los que el Gobierno de Honduras está empleando sobre todo en las grandes ciudades. Algo similar a lo que ha ocurrido en el control de la malaria, mucho más letal, aunque algunos países como India y Sudáfrica dijeron basta no hace mucho y han empezado a volver a emplear de forma controlada el "maldito" insecticida, como último recurso para hacer más saludable y larga la vida de sus conciudadanos.
Ustedes no tienen por ahí esas enfermedades, ¿verdad?, me preguntaba ayer Mami, la madre de Dulce a través de chat. Y yo le contestaba que no, que los Sistemas de Salud funcionaban mejor, que el mosquito prolifera más en aquellas latitudes y bla bla bla.... Sin contarle la verdad de que, por la desproporcionada reacción a las consecuencias provocadas por un uso abusivo del DDT, denunciadas en los años 60 y propagadas por los ambientes más selectos de la sociedad americana, mi familia hondureña se ha quedado sin el arma que les solucionaría una gran parte de sus problemas.
Aunque los que me leen habitualmente ya saben lo que pienso sobre la prohibición del DDT, puede que con esta entrada me caiga más de un chorreo, pero si no lo digo reviento...